Ciudades limpias y silenciosas gracias a Mary Elisabeth Walton
Apenas se conocen datos sobre su vida, pero tuvo un increíble ingenio: fue pionera en un invento para recoger gases emitidos por las chimeneas, entre otros interesantes avances
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Si alguna vez ha vivido en una gran ciudad o ha viajado a una metrópolis, seguramente se habrá encontrado con uno de los problemas comunes a todas las grandes urbes: el humo y el ruido. Hoy en día, somos muy conscientes de los daños que la contaminación causa a nuestra calidad de vida. Y es que, a lo largo de la historia, el ser humano ha sido notablemente ruidoso y sucio. Como anécdota, en la Roma imperial existió un edicto que prohibía la entrada de carros de mercancías a la ciudad durante la noche, debido a las constantes quejas de los habitantes. Cicerón se lamentaba porque la gente «enfermaba por el ruido», y Séneca mencionaba que muchos escapaban de la ciudad por el ensordecedor alboroto. A partir de la Revolución Industrial, las grandes ciudades no solo se volvieron más ruidosas, sino también más contaminadas. Las enormes humaredas que producían las industrias y los hornos de carbón cubrían las fachadas de los edificios, y el hollín negro se depositaba en los pulmones de sus habitantes, que veían una capa gris en el cielo a diario. Algunas ciudades importantes que se encontraban en pleno desarrollo y expansión, como Birmingham o Nueva York, se oscurecieron completamente, ya que la industria se encontraba en pleno centro urbano y no en las afueras.
El ingenio puede surgir a cualquier edad y en cualquier momento, especialmente cuando se necesita una solución urgente. Y aquí es donde entra Mary Elisabeth Walton, una mujer que debería ser más conocida, ya que gracias a ella no sufrimos el humo contaminante de las chimeneas industriales ni la contaminación acústica generada por el incesante paso del tren. Mary Elisabeth Walton, nacida en 1827, fue una verdadera pionera. Se sabe muy poco de la vida de Mary, apenas se dispone de datos, ni siquiera se conoce la fecha exacta de su muerte, solo la de su nacimiento en 1827. Su padre educó a todas sus hijas en matemáticas, física e ingeniería (lo que sugiere que probablemente él mismo era ingeniero), un hecho extremadamente inusual para la época, en la que solo los hombres tenían acceso a este tipo de conocimientos. A través de dos patentes, podemos apreciar el increíble ingenio de Mary. Gracias a dos patentes, conocemos sus soluciones innovadoras. La primera patente (número 221880 de Estados Unidos) resultó en un invento que consistía en unos contenedores de agua diseñados para recoger los gases emitidos por las chimeneas. Esto incluía tanto las chimeneas de carbón de las locomotoras como los hogares en donde resultaba esencial calentarse y las fábricas que liberaban sustancias contaminantes a través del humo. En lugar de verter esos gases a la atmósfera, Mary propuso que estos contenedores los redirigieran al sistema de alcantarillado, alejando así el mal olor y las sustancias tóxicas de las áreas residenciales. Incluso viajó a Inglaterra para difundir su invención, y fue bien recibida, ya que ayudaba a reducir el absentismo laboral causado por las enfermedades pulmonares vinculadas al «progreso» industrial.
Soluciones
Su segunda patente, la número 237442, fue igualmente relevante. A finales del siglo XIX, los ferrocarriles elevados por pasarelas se estaban volviendo populares. En 1881, Mary ideó un ingenioso mecanismo para mejorar las vías de madera, logrando trenes más silenciosos y con menos vibraciones. Esto alivió las molestias tanto de los habitantes y transeúntes, como de los pasajeros de los trenes. Curiosamente, Mary decidió buscar una solución después de enterarse de que el joven Thomas Edison había intentado y fracasado en hacerlo. Vendió su patente al Ferrocarril Metropolitano de Nueva York por 10.000 dólares. Su diseño consistía en acunar las vías con una caja montada de alquitrán cubierta de algodón y llena de arena, lo que amortiguaba el ruido del paso de los trenes. Curiosamente, Mary se inspiró en los trabajadores que usaban arena cerca de su casa para amortiguar el sonido de los yunques al trabajar, y probablemente no fue Edison, sino el hecho de que vivía directamente en 6th Avenue y 12th Street, cerca del nuevo ferrocarril elevado, lo que la llevó a actuar.
Esta historia demuestra que, muchas veces, las grandes invenciones surgen como respuesta a la necesidad de solucionar problemas diarios que, aunque parecen normales, son perjudiciales para la salud y el bienestar. En la mayoría de los casos, estos problemas pasan desapercibidos o son minimizados, y suelen ser mujeres como Mary quienes detectan estos problemas en la vida cotidiana, problemas que otros pasan por alto. Es triste reconocer que Mary Elisabeth Walton, junto a muchas figuras femeninas más influyentes en la historia de la innovación han sido, tristemente, olvidadas.