Motín en el acorazado Potemkin: marineros comiendo carne podrida que hicieron temblar un imperio
El 27 de junio de 1905, un grupo de marineros se amotinó en un buque de guerra en el Mar Negro, frente a Odesa, debido a las condiciones insalubres que padecían. La represión de su protesta fue el comienzo del fin de la Rusia zarista o al menos de la propaganda comunista
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Estaban sometidos a jornadas extenuantes bajo la presión de crueles oficiales y además llegaban malas noticias del Pacífico. Los marineros del acorazado Potemkin, uno de los mayores buques de guerra de la Rusa zarista, vivían en condiciones infrahumanas y se temían que iban a ser enviados a la guerra de Japón. El barco era imponente e infundía terror. Estaba equipado con la mejor tecnología de la época y había sido botado solo cinco años antes. Sin embargo, como una metáfora de la Rusia zarista, detrás de la espectacular fachada uno se adentraba en la miseria y la podredumbre. El país llevaba viviendo una fuerte ola de descontento en 1905, cuando estuvo a punto de producirse la caída de los zares por una revolución obrera y campesina. Su fracaso sirvió de ensayo para la de 1917.
Aquel día del 27 de junio de 1905, la tripulación se disponía a realizar unas prácticas de tiro. Sin embargo, las cosas no iban bien. La tripulación se hacía negado a comer la sopa borsch que les habían servido, elaborada con remolacha y carne, porque a simple vista se podía ver que la carne estaba podrida y los gusanos campaban por ella a sus anchas. El segundo comandante, oficial de a bordo, era Yevgueni Golikov, un personaje especialmente cruel que amenazó a la tripulación si no se terminaban sus platos. Lanzó un órdago a sus subordinados ordenando cubrir con una lona la cubierta, en clara señal de un posible fusilamiento.
Sin embargo, calculó mal sus fuerzas. Liderados por el marinero Grigori Vakunlinchuk, los soldados se rebelaron y mataron a los siete oficiales y al capitán del barco. En la refriega, Vakunlinchuk fue herido de muerte y Atanasio Matushenko tomó su puesto como líder de los amotinados. Los marineros hicieron ondear una bandera roja y navegaron hacia puerto a toda máquina. En Odesa, como en todo el territorio ruso, se vivía la Revolución de 1905 y la ciudad se encontraba bajo una huelga general. La tripulación del Potemkin quiso desembarcar para unirse a las protestas, pero decidieron esperar. Odesa ardía por un terrible incendio que la dejaría prácticamente reducida a cenizas y los marineros aguantaron en su nave.
Dos días después tuvo lugar el funeral de Grigori Vakunlinchuk, que derivó en una furibunda protesta. El ejército intervino y los marineros del Potemkin lanzaron dos proyectiles sobre un teatro, donde estaban reunidos militares zaristas listos para planeando la toma de control de la ciudad. Los proyectiles no dieron en el blanco pero elevaron la temperatura. Tanto, que el gobierno ruso mandó dos escuadrones a sofocar la rebelión y apresar el Potemkin o hundirlo, si era necesario. Sin embargo, tampoco le salió bien esta estrategia a los zares. Los marinos de los acorazados no abrieron fuego contra sus camaradas del Potemkin, desobedeciendo al vicealmirante Aleksandr Krieger. Al contrario: el marino Gueorgui Pobedonosets se unió a los sublevados. En el segundo acorazado, las cosas no iban mejor: la tripulación desobedeció las órdenes de embestir al Potemkin para hacerlo saltar por los aires.
Tras dos días de huida, los marinos del Potemkin fueron interceptados por las fuerzas del Zar. Veintidós de los 30 fallecieron o fueron apresados. Tras varias peticiones, lograron permiso para atracar en Constanza (Rumanía) a cambio de su rendición. Matushenko ordenó abrir las válvulas y hundir al Potemkin en el puerto. Sin embargo, el acorazado fue reflotado inmediatamente. Al acorazado le cambiaron el nombre y le llamaron Panteleimón. Fue desguazado en 1923. Sin embargo, en realidad, el barco jamás fue destruido, porque permanece inmortal en el cine de Serguéi Eisenstein y su famosa película de 1925. Fue una obra maestra de la historia del cine y contenía escenas sobrecogedoras, como la de la escalinata de Odesa. Es una maravilla de 77 minutos y puede verse aquí:
Los sucesos del Potemkin, el heroísmo de los sublevados y la solidaridad de los soldados enviados a reprimirles, quedó en el imaginario colectivo y se convirtió en un mito para los que deseaban un cambio en Rusia. Los zares habían escrito su final y pronto iban a saberlo.