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Indiana Jones, un arqueólogo más real de lo que parece

Dos libros de los historiadores y arqueólogos Jordi Serrallonga y Carlos Tejerizo analizan los filmes de Indy y contextualizan su figura en el tiempo
Harrison Ford is shown in a scene from the summer blockbuster film, "Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull."
Harrison Ford is shown in a scene from the summer blockbuster film, "Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull." Paramount Pictures, David James,AP

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«Cada vez que me voy de excavación doy con un Arca de la Alianza», sostiene con humor, pero con un punto de seriedad, Jordi Serrallonga, arqueólogo, naturalista, explorador, que es como se define, pero también amigo de la conversación larga y autor de un libro que conjuga a la vez amenidad y rigurosidad: «En busca del Dr. Jones» (Desperta Ferro). Una obra que desgrana los pormenores de su oficio, da cuenta de sus vivencias y, además, ancla en la historia la figura del arqueólogo más célebre de todos los tiempos y del que se acaba de estrenar un nuevo filme: «Indiana Jones es más real de lo que pudiera parecer de antemano. Muchos colegas reniegan de él porque, dicen, solo va por objetos bellos y prescinde del análisis global... Es cierto, pero es que este arquetipo existió en el pasado, entre los años veinte y treinta, y llegó hasta la década de los cincuenta. Era el antecedente del arqueólogo moderno y es en esa época donde él se desenvuelve».
Los arqueólogos que buscaban piezas valiosas eran comunes entre 1910 y 1930
Para subrayar su argumentación saca a colación el nombre de Hiram Bingham, el historiador que dio a conocer al mundo la ciudad incaica de Machu Picchu en 1911. «La propia vestimenta de Indiana bebe de la suya. También lleva fedora y buscaba objetos que después se llevaba consigo a su país. De hecho, las principales piezas extraídas de este yacimiento se exhiben en estos momentos en Estados Unidos. Por eso, la figura de Indiana Jones está muy bien situada en el tiempo. Él no es un arqueólogo del siglo XXI, si lo miras así te estás equivocando, sino de 1930, cuando se buscaban piezas de valor y todavía se podían llevar a otras naciones», explica.
Al arqueólogo Carlos Tejerizo lo sorprendemos metido en faena, en medio de las tareas que le demanda el yacimiento romano de Valdeorras. Acaba de publicar un libro que parece hecho para los amigos del celuloide y los fans de la historia: «Cine y arqueología» (Almuzara), donde repasa la historia de esta clase de filmes desde inicios del siglo XX hasta la actualidad. Y, por supuesto, repasa al personaje encarnado por Harrison Ford. «No es tan distinto de lo que antes se hacía en la arqueología». Él mismo se adelanta y comenta un dato curioso, pero fundamental: «En estos filmes aparecen objetos religiosos. Esto refleja la atracción hacia lo desconocido y mágico que siente el público. Es la conexión que existe con ese mundo misterioso que no podemos comprender a través de la razón. El poder de esta clase de piezas simboliza esa atracción. Tienen una relación con lo desconocido que la ciencia no puede alcanzar, pero al que sí se puede acceder a través de la religión».
Jordi Serrallonga añade una reflexión y a su argumentación que contrarresta esta imagen de expoliador con la que se trata manchar la fama de Indy: «En el libro destaco el cuarto filme por un detalle. Cuando acude al cementerio donde se encuentra la tumba del conquistador español, se puede ver un cartel donde se advierte que se dispara a los ladrones de tumbas. Aunque Indiana dice que eso no va con ellos, es la demostración de que las cosas están cambiando y que los países ya empiezan a proteger su patrimonio histórico».
Tejerizo ahonda en este aspecto y subraya otro aspecto de la saga: «Recuerdo que me encantó “En busca del arca perdida” y que la vi dos veces seguidas, pero me marcó más la segunda. Esta me parece muy interesante por dos motivos. Uno personal y otro profesional. Este es un filme más oscuro, pero nos refleja a una indiana que no aparece en el primer filme ni en el tercero. Él siempre va detrás de un objeto para salvar al mundo y meterlo en un museo, que es uno de sus lemas, pero en esta ocasión es para devolverlo a una comunidad. Esto me parece muy interesante. El primer Indiana es el colonialista y el segundo, el poscolonial».
Serrallonga compara a este tipo de arqueólogo que existía antes con otro coetáneo, pero que ya anticipaba lo que vendría en décadas posteriores. «En Egipto existían arqueólogos que abrían las tumbas. Encontraron algunas bastante interesantes, pero se frustraban porque al entrar estaban saqueadas y si no se hallaban cosas maravillosas no se daba importancia a estos lugares. Howard Carter cambió esto. Cuando él llegó tenía 17 años. Se formó de una manera autodidacta, no poesía formación académica y esto le valió el rechazo de la comunidad científica. Cuando dio con el mayor descubrimiento, la tumba de Tutankamón, tardó nueve años en conocer en profundidad el hipogeo. Hasta que no fotografiaban y dibujaban todo, no daban el siguiente paso. Esto no es lo que hace Indiana Jones. Él representa a los otros arqueólogos que existían en ese momento».
