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Desvelando un asesinato neolítico

Una fascinante investigación conducida por los expertos Fischer y Sjögren trata de resolver una muerte violenta ocurrida hace más de 5.000 años
El cráneo objeto de la investigación
El cráneo objeto de la investigación La Razón
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La arqueología es, a grandes rasgos, la disciplina científica que analiza el registro material del pasado, si bien, aunque tendemos a situar su ámbito de actuación en un tiempo remoto con respecto al nuestro, cada vez resulta más importante en el análisis del mundo contemporáneo. Por ejemplo, desde hace décadas también se emplea su metodología, en conjunción con la antropología forense, en el estudio de los campos de batalla contemporáneos y, desde los ochenta, para la recuperación de los desaparecidos asesinados en las dictaduras argentina y chilena, el análisis de las fosas comunes de las guerras de los Balcanes, el cumplimiento de la ley de memoria histórica española y otros muchos escenarios recientes de violencia. Sin embargo, aparte de otras contingencias específicas del presente, la metodología arqueológica no se ha empleado únicamente en procesos tendentes a la cura de heridas en zonas de conflictos del presente sino también para la resolución de casos criminales actuales. Así, la arqueología forense es una estupenda herramienta policial de amplia trayectoria desde que se empezara a desarrollar en EE UU y se extendiera globalmente, siendo el hispano-escocés Nicholas Márquez-Grant, profesor de la universidad británica de Cranfield y uno de los únicos ocho arqueólogos forenses acreditados por Scotland Yard, uno de los mayores expertos mundiales.
De este modo, si la arqueología puede emplearse para analizar actos criminales del presente, ¿por qué no hacerlo también para resolver casos del pasado como, por ejemplo, un asesinato? Eso es lo que se propone en el reciente «Vittrup Man–The life-history of a genetic foreigner in Neolithic Denmark» publicado en PLOS One por un equipo internacional y multidisciplinar encabezado por Anders Fischer y Karl-Göran Sjögren. Como indican en la introducción de esta fascinante publicación «la combinación de métodos bioarqueológicos y enfoques arqueológicos tradicionales» les ha permitido reconstruir «la historia vital de un individuo de la edad de piedra europea» que, hoy conservado en el museo histórico de Vendsyssel, fue encontrado en 1915 en una ciénaga en la localidad de Vittrup en el noroeste de la península de Jutlandia. Estos restos, apenas el cráneo fragmentado, un talón, parte de la tibia y la mandíbula ofrecen todo un misterio que este equipo ha logrado desentrañar o, al menos, ofrecer una cautivante lectura sobre un evento ocurrido hacia el 3300-3100 a.C.
Para empezar, el cráneo está destrozado y muestra rastros de ocho golpes terribles que, sin amago de regeneración ósea, fueron fatales. Las heridas ovaladas fueron realizadas con un objeto contundente que, según esta investigación, podría corresponderse con la porra de madera hallada al lado de los restos óseos mientras que la ausencia del resto del esqueleto podría ser casual o producto del desmembramiento coetáneo a su misterioso asesinato. Pero, ¿quién era esta persona, por qué murió y quién lo asesinó? Según el análisis osteológico y, fundamentalmente, del esmalte dental y del colágeno de sus huesos, el asesinado no pertenecía originalmente a la cultura predominante de granjeros sedentarios del territorio que luego sería Dinamarca: la cultura de los vasos de embudo. Muy al contrario, esta investigación ha determinado que nació en Suecia o Noruega en una comunidad de cazadores-recolectores mesolíticos, identificada como la cultura de la cerámica perforada, en un área costera marítima hasta que, con trece o catorce años, se trasladó a una zona interior donde su alimentación se basó en animales terrestres o procedentes de cursos de agua dulce para, hacia los diecisiete o dieciocho años abandonar ese estilo de vida, cruzar el mar y adoptar los modos de existencia puramente neolíticos del lugar donde fue asesinado cuando tenía unos 30-40 años de edad.
Aún más, el estudio del sarro encontrado en sus dientes permitió a los investigadores afinar aún más la dieta del hombre de Vittrup. Así, aparte de cápridos y diversas plantas, sobresale su consumo de focas, bacalao y ballenas, lo que indica una actividad hasta el momento inédita de pesca marítima en alta mar en una comunidad de granjeros como ésa. Este individuo, que conforme su comparación con los restos humanos similares más completos de Svinninge Vejle, era más bajito y moreno, si bien con ojos azules y mejor adaptado al frío, era único. Según los investigadores, pudo tratarse de un migrante que intervino en el comercio transmarino de sílex con las comunidades escandinavas de cazadores-recolectores o un desafortunado esclavizado en una incursión pirática y forzado a trabajar en una comunidad neolítica a la que aportó sus conocimientos navales hasta que un día fue asesinado por sus congéneres. Y lo fue, conforme los paralelos contemporáneos de otros seres humanos, animales y objetos arrojados a ciénagas como la de Vittrup, como víctima de un sacrificio humano. A pesar de los obvios silencios imposibles de responder sobre la vida y muerte del asesinado, esta reconstrucción es fascinante y prueba los increíbles avances de la arqueología actual y la multidisciplinareidad científica.