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Greta Fernández: "Mato y salvo a mis padres todo el rato"

La magnética actriz ganadora de una Concha de Plata en el Festival de San Sebastián por su interpretación en "La hija de un ladrón" vuelve a defender con solidez un protagonista en "El fred que crema", la ópera prima de Santi Trullenque
Greta Fernández da vida a Sara en "El fred que crema", una campesina que refugia a una familia de judíos en la buhardilla de su casaArchivo

Madrid Creada:

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La luz heredada de Barna, las gotas saladas, esparcidas y promiscuamente talentosas de mediterráneo que Eduard Fernández inoculó en su mirada de tormento infantil y las flores que le enseñó a regar su madre, la escritora Esmeralda Berbel, parecen brotarle de la boca con cada frase. Greta Fernández estira las mangas marrones de su jersey de lana y se acomoda en la butaca de una sala de los Renoir mientras pide que le lleguen proyectos bonitos, especiales, distintos a los que he hecho hasta ahora. Le apetece seguir explorando las oportunidades que hay fuera, currar en trabajos que copen más tiempo de lo que han llenado este año, quiere viajar y, puestos a seguir con la lista de deseos confesados, que le ofrezcan papeles más ligeros capaces de rebajar comparativamente la carga de intensidad que ha impregnado los últimos.
Sara, la protagonista de "El fred que crema", la ópera prima de Santi Trullenque que se estrena hoy en salas y constituye el motivo de encuentro promocional con la actriz, es sin duda uno de ellos. Esta mujer embarazadísima y estoica, obligada a ser fuerte en la sombra durante el invierno de 1943 en el epicentro de un pueblo andorrano custodiado por el frío y el hambre, víctima involuntaria de los secretos familiares que corrompen y dividen con el aliento de los nazis soplándole la nuca, implica de nuevo una de esas encarnaciones emocionalmente explosivas, complejas y atávicas de las que la intérprete de "Elisa y Marcela" necesita descansar, pero sigue sabiendo construir con una madurez y determinación a prueba de nieve. "Greta es extremadamente instintiva, que es el tipo de actrices que a mí me gustan. No trabaja desde el exterior o desde el gesto, sino que parece que ya sabe algo del personaje que tú no. Al estilo Gena Rowlands", advierte Trullenque. Para comprobarlo de primera mano, nos sentamos a conversar con una mujer bajo la influencia -de los focos- que con tan solo trece años, se puso por primera vez delante de una cámara.
Condiciones climáticas extremas, rodaje en alta montaña, contratiempos y preparación un poco in extremis del papel después de que Aida Folch se cayera del proyecto como protagonista. Así a priori parece que no podemos considerar el inicio de esta aventura como algo demasiado idílico...
(Risas) No, la verdad es que visto así no. Lo primero que hay que tener en cuenta es que venía de una pandemia con unas ganas de trabajar que me moría, cosa que no quita que el proyecto me apeteciese muchísimo. Además, un personaje protagonista siempre es un auténtico regalo porque tampoco te ofrecen tantos. Sara es una heroína a la que le pasan muchas cosas, el tipo de perfiles que personalmente me apasionan y eso es muy goloso siempre a la hora de trabajarlo. Esta película, sin ganas, no se podía hacer porque todo estaba un poco en contra: el tiempo, el acento, el frío, el bajo presupuesto. Al final yo me he dado cuenta que los personajes que más me llaman, más me interesan, suelen estar muy alejados de mí. En este caso yo no sé lo que es una muerte, gracias a Dios no sé lo que es una violación y no sé lo que es vivir con hambre o con miedo a pasar hambre, con tanto frío y tan pocos recursos. Hay cosas como esas en el trabajo como actriz para las que tienes que tirar de intuición, de sensaciones que tienes que inventarte. En ese sentido creo que me lancé mucho a la piscina porque sabía lo complicado que era donde me metía, me arriesgué, pero siempre con cabeza y sabiendo desde dónde lo hacía y estoy contenta con el trabajo. Hacerlo con dignidad y amor era fundamental y en ese sentido estoy un poco orgullosa de mí porque creo que lo conseguí.
