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El Palacio de Klessheim, o la casa de invitados de Hitler

A unos cuatro kilómetros de Salzburgo, el Führer utilizó un bello castillo para sus estrategias y negociaciones bélicas
Adolf Hitler recibe a Benito Mussolini en el Palacio Klessheim
Adolf Hitler recibe a Benito Mussolini en el Palacio KlessheimNational Digital Archives, Polan
La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

Madrid Creada:

Última actualización:

Originalmente, el palacio Klessheim, situado a unos cuatro kilómetros de Salzburgo, era una casa solariega adquirida por un príncipe-arzobispo, Johann Ernst von Thun. Fue pasando durante décadas de manos en manos, hasta que los herederos del archiduque Luis Víctor de Austria lo vendieron al Estado Federal de Austria. Fue en 1938 cuando Adolf Hilter lo hizo suyo y para su antojo. Aquel año, el Führer permanecía en la residencia de Berghof, lugar de descanso del dictador, y utilizaba el palacio Klessheim para recibir a sus importantes huéspedes. Por aquellos pasillos pasaron el líder rumano Ion Antonescu o el sacerdote aliado al régimen nazi Jozef Tiso o, entre otros, Benito Mussolini. Un encuentro entre el dirigente alemán e italiano que se sumó a los 17 en total que les hicieron estrechar lazos y sentar las bases de lo que sería el futuro cercano de Europa.
A lo largo de la contienda, se produjeron 17 fotografías en las que se retrataron las reuniones de ambos dictadores, produciéndose una de ellas un día como hoy de 1942, en el palacio de Klessheim. Aquel 29 de abril el planeta se encontraba sumergido en plena guerra, y ambos líderes se encontraron en este lugar austríaco, que el Führer solía utilizar también para conferencias. De hecho, fue desde allí donde Hitler dio la orden de poner en marcha la Operación Margarethe, que contemplaba la ocupación de Hungría y la deportación de los judíos al campo de concentración de Auschwitz.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el palacio fue restaurado, pero volvió a ser centro de conferencias y reunión en la Guerra Fría, utilizado por el gobierno neutral austríaco, que también alojó a mandatarios internacionales, entre ellos el entonces presidente de EE UU Richard Nixon. Un lugar, por tanto, con historia, y cuya belleza estética también ha propiciado que sea no solo fotografiado, sino filmado: apareció en la película "The great race" (1965), cinta protagonizada por Jack Lemmon o Tony Curtis.