Vida y muerte en una domus siciliana
Un estudio del Instituto de Chipre concluye que en el hogar no se aprecian divergencias significativas en los estilos de vida de los emparentados biológicamente y de aquéllos que no lo estaban
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En estos tiempos de desinformación y «fake news» circulan un buen número de aforismos erróneos, o directamente falsos, supuestamente expresados por los personajes de la historia. Entre los autores más adulterados sobresale Cicerón, siendo probablemente el dicho más recurrente de entre todos los que él no pronunció: «estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros». Lo cierto es que esta sentencia agorera bien podría pasar por romana al aludir, de aquella manera, a uno de los tópicos más acendrados del pensamiento latino, al decadentismo perpetuo, a la añoranza por unos míticos tiempos mejores en contraste con un presente desolador y a la nostalgia por el «mos maiorum». Sin embargo, no es de Cicerón. Muy al contrario, en su obra, partiendo de sus brillantes «Sobre los deberes» y «La república», se ensalza a la familia como la base del estado. Los padres, recalca en otros discursos, merecen un especial respeto y adoración puesto que «de ellos hemos recibido la vida, el patrimonio, la libertad y el derecho de ciudadanía» y, en especial, por el padre. No en vano, llega a afirmar que, en caso de necesidad, los hijos debían dar su vida por la de sus progenitores.
Lo cierto es que la figura del padre es prácticamente suprema en Roma, siendo una genuina sociedad patriarcal vehiculada en torno a la «patria potestas», ejercido por el «paterfamilias», al que se le sometían el resto de los miembros de su unidad familiar, tal y como se delimitaba en la costumbre y el derecho romano. De tal manera, ejercía el poder sobre todos aquellos con los que compartía hogar o casa, la «domus» en latín u «oikos» en griego. Sobre los límites reales de este poder y sus consecuencias en la práctica cotidiana en una comunidad concreta versa el reciente «Association between biological kinship and lifestyle in the Hellenistic-early Roman community of Menanonon, Sicily» de Antonio Caruso y Efthymia Nikita, investigadores del Centro de Investigación en Arqueología y Cultura del Instituto de Chipre, y publicado en el «Journal of Archaeological Science».
Un hogar entre iguales
Tal y como indican los autores, «las casas eran entidades dinámicas que sobrellevaban cambios en el tiempo, uniéndoseles nuevos miembros mientras otros se marchaban», donde convivían los miembros de la familia, fueran descendencia directa u adoptados, pero también los siervos o trabajadores libres, los esclavos y los libertos. Por eso, se plantean si es posible deducir semejanzas y diferencias entre los miembros, biológicos o no, de una casa a través del uso de la bioarqueología. Como indican, «este estudio no busca simplemente identificar parientes […] sino que pretende comprender las estructuras familiares e identificar los grupos de personas con una dieta, salud y estilos de vida comparables e indicativos de experiencias compartidas en el día a día». Para ello, analizan 128 restos humanos hallados en una pequeña localidad rural siciliana, Menainon (la actual Mineo), a 70 kilómetros de Siracusa y que apenas aparece reseñada en un par de fuentes como Plinio el Viejo y Diodoro Sículo. A estos restos, datados entre el siglo IV a.C. y el I d.C., se les sometió a un análisis de biodistancia, empleado para determinar la relación biológica entre los mismos a partir de su registro dental en conjunción con un análisis espacial y un estudio de agrupamiento jerárquico de la distribución de las tumbas. Por supuesto, huesos y dientes fueron estudiados para observar los hábitos alimentarios amén del estrés fisiológico y el estrés mecánico.
Sorprende la conclusión: no se aprecian divergencias significativas en los estilos de vida de los emparentadosbiológicamente y de los que no lo estaban. Aunque se detecte una variación sexual en el estrés fisiológico, siendo más pronunciado en hombres durante la juventud y en mujeres conforme avanzada su edad, o un mayor desgaste en los dientes masculinos, estos datos no son representativos. No en vano, constatan un esfuerzo y desgaste similar coherente con la dura vida que requerían las actividades agropecuarias en un campo siciliano, durante siglos granero de Roma. Aunque quedaría por despejar muchas variables para este estudio, como identificar y excavar la «domus» de donde procederían estas gentes o, como indican los autores, un estudio más sistemático de las prácticas funerarias de esta localidad, resalta que no se perciban de forma palpable unas relaciones jerárquicas desiguales conforme las divergencias sociales y legales del mundo antiguo. Hombres y mujeres, esclavos y libres, parecen haber compartido una existencia exigente y dura.