Greta Fernández en el cartel de "El fred que crema"Archivo
Debutaste en el largo con alguien que también lo hacía como directora, Belén Funes, y en este caso con Santi Trullenque, vuelves a repetir en ese proceso de “acompañamiento” de primeras veces porque también hablamos de una ópera prima. ¿Qué te atrae de las miradas iniciales y qué diferencia percibes con respecto a otros más consolidados como una Coixet, con la que también has trabajado?
Mmm es curioso porque después de Santi también rodé una ópera prima de Álex Lora que se llama “Unicornios” y que todavía no se ha estrenado o sea que si me paro a pensarlo ya van unas cuantas primeras veces. Evidentemente son diferentes y cada uno es especial, sabían muy bien lo que querían contar en cada uno de sus proyectos (algo que me parece maravilloso), todos tienen muchas ganas y también muchos nervios. Igual que los tuve yo en “La hija de un ladrón” y eso es bueno. Me gustan mucho las óperas primas, porque hay esa cosa como de empezar juntos algo porque, aunque yo ya lleve varias películas, yo siento como es mi primera vez siempre y eso es algo bonito de compartir con el director. Es algo muy especial.
La cinta transcurre en un contexto histórico convulso y agitado en el que estaban ocurriendo muchas cosas, pero casi podríamos asegurar que son más viscerales las que ocurren en el núcleo familiar de los protagonistas. ¿Observas una tendencia progresiva en el cine a desacralizar la familia, a mostrar con más naturalidad su complejidad y sus evidentes imperfecciones? ¿O se sigue edulcorando?
La familia es algo tan complejo… Creo que por eso siempre ha habido películas que mostraban familias desestructuradas ¿no? Está bien hablar de esto porque las familias perfectas no existen, cada vez menos y ahora parece que nos estamos dando más cuenta. Pensando en conversaciones que tengo con mis amigas por ejemplo, con las que últimamente hablo mucho de esto, reflexiono sobre cómo se aguanta con una pareja tantos años en relaciones monógamas, cómo se hace, cómo lo hacían nuestros abuelos, pero al mismo tiempo cómo nuestros padres ya no saben hacerlo.
[[DEST:L|||"Las familias perfectas no existen"|||Greta Fernández]]
Hemos aprendido a reemplazar cosas, comportamientos, situaciones, con las que igual nuestros abuelos simplemente se conformaban ¿no?
Sí, totalmente. ¿Hay que cambiar la manera que tenemos de plantearnos las relaciones o en realidad lo que ocurre es que nos estamos volviendo todos incapaces de asumir otros ritmos? El otro día me decía una amiga que cuando ahora se te rompe algo no lo arreglas, lo cambias. Hay otra manera de sentir y de vivir las cosas y ya te digo que pienso mucho en ello. ¿Tenemos que volver al romanticismo? ¿Tenemos que volver a tener varias citas antes de irse a casa del otro? ¿Tenemos que volver un poco a eso para conseguir abrirle la puerta al amor? (ríe). No lo sé, se están generando conversaciones muy interesantes ahora mismo sobre esto porque nos estamos dando cuenta de que se está acabando todo: las relaciones terminan muy rápido, nos cansamos, dudamos, somos más impacientes. De hecho, yo me he dado cuenta de que me he vuelto más impaciente que antes, incluso a la hora de ver una película. Todo es tan rápido, tan fast food para todo, que en ese sentido sí siento que no estaría mal volver un poco para atrás. ¡No con todo ojo! Porque esta cosa familiar de aguantar por aguantar me parece una tontería porque uno tiene que hacer lo que le apetece en la vida, pero bueno, hay algo del romanticismo que lo firmo.
