Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Emmanuel Todd: “Occidente se está destruyendo a sí mismo”

El analista político francés publica en España “La derrota de Occidente”, una relectura de la historia mundial de los últimos 30 años a partir de la invasión rusa sobre Ucrania
El intelectual Emmanuel Todd
El intelectual Emmanuel ToddLa Razón

Creada:

Última actualización:

“El 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin aparecía en las pantallas de televisión de todo el mundo para anunciar la entrada de tropas rusas en Ucrania. “En lo fundamental, su discurso no se refería a Ucrania o al derecho a la autodeterminación de la población del de Donbass. Era un desafío a la OTAN. Putin explicó por qué no quería que Rusia fuera cogida por sorpresa, como en 1941, esperando demasiado el inevitable ataque: «La continua expansión de las infraestructuras de la Alianza del Atlántico Norte y el desarrollo militar del territorio de Ucrania son inaceptables para nosotros». Se había cruzado una «línea roja»; no se trataba de permitir que se desarrollara una «anti-Rusia» en Ucrania; era una acción, insistió, de autodefensa”, esto afirma el historiador, sociólogo y analista político francés Emmanuel Todd en su último libro “La derrota de Occidente”, (La Défaite de l’Occident), traducido y publicado en España por la editorial Akal. Tras “La caída final” (1976), que predecía quince años antes el colapso de la Unión Soviética y “Después del imperio” (2002), una reflexión prospectiva sobre el declive del poder de los EE.UU, su colapso económico y estratégico y su incapacidad para afirmarse como única superpotencia en el mundo, Emmanuel Todd ofrece ahora una relectura de la historia mundial de los últimos 30 años en la que, partiendo de la acción militar de Rusia, llegará a la crisis de Occidente. En su libro, Todd expone su visión sobre los acontecimientos que culminaron con la invasión rusa de Ucrania, así como su desarrollo y consecuencias. “En este libro, describo o intento comprender lo que está en juego en Ucrania, y planteo hipótesis sobre lo que es probable que ocurra no sólo en Europa sino en todo el mundo. Mi objetivo es desentrañar el misterio funda-mental de la incomprensión mutua de los dos protagonistas: por un lado, un bando occidental que piensa que Putin está loco, y Rusia con él; por otro, una Rusia que, en el fondo, piensan que son los occidentales los que están locos”, explica el autor.
En su discurso, Putin “afirmaba la validez histórica y jurídica de su decisión, revelaba, con cruel realismo, una relación técnica de fuerzas a su favor. Si había llegado el momento de que Rusia actuara, era porque la posesión de misiles hipersónicos le otorgaba una superioridad en el plano estratégico”. Sin embargo, para Todd, “lo que se impuso inmediatamente a la invasión fue la visión de un Putin incomprensible”, a lo que siguió “una falta de debate que ha deshonrado a la democracia occidental: total en dos países, Francia y Reino Unido, relativa en Alemania y Estados Unidos”. Pero como la mayoría de las guerras, especialmente las mundiales, “esta no ha salido según lo previsto –significa Todd- y ha deparado muchas sorpresas”, de las que enumera diez de las principales. La primera es la irrupción de una guerra real en Europa, un acontecimiento increíble en un continente que creía haberse instalado en la paz perpetua. La segunda son los dos adversarios implicados en este conflicto: Estados Unidos y Rusia. Durante más de una década, el primero había identificado a China como su principal enemigo. Ahora, a través de los ucranianos, asistimos a un enfrentamiento entre EE.UU y Rusia. La tercera sorpresa: la resistencia militar de Ucrania. Todo el mundo esperaba que fuera rápidamente aplastada. Pero los más sorprendidos fueron los propios rusos. En sus mentes, como en las de la mayoría de los occidentales informados, Ucrania era lo que se conoce como un Estado fallido. Desde su independencia en 1991, había perdido 11 millones de habitantes por la emigración y el descenso de la fertilidad. Estaba dominado por oligarcas; la corrupción alcanzaba niveles demenciales; el país y su gente parecían en venta. En vísperas de la guerra, Ucrania se había convertido en la tierra prometida de los vientres de alquiler baratos (…), pero la feroz resistencia de un país en descomposición plantea un problema histórico. Lo que nadie podía prever era que encontraría en la guerra una razón para vivir, una justificación para su propia existencia.
