La estafa piramidal: un invento español con apellido ilustre
La hija de Mariano José de Larra podía haber pasado a la Historia como "hija de", pero se empeñó en labrarse su propio camino... aunque fuera de dudoso honor
Señalaba Daniel Castillejo Pons en la recopilación de anécdotas de "El libro gordo del retrete 2" hacia un invento español de dudoso gusto. Una práctica extendida "por la faz de la tierra", escribía bajo el nombre de "estafa piramidal". Y el "honor" de ser la pionera del fraude recae en una hija del escritor y periodista Mariano José de Larra.
Su nombre era Baldomera Larra Wetorer y fue la tercera hija del matrimonio que formaba el autor romántico con Josefa Wetoret. Ya de adulta, se casó con Carlos de Montemayor, un médico de la casa real de Amadeo de Saboya con el que disfrutó de una vida acomodada... hasta que la abandonó.
Sola después de que su marido se fuera "a comprar tabaco" y con tres hijos a su cargo, la mujer tuvo que ganarse el pan de la manera más noble posible (o no): decidió fundar la Caja de Imposiciones, que no era otra cosa que un banco fantasma que fue moviéndose de un lugar a otro hasta terminar en el Teatro España, en la plaza de la Paja.
El método de su "éxito" consistía en extraer los pocos dineros que tenían los muchos pobres madrileños a cambio de prometer pingües beneficios. Un real por cada duro. No tardó en triunfar y en desarrollar el origen de los esquemas Ponzi de los años 20 del siglo XX. El milagro sobre los ahorros de sus clientes era tan llamativo que Baldomera pasó a ser conocida como "la madre de los pobres".
Se cuenta que, por entonces, era una mujer amable que llegó a pagar un 30% de interés mensual. "Su fama traspasó fronteras y parece ser que recaudó 22 millones de reales", cuenta Castillejo en el libro: "Evidentemente todo era una estafa que vivía de pagar los mencionados intereses a algunos clientes tomando ahorros de los pobres incautos que se apuntaban a la aventura creyendo su promesa de riqueza fácil y rápida".
Con un número de afectado de unos 50.000 individuos, el pastel no tardó demasiado en destaparse. Los rumores de insolvencia de la prestamista eran un hecho en 1876. "Al parecer, un cliente le reclamó sus ahorros, se los pagó y entró en pánico al ver la posibilidad de la quiebra si a todos sus clientes se les ocurría hacer lo mismo", así que al día siguiente decidió marcharse a Suiza.
Por lo que fuera, a los clientes no les trasmitió ninguna confianza ese movimiento y saltó el escándalo, "teniendo que intervenir la autoridades para evitar males mayores", cuentan las páginas. Su propia familia también le dio de lado, pero su plan de huida funcionó durante un par de años; hasta que se supo que vivía con un nombre falso en Auteuil, Francia.
El 15 de julio de 1878 regresó a Madrid para su desgracia, pues fue detenida y mandada a prisión. En el juicio alegó que se marchó porque acabó teniendo menos ingresos que pagos y también reconoció que ofrecía unos desmesurados intereses.
Fue condenada a seis años de cárcel, aunque al poco tiempo ingresó en el hospital, lo que sirvió para que los propios afectados de la estafa se apiadaran de ella, pues no fueron pocos los que recogieron firmas pidiendo su absolución. Su fama fue tal que hasta le dedicaron canciones: "El gran caramelo" y "Doña Baldomera".