Los enemigos de la arqueología hoy en día son los saqueadores de yacimientos
Tejerizo comenta también el acierto de estas películas. «En realidad, las películas de Indiana Jones recogen aspectos y cosas que ya estaban presentes en el cine de arqueología. Estas producciones anteriores carecían de prestigio y nadie se las tomaba demasiado en serio. Se las consideraba muy poco artísticas». Después aclara que «lo que ocurrió con Indiana Jones es que se encontró de repente con un contexto favorable y una buena producción. Steven Spielberg y George Lucas se dieron cuenta de que se podía hacer una película magnífica con ese material. Una cinta entretenida y que estuviera llena de aventuras. A esta inspiración habría que sumar la combinación de un guion perfecto y, por supuesto, la caracterización que se empleó para Harrison Ford». Para Tejerizo, en realidad, «fue un alineamiento perfecto de planetas. Es cierto que ellos no tenían tan claro que tuviera éxito, pero supieron entender, al contrario que otros directores que había en la industria, lo que el público demandaba en ese momento. Tuvieron más perspectiva y, sobre todo, capacidad creativa».
Una de las características de los filmes de Indiana Jones son los villanos que participan en ellas. Sobre todo, los nazis. Sus archienemigos. Algo que no solo tiene que ver con el personaje, sino también con las raíces judías del propio Steven Spielberg, que terminaría dedicando a este asunto trabajos como «La lista de Schindler» y «Múnich». Hoy en día no existen nazis o, por lo menos, no existen nazis que caminen por la calle con los uniformes del Tercer Reich. Pero la arqueología sí tiene sus propios adversarios. Jordi Serrallonga no duda en citar algunos de estos problemas que ya no son obra de la ficción ni tampoco algo caduco y del pasado. «El mayor enemigo de un arqueólogo es la superstición. Esa gente que consume un tipo de literatura y que todavía considera que las pirámides las han levantado los extraterrestres. De hecho, hasta tenemos documentales que ahonda en este mundo misterioso. No terminamos de creernos que las civilizaciones de aquellas épocas eran capaces de hacer cosas perfectas con las herramientas que tenían. Pero es así».
Él mismo comenta el otro gran daño que se provoca a la arqueología: el saqueo. «Al acabar una campaña, cuando dejamos el yacimiento, solemos cubrirlo para protegerlo de los animales y la lluvia. Pero cuando regresamos al año siguiente, siempre encontramos agujeros hechos por personas que han entrado para extraer piezas y robarlos. Esto se produce porque existe un mercado que ofrece dinero por esas obras. Nadie se da cuenta de que un objeto aislado, en la vitrina de un museo, fuera de su contexto, no vale nada. Ni siquiera la máscara de Tuntakamón. Solo sería algo hecho en oro muy bonito, pero no aportaría ninguna información más. Gracias a la forma de trabajar que introdujo Howard Carter se pudieron conocer bastantes cosas de ese periodo de Egipto. El ídolo de que obtiene Indiana en su primera aventura y que le roba René Belloq, su rival, no vale nada por sí solo, ni siquiera en el museo de Marcus Brody».
En «El templo maldito» se puede ver a Indiana Jones intercambiando una urna funeraria por un diamante. Una transacción de dudosa ética para un arqueólogo. Si en ese tiempo tiene una disculpa por ser una práctica común, hoy no tiene justificación posible y lo peor es que continúa siendo un mal que está presente, como asegura Jordi Serrallonga: «En Iraq, cuando se saqueó el museo de Bagdad se dijo que eran personas hambrientas que las adquirían para poder comer... pero si fuera así se habrían llevado los objetos de plata y oro, ¿no? Pero muchas de las reliquias que se llevaron eran pequeñas. No llamaban la atención pero, en cambio, tenían un enorme valor para quienes las conocieran. De hecho, aparecieron en el mercado negro. Eso es porque hubo encargos de este tipo a oficiales del ejército norteamericano. Se les envió allí ya con el catálogo de obras seleccionadas para sustraer». Serrallonga pone otro ejemplo, pero esta vez positivo: «Por eso mismo, en El Cairo, cuando se produjo la revuelta de 2011, los propios egipcios hicieron barricadas alrededor del edificio para que el edificio no fuera expoliado».
Carlos Tejerizo recuerda que lo que se ve en «muchos filmes sobre arqueología no es tan diferente de lo que se hacía en arqueología antes. Son interesantes para el público porque representan la búsqueda del tesoro y el viaje a lugares exóticos. Es lo que sucedió con Schliemann, que viajó a Turquía y descubrió Troya. Esto empatiza con el público y es lo que vemos en Indiana Jones». Tejerizo recuerda algunas cintas donde la arqueología es clave. Una de ellas es sorprendente: «El planeta de los Simios», la de1968. El enigma de lo que ha sucedido se descubre al final, en un yacimiento que excavan los monos y que explica que el planeta donde están es la Tierra. Otra es «El cuerpo», protagonizada por Banderas, donde se plantea las consecuencias que tendría el descubrimiento de la tumba de Cristo. También está «La excavación», con Ralph Fiennes, que describe cómo era la arqueología en 1939. Otro título interesante es «Al-mummia», un filme egipcio de 1969 que describe el saqueo de tumbas y describe la relación entre el nuevo y el viejo Egipto.