La cuarta sorpresa fue la resistencia económica de Rusia. Nos habían dicho que las sanciones, en particular la exclusión de los bancos rusos del sistema de intercambio interbancario Swift, pondrían al país de rodillas. Pero el libro de David Teurtrie “Russia. Le retour de la puissance”, publicado antes de la guerra, demuestra que los rusos se habían preparado para ser autónomos en los ámbitos informático y bancario y este libro, descubre una Rusia moderna y, muy alejada de la rígida autocracia neoestalinista, capaz de una gran flexibilidad técnica, económica y social, un adversario al que hay que tomar en serio. Quinta sorpresa: el desmoronamiento de toda voluntad europea. Al principio, Europa era la pareja franco-alemana que, desde la crisis de 2007-2008, había adquirido la apariencia de un matrimonio patriarcal, con Alemania en el pa-pel de marido dominante que ya no escuchaba lo que su compañera le decía. Pero, incluso bajo esta hegemonía alemana, se pensaba que Europa conservaba cierta autonomía (…). Esta evanescencia de Europa como actor geopolítico autónomo resulta desconcertante cuando hace apenas veinte años, la oposición conjunta de Alemania y Francia a la guerra de Iraq dio lugar a conferencias de prensa conjuntas del canciller Schröder, el presidente Chirac y el propio Putin.
La sexta sorpresa de la guerra fue la aparición del Reino Unido como pícaro antirruso y tábano de la OTAN. El Reino Unido quería ser el primero en enviar a Ucrania misiles de largo alcance y carros de combate. De forma igualmente extraña, este belicismo también afectó a Escandinavia, que durante mucho tiempo había mostrado un temperamento pacífico y más proclive a la neutralidad que al combate. Así que nos encontramos con una séptima sorpresa en el norte de Europa. La octava y quizá la más... sorprendente, vino de EE.UU, la potencia militar dominante: la industria militar estadounidense era deficitaria/insuficiente/débil; la superpotencia mundial era incapaz de garantizar el suministro de proyectiles –o de cualquier otra cosa– a su protegido ucraniano. La actuación militar de Ucrania ha conducido, paradójicamente, a EE.UU a una trampa, porque ahora tiene también un problema de supervivencia, mucho más allá de posibles ganancias marginales, una situación peligrosa que les ha llevado a reinvertir constantemente en la guerra. La novena es la soledad ideológica de Occidente y la ignorancia de su propio aislamiento. Acostumbrados a establecer los valores que el mundo debe suscribir, los occidentales esperaban sincera, estúpidamente, que todo el planeta compartiría su indignación ante Rusia. Se sintieron decepcionados. Una vez pasada la conmoción inicial de la guerra, empezó a aparecer en todas partes un apoyo cada vez menos discreto a Rusia, como China, Irán, Turquía o Arabia Saudí. Y la décima y última sorpresa que expone Todd está en vías de materializarse: La derrota de Occidente. Tal afirmación puede resultar sorprendente cuando la guerra aún no ha terminado. Pero esta derrota es, en su opinión, “una certeza porque Occidente se está destruyendo a sí mismo más que por un ataque de Rusia”. Para el autor, “estamos en la era de una globalización completa, en los dos sentidos de la palabra: máxima y acabada. Intentemos adoptar una visión geopolítica: en realidad, Rusia no es el principal problema. Ninguna crisis rusa desestabiliza el equilibrio mundial. Es una crisis occidental, y más concretamente una crisis terminal estadounidense, que pone en peligro el equilibrio del planeta. Sus ondas más periféricas se han topado con un espigón de resistencia rusa, un Estado-nación clásico y conservador”, afirma.
Para Enmanuel Todd, una paradoja de este libro es que, “partiendo de una acción militar de Rusia, ésta nos conducirá a la crisis de Occidente. Hay que admitir que la guerra, la experiencia de la violencia y el sufrimiento, el reino de la insensatez y el error, es también una prueba/test de realidad. La guerra nos lleva al otro lado del espejo, a un mundo donde la ideología, los engaños estadísticos, la conculcación de los medios y las mentiras del Estado, están perdiendo gradualmente su poder”. Y concluye. “Emergerá una verdad simple: la crisis occidental es el motor de la historia que estamos viviendo. Algunos ya lo sabían. Cuando la guerra termine, nadie podrá negarlo”.

Archivado en: