¿Quiénes fueron los miembros de la familia Romanov?
La Dinastía gobernó Rusia entre el siglo XVII hasta principios del XX, hasta que el zar Nicolás II y su familia fueran asesinados durante la Revolución Bolchevique
Es conocida por la mayoría, y en parte gracias a la película animada, la leyenda de Anastasia. Nacida el 18 de junio de 1901, Anastasia Nikoláyevna Románova fue la hija más joven del emperador Nicolás II, el último zar de la Rusia Imperial. Desde que naciera llevaba a sus espaldas el título de Gran duquesa de su país, pero su futuro se vio truncado por el fin de la Dinastía Romanov, que gobernó Rusia entre el siglo XVII hasta principios del XX. Si bien fue ejecutada por los bolcheviques junto a su familia, los rumores sobre su supervivencia se extendieron a lo largo del siglo XX, siendo numerosas las impostoras que intentaron hacerse pasar por ella. De ahí nacieron tantas historias repletas de misterio y fantasía, tantas versiones y teorías sobre el destino de la Gran duquesa, de tal manera que su vida terminó siendo un episodio tan interesante y atractivo para la historia como las de su propia familia.
El asesinato de la familia Romanov es de los acontecimientos más estudiados y visitados de la historia de su largo gobierno. Aún más, a raíz de la última temporada de la serie “The Crown”, que refleja la relación de la familia real británica con los rusos, así como, por supuesto, por la guerra entre Rusia y Ucrania, de la que han surgido comportamientos que guardan paralelismos o inspiraciones en los Romanov. Sea como fuere, es bien cierto que bajo el apellido Romanov son varios los nombres que destacan. Es el caso de Alejandro II de Rusia, emperador entre marzo de 1855 y 1881, cuando fue asesinado, e hijo de Nicolás I. Su gobierno se caracterizó principalmente por su acentuado carácter liberador, pues la derrota de Rusia frente a Occidente llevó al país al atraso, lo que le hizo fomentar políticas reformistas. Destaca en este sentido la Reforma Emancipadora de 1861, la primera y más importantes de los proyectos liberales llevados a cabo durante el reinado de Alejandro II: liquidó la dependencia servil que hasta entonces vivían los campesinos rusos.
Si hay que mencionar figuras fundamentales de la época de los Romanov, no podemos dejar atrás a la emperatriz consorte del zar Pedro III, el primer representante de la rama Oldenburgo en la Dinastía. Se trata de Catalina II o Catalina la Grande, y de Europa llevó a su país la filosofía jurídica, política y moral, así como ciencias imprescindibles como son la medicina, la educación, la cultura o el arte. Fue llamada, por tano, “La Grande”, por una buena razón, y es que bajo su gobierno el país expandió sus dominios y se convirtió en la potencia hegemónica de Europa oriental. Hubo, no obstante, otro “Grande” antes de ella, y de quien recogió el legado: Pedro I de Rusia, uno de los gobernantes más destacados de los Romanov y de la historia de Rusia. Durante su gobierno, que se extendió entre 1672 y 1725, alzó a su país a ser una gran potencia militar, entre otros cometidos, tan exitosos como, y así ocurre en todo reinado, doloroso.
El exterminio
No obstante, como todo en la vida y en la historia de la humanidad, a un principio le corresponde un final, y los Romanov también lo tuvieron. El exterminio de la familia imperial Romanov se produjo en Ekaterimburgo la noche del 16 al 17 de julio de 1918. El zar Nicolás II, su esposa, la zarina Alejandra, y sus cinco hijos Olga, Tatiana, Maria, Anastasia y Alekséi, fueron asesinados por parte de los bolcheviques. Todo ello, tras la llegada al poder de los revolucionarios y la petición de someter al zar a juicio. Si bien no hay pruebas de quién dio la orden de este exterminio, el propio León Trotski señala a Lenin, entre otras innumerables teorías.
Sea como fuere, supuso un brusco giro para la historia política, social y económica de Rusia. Un país que se veía destinado a la edificación de la Unión Soviética, así como a la inminente entrada en la Primera Guerra Mundial, y tantos otros conflictos que, a día de hoy, continúan sobrecogiendo a los ciudadanos, así como salpicando a la humanidad.