Y dentro de esta dinámica de comparación generacional con los progenitores, ¿pasaste ya por la fase nietzschiana de matar metafóricamente al padre?
Qué interesante esto. Sin duda, sí, sí lo he vivido, yo creo que casi como todas. Mis padres no están juntos, como ya se sabe, se separaron cuando yo tenía 18 años y de hecho yo he tenido mis procesos, la verdad. Es difícil desmitificar a los padres, porque aunque los mates en algún momento, que yo lo he hecho, los quieres salvar otra vez después. Y yo los mato y los salvo todo el rato. Los tiro del barco y los vuelvo a subir. Les amo, a mis padres les quiero una barbaridad y los dos son unos padrazos pero bueno, tenemos desencuentros, como todo el mundo. A veces te olvidas de que son padres y que en ocasiones dirán cosas con las que no estás nada de acuerdo: muchas veces hablan desde la protección, desde el miedo. Yo tengo una relación muy cercana con ambos, casi de amigos y hablo diariamente de lo que me pasa, de lo que pienso, de pelis que veo. Está bien no estar de acuerdo en todo. Tanto con los padres como con las amigas, creo que es sano.
[[DEST:L|||"Las emociones negativas como la envidia o la rabia, se trabajan"|||Greta Fernández]]
Otro de los melones temáticos que abre este western rural en los Pirineos es el del odio heredado. ¿Crees en esta capacidad para absorber la maldad por cuestiones puramente sanguíneas?
Yo creo que no. Sí hay algo místico que sí, si nos ponemos a hablar de constelaciones familiares o movidas de estas, creo que hay cosas que se heredan y a veces incluso yo creo en estas cosas de los antepasados, de que haya cosas en ti que vivieron tus padres, pero te diré que no soy muy mística. El odio, si se hereda, pues se trabaja. Las emociones negativas como la envidia o la rabia, se trabajan. Pero bueno, es verdad que estamos hablando de personajes y de momentos vitales de ellos donde no hay espacio para las emociones ni para el trabajo personal, donde todo sale de la tripa. En comparación con los personajes que interpreto yo soy una privilegiada, porque cuando tengo dudas sobre algo me siento, reflexiono, pienso, valoro las dos opciones, veo en qué me equivocado, rectifico, pido perdón o pido permiso. Pero los personajes que son supervivientes, no tienen tiempo para la pausa.
Greta Fernández se puso por primera vez delante de una cámara con 13 añosArchivo
¿Qué ecos de Sara resuenan en Greta?
Te diría que casi de cualquier personaje, a no ser que sea muy extremo, hay cosas en común. En el caso de Sara hay formas de pensar en según qué momentos que son muy parecidas a las mías, sobre todo poniéndome en la situación de si yo hubiera vivido en esa época y las circunstancias complicadas que vive esta mujer tan fuerte. Tenemos en común la valentía y las cosas claras.
Si nos retrotraemos al año de tu despegue como actriz con "La hija de un ladrón", hubo muy buenos títulos nominados en los Goya y muy variados. Pienso en películas como "Entre dos aguas", "Viaje al cuarto de una madre", "El reino", "La enfermedad del domingo", "Carmen y Lola" o "Quién te cantará". ¿Compartes el entusiasmo generalizado que ha despertado este año el cine español? ¿Hemos tenido bajo tu punto de vista realmente una de las mejores cosechas audiovisuales de los últimos tiempos?
Con esto me cuesta ser objetiva si te soy sincera, porque yo siento que venimos de una época mala al haber tenido una pandemia, pero que mi año de “La hija de un ladrón” también fue un año muy bueno de cine español, un año increíble de hecho. Es verdad que este también lo es, aunque hay que tener en cuenta que se acumularon muchas pelis por la situación que había con el Covid y han salido todas durante el año. Creo que estamos en un buen momento sin duda, pero toquemos madera, porque es que de repente luego todo puede caer.