«Gladiator II»: pulgar hacia arriba o hacia abajo
La segunda parte de la película de Ridley Scott ha suscitado muchos comentarios, tanto a favor como en contra
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Hoy en día todos podemos sentirnos plenipotenciarios, cuasi divinos, como el César romano, que, con su pulgar extendido, hacia arriba o hacia abajo, decidía sobre la suerte del gladiador que había perdido el combate: muerte o indulto. Nuestra responsabilidad, dando «me gusta» o «no me gusta» a tal publicación de cualquier red social o web, es mucho menor que la de aquellos emperadores de la Antigua Roma, pero no por ello menos caprichosa o arbitraria; sujeta a gustos personales y estados anímicos más que a criterios objetivos o fundamentados.
Es el caso, por poner un ejemplo, de la crítica más valorada –la que más pulgares hacia arriba ha recibido– sobre la película «Gladitor II» en la web Filmaffinity: la de una usuaria que ha calificado el largometraje de Ridley Scott –que considera «un innecesario bodrio»– con 1 punto sobre 10. Esta espectadora se ha limitado a exponer su valoración, pero han sido los usuarios que han clicado sobre el pulgarcito enhiesto los que han aupado esta feroz crítica a lo más alto, y, por lo tanto, han sido ellos los que han sentenciado el filme, como esos romanos que asistían al coliseo y gritaban «¡Muerte, muerte!» invitando al César a que bajase el pulgar.
O, sin ir más lejos, en sentido contrario, quienes piden el indulto del toro en una plaza agitando el pañuelo blanco. La decisión final recae sobre el emperador romano o sobre el presidente de la plaza de toros: pero el pueblo ya ha dictado sentencia sin responsabilizarse, cobardemente, en última instancia de la misma. ¿Es esto la democratización?
Dicho lo cual, parece haber un descontento general con la continuación de «Gladiator», quizás porque las comparaciones son odiosas y las expectativas –tanto las generadas como las reales- eran muy grandes. Pero no creo que debamos exigirle a una segunda parte –ya saben el dicho– la calidad de la primera, ¡máxime cuando han pasado 25 años!, ni pedir una fidelidad histórica al detalle –la manía de buscar el reloj Casio en una de romanos–, cuando se trata de una ficción: como si quieren «recrear» batallas de drones en el Coliseo. Baste con que nos haga pasar un rato agradable en el cine mientras escarbamos en el paquete tamaño bañera de palomitas.
Y, es que, aunque cantara Carlos Gardel que «20 años no es nada», 25 sí son muchos. Guarden sus pulgares para cosas más útiles y menos dañinas.