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Christopher Nolan, devorador de premios, arrasa en los Oscar con "Oppenheimer"

La ceremonia de los Oscar, con un Jimmy Kimmel sólido, sirvió para consagrar a Christopher Nolan como maestro del cine y elevar su "Oppenheimer" al olimpo de Hollywood con 7 estatuillas
La Razón

Madrid Creada:

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Aunque su cine muchas veces se empeñe en elaborar un discurso contrario, no hay que ser demasiado listo para entender que Christopher Nolan está obsesionado con el tiempo. Así lo demostró, empíricamente, en su única película irrebatiblemente fallida: "Tenet". Aquel fracaso, que tuvo que hacer frente a un estreno pandémico y hablaba de un director henchido de sí mismo, forzó al realizador británico a volver a encontrarse. Abandonó el estudio Warner Bros., al que había sido fiel durante décadas y regresó a su obsesión más inmediata, el libro "Prometeo Americano", de Kai Bird y Martin J. Sherwin centrado en la figura de Robert Oppenheimer. Ese tiempo, sagrado para Nolan, le regaló espacio, el justo para recomponerse y darle forma a una película, "Oppenheimer", que anoche ascendió al Olimpo de Hollywood ganando hasta siete Premios Oscar, incluyendo Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actor y Mejor Actor de Reparto.
Nolan, acaso devorador de premios como devorador de mundos se percibía a sí mismo el creador de la bomba más asesina de la historia de la Humanidad, por fin era reconocido por la Academia de Hollywood como uno de los grandes maestros contemporáneos del cine. Nadie dudaba de su capacidad de atraer gente a las salas, o de su exquisito gusto para contar historias mediante el brutalismo de lo elegante, pero sí es cierto que al director de "Origen" y "Memento" le faltaba el Oscar para poder mirar de tú a tú al tiempo, a esa historia del cine a la que hizo referencia en su discurso: "El cine existe hace poco más de cien años, imaginad cómo fueron la pintura o la música en ese momento. No puedo ni imaginar lo que nos traerá el futuro", dijo el realizador, por primera vez fuera de esa pose intelectual inquebrantable, con las lágrimas agolpándosele en los ojos y que terminó de rematar la faena con tres premios técnicos más: Mejor Montaje, Mejor Dirección de Fotografía y Mejor Banda Sonora Original.
Show - 96th Academy Awards
Show - 96th Academy AwardsCAROLINE BREHMANEFE
En una noche de validaciones, esa misma que encontró un Jimmy Kimmel sólido y juguetón que no solo salvó la papeleta, sino que la elevó desde años desastrosos, los Oscar también confirmaron que su actriz favorita para las próximas dos décadas tiene nombre y apellidos: Emma Stone. Tras su incontestable victoria por "La La Land", la intérprete ganó anoche su segundo Oscar, esta vez por la atrevida y salvaje "Pobres criaturas", de Yorgos Lanthimos. A pesar de que Lily Gladstone ("Los asesinos de la luna") había llegado al Dolby Theatre de Los Angeles en cabeza de la carrera, el carisma de Stone y, sobre todo, las ganas de Hollywood de cimentar su "star-system" -con lo bueno y lo malo que ello conlleva- le acabaron de poner la estatuilla en las manos. "Es un regalo para toda la vida", le agradeció la actriz a su director, rota y agarrándose la parte de atrás del vestido, que, en broma, dijo que le había explotado tras la interpretación de Ryan Gosling de "I'm Just Ken".
Esa misma aprobación, la de un Gosling entregado a la causa, de rosa y en corrida madonniana para todos los tiempos es la que obtuvo "Barbie", que se llevó el premio de Billie Eilish a la Mejor Canción ("What Was I Made For?") y dio sentido al todo: su premio, realmente, era estar allí. Y los cientos de millones de dólares amasados, suponemos. Casi tantos como los que ha cultivado Al Pacino en su carrera y que ayer, entendemos también, cambió por alguna copa de más al protagonizar el momento más anticlimático de la noche: en lugar de leer lo que ponía el sobre y regalarnos en oído con el habitual "...and the Oscar goes to", el intérprete decidió saltarse todos los protocolos y decir que, creía, "aquí pone Oppenheimer". Cosas de genios.
96th Academy Awards - Press Room
96th Academy Awards - Press RoomJordan Strauss/Invision/APAP
Sin embargo, y aunque se agradece el esfuerzo de cimentación de la leyenda de Nolan, la Academia sigue siendo de Hollywood, blanca y estadounidense. Eso propició que "La sociedad de la nieve", percibida como esfuerzo colectivo del cine iberoamericano más allá de estar firmada en y por españoles, se quedara sin el Oscar a Mejor Película Internacional, que recayó sobre "La zona de interés" y un vergonzante discurso de Jonathan Glazer, que equiparó los lamentables episodios del pasado 7 de octubre con los bombardeos sistemáticos, incluso sobre población civil, que está llevando a cabo Israel en la Franja de Gaza y por el que algunos actores llevaron chapas reivindicativas. Los aplausos, tímidos e hipócritas, fueron los mismos que se llevaron Alekséi Navalny, citado en el In Memoriam sacándose de la manga un documental que protagonizó y, ya con toda legitimidad, Mstylsav Chernov, director de "20 días en Mariúpol" y quizá el único en el patio de butacas con la dignidad sin mancillar.
Se hace difícil concretar si la gala, que tuvo en la actuación de Ryan Gosling su momento álgido y en el recuerdo a los fallecidos su peor cara, se hizo más dinámica por el adelanto horario o por el buen saber de la producción, pero es cierto que acotar unos premios de cine al cine parece un consejo tan obvio que muchos lo prefieren obviar. Por suerte, o por Kimmel, los Oscar validaron a Nolan, a Robert Downey Jr. y a un "orgullosamente irlandés" Cillian Murphy, que si bien ya nos tiene ganado el corazón, nos lo heló un poco dedicando "Oppenheimer" a todos los hombres y mujeres de paz del mundo, sin un solo nombre, país o causa de la que agarrarse. La moral, quizá, hay que buscarla en otra parte, pero los premios los devoraron todos Christopher Nolan y su obra maestra.