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El buque Pelayo, el acorazado español que atemorizó a EEUU y pudo cambiar la historia en 1898

El Desastre del 98 supuso el fin del imperio español, pero de haberse efectuado un contragolpe de España, la historia podría haber sido distinta
Buque Pelayo.La Razón
  • Antonio Añover Ortiz. Manchego de Quintanar de la Orden (Toledo). Estudié Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Inicié mi carrera en La Razón, y tras pasar por Negocios TV, volví a este periódico. Actualmente soy redactor de la edición digital y escribo artículos SEO y de actualidad, mayormente sobre temas internacionales. A veces también hago entrevistas.

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Era verano de 1898 cuando, después de tres siglos liderando el mundo, llegaba el fin del Imperio Español. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas supuso el golpe definitivo para un imperio que se estaba desmoronando décadas atrás. España, ante Estados Unidos, no pudo hacer nada en aquellas batallas en América Central y Asia, pues la diferencia de poderío militar era abismal. No obstante, una embarcación española pudo haber cambiado el sentido de la historia, pues era francamente dominante en el siglo XIX, y de origen español: el Buque Pelayo.
La ingeniería militar ha sido uno de los campos más determinantes a lo largo de la historia. Siempre presente en los conflictos, con el paso de los años se ha ido perfeccionando. Aviones, tanques o buques solo son ejemplos de los avances militares de cada país. El poder de las fuerzas españolas ha ido decayendo no solo en estos años, sino también desde siglos anteriores. Dominando el mundo entre los siglos XVI y XIX, a día de hoy se sitúa como la vigésimo primera potencia militar entre los 145 países analizados por Global Fire Power. En 2022, España ostentaba el puesto vigesimonoveno, mientras que en 2021, era el décimo octavo. Un ejemplo de la pérdida del poderío de España.
El "Desastre del 98" marcó la historia tanto para España como para Estados Unidos, pero también para el resto del mundo. La Monarquía Hispánica, uno de los imperios más temibles que ha existido y cuya influencia se ha reflejado en todos y cada uno de los continentes del planeta, tenía las horas contadas y, ante este, se encontraba una joven nación norteamericana, que se estrenaba en el tablero internacional. Pese a la experiencia hispana, el poderío estadounidense era máximo. Uno contaba con años y años de dominio, otro, con una fuerza que le serviría para convertirse en una de las más poderosas del mundo a día de hoy.
En aquel año, Estados Unidos pugnaba por una expansión exterior más allá de sus dos costas, y la mejor forma de comenzar era un imperio que se desmoronaba. La explosión del acorazado Maine en el puerto de La Habana, que se cobró la vida de 266 tripulantes, se le atribuyó a España, que aunque era un error, sirvió de excusa a EE UU para declarar la guerra y comenzar a expandirse por el mundo. No había que hacer ante ellos, y terminaron de rematar a un país que, además, se sumía en el sistema de la Restauración tras una desastrosa Primera República y un turnismo democrático que no llegaba a ningún lado. Las élites, además, consolidaban el pesimismo sobre el ser de España y la idea de su fracaso como nación.
Pero cualquier cambio en un pasado puede influir sobre el futuro. Y es que el Buque Pelayo, el buque insignia de la Armada, era una embarcación con muy buenas características que iba a ser utilizado para lanzar el "contragolpe español", un intento de movilizar la flota nacional disponible para poder atacar la costa de Estados Unidos y cambiar el curso de la guerra hispano-estadounidense.
El acorazado estaba propulsado por cuatro máquinas verticales de doble expansión que le permitían viajar a 16,7 nudos de velocidad con hasta 3.000 millas náuticas de autonomía. Además, el acorazado contaba con una forma de diamante para su armamento que albergaba dos cañones González Hontonria, destacados en la época, uno en cada lado del navío. Era el momento, y España contaba con el arsenal suficiente. Pero hubo un problema, la influencia internacional.
El Ejército español no contaba con los apoyos internacionales suficientes y provocó el fiasco de todo el plan de contragolpe ideado por el Gobierno español, sobre todo por culpa de Gran Bretaña (Reino Unido), que se oponía a una guerra en todo el Atlántico. De esta forma, El Pelayo quedó retenido en el canal de Suez, retornando finalmente a las costas españolas y sin desplegarse en el país norteamericano. Y el bloque causado por Londres provocó que el plan se cayera por completo.