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Gigantes y “gansos extraños”: los grandes descubrimientos de la gesta de Magallanes y Elcano

Entre el 20 de septiembre de 1519 y el 6 del mismo mes de 1522, se produjo la primera circunnavegación de la historia, que conllevó el hallazgo de tribus, especies y territorios
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Los siglos XV y XVI son considerados el auge y apogeo de la Era de los Descubrimientos. En aquella época Cristóbal Colón descubrió América, de la misma manera que Vasco Núñez de Balboa halló el Océano Pacífico, se produjo la Expedición Malaspina o Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano dieron la primera vuelta al mundo. Fueron unos años en los que España y Portugal se repartían el control del planeta, como un territorio aún intransitado y con tanto que ofrecer. Quizá una de las gestas más complejas, una de las odiseas más sorprendentes de la historia de la humanidad, fue la que se llevó a cabo desde Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Un 20 de septiembre de 1519, la expedición de Magallanes y Elcano partía con el objetivo -cumplido con las pertinentes bajas- de ser la primera circunnavegación de la Tierra jamás realizada. Y el resultado fue todo un archivo de hallazgos de toda índole, tanto territorial como de especies.
Magallanes fue asesinado en Filipinas un 27 de abril de 1521, y el 6 de septiembre de 1522 Elcano completaría la travesía en el mismo punto de salida, a duras penas y con tan solo 18 de los 239 hombres que partieron. No obstante, llevaban un tesoro bajo el brazo, compuesto por una larga lista de lugares, animales y plantas que jamás se pensó que existían. Quizá, lo más interesante fue lo que recibió el nombre del capitán de la gesta: el Estrecho de Magallanes, avistado el 21 de octubre de 1520 tras la insistencia del explorador de que debía existir un canal que conectara el Océano Atlántico con el Pacífico. Asimismo, esto conllevó transitar la Patagonia, siendo los primeros europeos en llegar a aquella zona del sur de América.
La expedición puso nombre a las islas de los Ladrones, así como dio con las laberínticas Filipinas y nominó a la Tierra del Fuego o al Océano Pacífico. Si bien el hallazgo de esta gran masa azul corrió a cargo de Núñez de Balboa, fue Magallanes quien la bautizó, cuando en noviembre de 1520, tras viajar por las aguas turbulentas del Estrecho, llegó a quietas y “pacíficas” zonas con favorables vientos para la navegación.

El gigante Patagón

No hay travesía sin protagonistas. Y no solo destacaron en la de Magallanes los que se subieron a las naos, sino aquellas poblaciones aborígenes con las que se tropezaron en el camino. El primer encuentro con personas del “nuevo mundo” se produjo en la bahía de San Julián, en la costa atlántica argentina, en mayo de 1520. “Un día en que menos lo esperábamos se nos presentó un hombre de estatura gigantesca. Ese hombre era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos al a cintura”, relataba el cronista por excelencia de la gesta, Antonio Pigafetta.
Eran los tehuelches, quienes sorprendieron a los europeos por el enorme tamaño de pies y piernas, hasta el punto, cuentan algunos archivos, de regalarle a Carlos I un fémur que recogieron en la zona. Explica Marcelo Mayorga, historiador de la Universidad de Magallanes de Chile, que el explorador “como muchos personajes de la época que sabían leer o escribir, era aficionado a novelas de caballerías. En una de ellas, el personaje principal era un gigante llamado Patagón, que fue quien le vino a la cabeza en aquel encuentro”.

“Gansos” y flores aromáticas

Un animal “con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, piernas de ciervo y cola de caballo, cuyo relincho imita”, así como unos “extraños gansos” -escribió Pigafetta-, son las principales especies descubiertas por estos exploradores. Respecto al primero se refieren a los guanacos, un mamífero muy parecido a la llama, pero que por el contrario de ésta es un animal salvaje. Asimismo, en el estrecho dieron con la segunda especie mencionada, que hoy es conocida como “pingüinos de Magallanes”.
También quedaron asombrados con los peces voladores o los lobos marinos, a los que Pigafetta describió como “unos peces que poseen varias hiladas de dientes formidables, y si desgraciadamente cae un hombre al mar, lo devoran en el acto”. Pero no solo fue la fauna los que les asombró, sino también la flora: por primera vez se documentó la existencia del clavo, la canela, el jengibre, el apio dulce, ciertas flores aromáticas o la nuez moscada.
En definitiva, tal y como asegura en una conversación con BBC Mundo la experta Adelaida Sagarra, “no hay nada comparable a esta expedición en envergadura de impacto de cambio de visión, hasta que ocurriría la primera vuelta al mundo por el espacio de Yuri Gagarin”. A esto, añade Mayorga que “se generó una nueva conciencia del mundo. El paso interoceánico conecta Atlántico y Pacífico, pero también aquel viejo mundo con esta otra parte desconocida, y que vino a completar la imagen del planeta”.