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El mundo clásico contado de Heródoto a David Bowie

David Hernández de la Fuente tiene una máxima que desarrolla en
su nuevo libro, '100 fragmentos del mundo clásico': todo y todos venimos de la antigüedad
Dos mujeres frente a un mural dedicado al cantante británico David Bowie en Brixton, Londres
Dos mujeres frente a un mural dedicado al cantante británico David Bowie en Brixton, Londres

Madrid Creada:

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David Hernández de la Fuente tiene una cruzada particular, demostrar que "todos somos dignos del mundo clásico", asegura. Según el historiador, las gentes de hace dos y tres mil años no distan demasiado del hoy: "Nos expresamos de manera diferente, vestimos de otra manera, pero soñamos con las mismas cosas". Incluso se podría decir que hablamos su mismo idioma, "un latín y un griego algo degenerado", apunta. "¡Cómo no vamos a ser ellos!". Incluso los dioses son iguales aquí y allá, en China o en el mundo griego; "es la misma sinfonía con diferentes instrumentos". 
Si en 'El despertar del alma' y en 'El hilo de oro' el doctor en Filología Clásica e Historia Social de la Antigüedad había empleado un lenguaje más academicista, en su nuevo libro, '100 fragmentos del Mundo Clásico' (Ariel), opta por un lenguaje mucho más cercano para "demostrar que todo lo que pensamos, creamos o inventamos en ámbitos muy diferentes, como Netflix, personajes del estilo de Bowie o superhéroes de cómic, ha sido forjado o reinventado sobre viejos mitos clásicos".
Bowie, como personaje y autor lírico, ha sido estudiado últimamente también como paradigma casi mítico por filósofos contemporáneos
"Bowie, como personaje y autor lírico, ha sido estudiado últimamente también como paradigma casi mítico por filósofos contemporáneos como Simon Critchley o Theodore G. Ammon –escribe en el libro–. Y es que sus letras incluyen los mitos más relevantes para nuestra modernidad tardía: el retorno del héroe, el mesías o el intruso [que es, en el fondo, el mismo relato desde la perspectiva de la comunidad de origen], el tiempo cíclico, el cambio de las edades [de la de Oro a la de Hierro, que cuenta el griego Hesíodo en Trabajos y días], el andrógino, la pérdida del edén y la pesadilla apocalíptica. Son esquemas muy amados por la contemporaneidad, desde el cine y el rock hasta las series, los cómics y los videojuegos, en sus muchas relecturas de nuestros añejos y eternos mitos clásicos".
Es un fragmento de una obra que Hernández de la Fuente ha querido dividir en tres partes: primero, "55 fragmentos o pequeñas píldoras que recorren desde Egipto al Medievo a través de figuras o anécdotas que se mueven entre el mito y la historia"; luego, "cuatro septenarios míticos que publiqué en LA RAZÓN [ciudades, avances, gobernantes y filosofías clásicas], donde me puedo acercar a un público mucho más amplio y no especializado"; y por último, "la parte más actual: 17 miradas actuales sobre el mundo clásico, desde el cine, el cómic, la psicología, autoayuda o la moda del estoicismo".
–¿Moda del estoicismo?
–Sí, es un momento de gran énfasis en la filosofía estoica desde el punto de vista empresarial. Parecen manuales de autoayuda en muchas ocasiones y no siempre es acertado lo que hacen. Por eso, profesores y académicos deben hacer divulgación de este tipo para dejar las cosas claras, porque no siempre se hacer con rigor.
"El neoestoicismo mal entendido como autoayuda está cambiando el significado de estoicismo antiguo"David Hernández de la Fuente
–¿Qué falla en el estoicismo de hoy?
–Se entiende como un manual para tener éxito en la vida empresarial o personal. Y no está mal lo de "manual", pues Epicteto ya hablaba de ello, pero no para triunfar, sino para un dominio interior. El neoestoicismo mal entendido como autoayuda está cambiando el significado de estoicismo antiguo.
–¿Estamos pervirtiendo la historia?
–No debemos manipularla. Hay que leerla como fue, con sus bondades y maldades, aciertos y errores. Ya no podemos cambiar las cosas. No podemos hacer justicia retrospectiva. Por ejemplo, con las mujeres desconocidas de la antigüedad, como las grandes pintoras griegas o algunas filósofas. Podemos estudiarlas, pero no hacer justicia porque se ha perdido su obra, y no siempre por la presión del patriarcado. En mi libro propongo no caer en anacronismos. No busquemos en la antigüedad una justicia poética.
Hernández de la Fuente defiende que, en esa delgadísima línea en la que se mueve el mundo clásico entre el mito y la historia real, "llega un momento en el que no importa que sea mentira". Dice no trabajar con categorías de verdad y mentira porque "sería empobrecedor", apunta antes de entonar el "se non è vero, è ben trovato". "Para entender un momento o una época, más vale una anécdota, un chiste o el sueño de un general que mil batallas descritas".
Así, el profesor se ha convertido en una suerte de Heródoto, a quien Kapuściński "adoraba", comenta: "Lo llamaba el reportero de la historia". Lejos de aquellos que lo renombraron como el "padre de la mentira", Hernández de la Fuente también ensalza su valor, "como buen reportero, cogió algo más que el dato. Miraba a la gente y veía si habían llorado o sufrido".
"En esta aproximación soy deudor de una visión semejante, entre la evocación de las digresiones de Heródoto, el detallismo plutarquiano y la distinción psicológica entre memoria e historia: no me importa tanto que la anécdota sea histórica o no si puede desvelarnos algo de la mentalidad de un personaje o de una época que el frío dato positivista omite y, sobre todo, por lo que nos dice de la manera en que hemos recibido y rememorado la Antigüedad en la posteridad. Pues la historia es hija de la memoria, también en la mitología, como Clío lo es de Mnemosine, a la sazón madre de todas las Musas", describe en el libro.
  • '100 fragmentos del mundo clásico' (Ariel), de David Hernández de la Fuente, 240 páginas, 20,90 euros.