Titanic: 25 años del primer paseo por el agua de James Cameron
Al director de “Terminator” le costó 200 millones de dólares llevar el buque de los sueños a la gran pantalla
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Las posibilidades de que una historia de amor con arquitectura narrativa clásica y una duración de tres horas, enriquecida argumentalmente con la diferencia de clase de la cubierta de un transatlántico entre un joven artista buscavidas norteamericano y la hija de un importante miembro de la alta sociedad de Pensilvania de finales del siglo XIX, llegara a mantenerse durante más de diez décadas como la película más taquillera de la historia, oscilaban entre pocas y ninguna. Las dificultades surgidas durante el rodaje, la desconfianza inicial de los ejecutivos de 20th Century Fox y el funesto vaticinio en taquilla que erróneamente presagiaron algunos expertos de la industria no propiciaban esperanza en un proyecto de semejante envergadura, pero el empeño megalómano de James Cameron y su absoluta fascinación por el fenómeno real del hundimiento hicieron que el éxito sin precedentes de esta suerte de Romeo y Julieta glacial llamado “Titanic” y protagonizada por unos jovencísimos Leonardo DiCaprio y Kate Winslet se convirtiera en una realidad sin fisuras.
Símbolo cinematográfico generacional de los noventa, ilustrativo emblema de la mercadotecnia (por aquello de que Fox empezó a comercializar con réplicas de algunos objetos que aparecen en la película entre los que se incluían chalecos y botes salvavidas así como ropa usada por los actores estelares), relato icónico de sentimientos universales tan sensible como efectista y culpable por derecho de las decepciones románticas de todos esos jóvenes que se creyeron que los agujeros esponjosos del corazón se podían rellenar con retratos hechos a carboncillo, lecciones aventajadas para aprender a escupir como los hombres, cristales de coches empañados por el placer del cuerpo o vulnerables promesas de eternidad conjunta, “Titanic”, la banda sonora de “Titanic” y las escenas en la proa del “Titanic”, de cuyo estreno en Estados Unidos se cumplen ahora 25 años, sigue todavía formando parte del mosaico de nuestro imaginario colectivo.
Doscientos millones de dólares le costó al cineasta de “Terminator” trasladar el buque de los sueños a la gran pantalla y a pesar de algunas inexactitudes históricas en la recreación exacta del desastre, el nivel de realidad con el que Cameron quería trabajar desde el principio era tal, que tras reunirse personalmente con Robert Ballard, oceanógrafo que descubrió el pecio en 1985, organizó varias inmersiones con el equipo de trabajo al lugar en el que descansaban los restos. No quería realizar tomas desde el interior de un sumergible, quería captar de cerca la memoria del océano, atrapar el esquelético pasado del agua, de tal manera que su hermano Mike Cameron y Panavision colaboraron juntos para construir una cámara que pudiese resistir una presión de 400 atmósferas y conseguir las imágenes que la verosimilitud de los recuerdos que los fallecidos merecían.
“Había sido algo que le ocurrió a gente verdadera que en realidad murió. Al estar en ese lugar durante tanto tiempo, comienzas a tener un profundo sentido de la tristeza e injusticia y captas el mensaje de todo eso. Sientes un gran manto de responsabilidad con tal de transmitir el mensaje emocional del lugar, con tal de hacerlo bien”, declaró en su momento. Cameron no comenzó a escribir el guion hasta que terminó de grabar las escenas submarinas del pecio y destinó seis semanas a investigar sobre los pasajeros y la tripulación del Titanic. En ejercicio paradójicamente onanista, en 2009, otra película dirigida por el propio Cameron, “Avatar”, cuya última y reciente entrega también está abrazada por el manto natural del agua, le arrebataba el puesto de megaproducción carísima y ultrataquillera a “Titanic”. Veremos con qué mastodóntico reto próximo nos sorprende el canadiense.