Los restos de los desaparecidos en combate
Una investigación ahonda en la memoria de los fallecidos durante la Segunda Guerra Mundial a través de un mapeo del fondo marítimo con el que se ha revelado una presencia masiva de restos de la contienda
Creada:
Última actualización:
Resulta obvio recalcar que en todo conflicto bélico hay víctimas. Aparte de los fallecidos y heridos, ha de tenerse en cuenta sobre los que planea la incertidumbre sobre su destino. Ya fuera porque sus restos mortales no se recuperaran, identificasen o, sencillamente, porque fueran capturados. Es decir, los «desaparecidos en combate». En el caso de la antigua Roma el destino de este último grupo fue un tema sensible y de ahí que se creara el concepto jurídico del «postliminium», es decir, el procedimiento según el cual un ciudadano recobraba sus derechos una vez retornaba de la cautividad. Es lo que sucedió con algunos de los supervivientes de la terrible derrota romana de Teotoburgo, que, según Tácito, fueron liberados del yugo del pueblo de los catos cuarenta años después de ser esclavizados. Sin embargo, en muchas otras ocasiones no volvían, como quizá ocurriera con miles de soldados capturados por los partos tras la funesta batalla de Carras y que, según ciertas leyendas, pudieron acabar en China.
En torno a la arqueología y los desaparecidos en combate en un conflicto muy posterior como la Segunda Guerra Mundial discurre «Documenting the First Three U.S. Aircraft Discovered in Truk Lagoon from Operation Hailstone (February, 1944)», publicado en «Journal of Maritime Archaeology» por el equipo científico encabezado por Mark A. Moline, investigador de la Universidad de Delaware, que nos acerca al destino de una parte de dicha tropa perdida. No en vano, en esta guerra los norteamericanos contaron con 73.679 desaparecidos en combate, es decir, el 18% del total de sus bajas. En este interesantísimo artículo se ofrecen los resultados obtenidos por la colaboración del Proyecto Recover, centrado desde 2015 en la recuperación de los desaparecidos en combate norteamericanos desde la Segunda Guerra Mundial, con la Universidad de Delaware y el Instituto Scripps de Oceonografía de la de California. Haciendo uso de fuentes primarias, como los extremadamente meticulosos informes militares de las diversas ramas del ejército de EE UU, y la abundante bibliografía secundaria, han creado una base de datos de lugares cuya concentración de evidencias de desaparecidos los hacen factibles como escenarios de búsqueda.
Y éste es el caso de las islas Chuuk, cuya soberanía, como parte de las islas Carolinas, fue reivindicada por España desde el siglo XVI hasta que fueron vendidas en 1899 a Alemania. Su derrota en la Primera Guerra Mundial implicó la pérdida de todas sus colonias, haciéndose cargo Japón del archipiélago y trasformándolo en una base fundamental para su expansión y dominio ulterior del Pacífico Sur. Obviamente, se convirtió tras Pearl Harbour en un objetivo militar norteamericano.
En la guerra del Pacífico el objetivo aliado pasaba por el control de los enclaves militares japoneses y para ello fueron empleadas diversas estrategias, desde el «leapfrogging», que buscaba aislarlos de toda comunicación con el imperio nipón, hasta una confrontación más directa. Es lo que hicieron con el archipiélago entonces conocido como Laguna Truk, al que sometieron en 1944 a dos operaciones militares, Hailstone y Post Desecrate II, consistentes en el bombardeo sistemático de las instalaciones y navíos japoneses allí presentes. A diferencia de otros escenarios de combate más renombrados por los recursos y sangre derramada en su neutralización, esta misión fue relativamente fácil y, de hecho, el conteo de bajas sufridas fue considerado aceptable por el mando norteamericano. Aun así, en ambas operaciones se contabilizaron decenas de desaparecidos en combate vinculados a veinticuatro aviones derribados, debiendo sumarse otros tantos con posterioridad, pues el enclave no fue ocupado sino que se aisló en el lugar a la guarnición nipona superviviente hasta la rendición final de Japón.
Esta investigación busca obtener respuestas y para ello ha realizado un mapeo de 75 km2 del fondo marítimo, donde la presencia masiva de restos de la guerra fácilmente accesibles para los practicantes del buceo recreativo representa uno de los grandes atractivos turísticos del archipiélago. De tal manera que, además de doce aviones japoneses, fueron hallados tres aeroplanos norteamericanos que fueron empleados como bombarderos en las misiones de 1944: dos SBD Dauntless y un Grumman TFF/TBM Avenger, pudiendo identificarse los dos primeros merced a los informes oficiales de la armada y la aviación americana. Así, aunque no se recuperase cuerpo alguno, estos hallazgos implican reconocer el destino fatal de sus siete ocupantes desaparecidos en combate. De este modo, el SBD Dauntless 1 se precipitó en el mar cuando participaba del ataque de la primera oleada de bombarderos que despegó a las 7 de la mañana del 18 de febrero de 1944 del USS Enterprise para hundir tres navíos japoneses, dos petroleros y un transporte de ataque. No retornó a su base tras ser abatido por las defensas antiaéreas japonesas.
En definitiva, esta investigación no sólo ahonda en el conocimiento del conflicto sino también en su memoria, en la reparación y duelo de los descendientes de los fallecidos aún no recuperados.