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Bacterias y deterioro: la impactante primera visita al Titanic a 3.800 metros de profundidad

Un día como hoy de 1985 los oceanógrafos Robert Ballard y Jean-Louis Michel hallaban restos del barco en las frías aguas del Atlántico Norte
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Durante la noche del 14 al 15 de abril de 1912, sucedió en el Océano Atlántico el naufragio más famoso y, quizá, traumático de la historia. Aquella madrugada, el Titanic se hundía en las gélidas aguas tras chocar con un iceberg, lo que produjo 1.496 muertes de las 2.208 personas que iban a bordo. Fue una catástrofe, que se recuerda con una tragedia aún más acentuada si se tienen en cuenta las petrificantes, realistas y gráficas escenas que James Cameron ofreció en “Titanic” (1986). Y por ello cada aniversario, avance o descubrimiento relacionado con este transatlántico tiene gran valor histórico: un día como hoy de 1985, los oceanógrafos Robert Ballard y Jean-Louis Michel localizaron restos del Titanic, que se encontraba a unos 3.800 metros de profundidad, en las frías aguas del Atlántico Norte. Meses después, el 12 de julio de 1986, se visitaron por primera vez los restos del barco, cuyas primeras imágenes se pudieron ver por medio de un robot submarino.
El descubrimiento del Titanic, 73 años después del naufragio, fue en parte por sorpresa. La Armada se encontraba en una investigación secreta para buscar dos submarinos nucleares hundidos, y fue Robert Ballard quien descubrió el pecio tras insistir de manera incesante en llevar a cabo su búsqueda. Pidió a la Armada la autorización para buscar el Titanic, pero se le rechazó, insistiéndole en que se centrara en los acorazados hundidos. No obstante, a 12 días de terminar con el proyecto, Ballard se centró en el transatlántico, “pero la Armada nunca esperó que lo encontrase, por eso cuando ocurrió se pusieron muy nerviosos por la publicidad”, afirmó.
Con esto, especuló que el barco se había partido en dos mitades, lo que habría dejado un rastro de desechos que facilitaría la búsqueda. “Eso es lo que nos salvó el pellejo, porque resultó ser cierto”, dijo Ballard, y halló el famoso barco en una zona que se sitúa a unos 600 kilómetros al sur de Terranova, isla canadiense. Una vez localizado, comenzaron los trabajos para estudiarlo y tantear la posibilidad de recuperar tanto objetos como, incluso, cuerpos, pues aún había familias que esperaban recuperar a los suyos.
Aquel 12 de julio se produjo la primera inmersión: los restos del Titanic reposan a más de 3.800 metros de profundidad, y se utilizó un sonar de barrido vertical, a través del sumergible “Alvin”. No obstante, surgió la principal y eterna duda: ¿rescatar estos restos y llevarlos a la superficie, o dejarlos donde el destino les había llevado, dejando al lugar submarino como un yacimiento arqueológico? Finalmente, se optó por esta segunda opción, como una muestra de respeto por las víctimas, y provocando así que aún hoy este barco permanezca asentado en el lugar donde se hundió aquella trágica noche.

El deterioro avanza

No obstante, antes de tomar esta decisión final, se produjeron todo tipo de iniciativas: principalmente, de quienes querían hacer resurgir la nave. Así como algunas familias de alto estatus social, cuyos familiares fallecieron en el naufragio, querían recuperar sus pertenencias y los cuerpos de dichas víctimas. De esta manera, la compañía Merrit&Chapman llegó a proponer dinamitar el barco, para que los cadáveres flotasen de nuevo. Esto no se llevó a cabo finalmente, como muchas otras ideas de toda índole.
En total, se produjeron cinco inmersiones, y lo observado sorprendió a los expertos: las partes del Titanic estaban en condiciones extraordinariamente buenas, mientras que otras zonas que se desprendieron bien habían desaparecido o perdido en las profundidades del Océano. La zona más deteriorada se ubicó en el estribor, donde se ubicaban los camarotes de los oficiales. “Toda la cubierta en ese lado se está derrumbando, lo que se llevó consigo los camarotes, y ese deterioro continuará avanzando”, advirtió Parks Stephenson, historiador especializado en el naufragio, quien también aseguró que una parte de lo que vio durante la inmersión “fue impactante”.
Asimismo, afirmó que otra parte que se perderá pronto será la proa, así como que las fuertes corrientes oceánicas, la corrosión salina y las bacterias que atacan al metal están deteriorando cada vez más la nave. “Hay microbios entre los restos de la nave que se están comiendo la embarcación, creando unas estructuras mucho más débiles”, apuntó Stephenson. Con esto, subrayó que “todos los supervivientes del naufragio ya han muerto, así que creo que es importante usar el barco mientras aún tenga algo que decir”.