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"La chica de la aguja": así es el sobrecogedor retrato del trauma nacional danés abortivo

Magnus Van Horn se inspira en un hecho real para la crudísima "La chica de la aguja"
"La chica de la aguja": así es el sobrecogedor retrato del trauma nacional danés abortivo
Vic Carmen Sonne en una escena de "La chica de la aguja"
Marta Moleón
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

Madrid Creada:

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Con esa ligereza asumida que solo proyecta quien puede permitirse el lujo de recordar por escrito lo que ha vivido, contaba Annie Ernaux en su crepuscular novela autobiográfica –como casi todas las obras de la Premio Nobel–, "El acontecimiento": "en mi diario aparece escrito el 19 de enero: ‘‘Pequeños dolores. No sé cuánto tiempo va a necesitar el embrión para morir y ser expulsado. Un clarín toca La Marsellesa, se oyen risas en la planta de arriba. Así es la vida’’". Hay muchas resonancias corporales, emocionales y éticas de la adaptación cinematográfica de la citada novela con la que Audrey Diwan se alzó con el León de Oro en Venecia en el nuevo y oscurísimo trabajo de Magnus Van Horn, «La chica de la aguja», pero también de la explicitud sin concesiones a la hora de retratar la maternidad como un gran caudal de incontrolable veneno que Kantemir Balagov proponía hace unos años en la extraordinaria «Una gran mujer», cinta que situaba su escenario de guerra –Segunda Guerra Mundial– en un periodo distinto a esta fábula telúrica y macabra que sugiere el director danés inspirada en hechos reales. 

Identidades despojadas

"Conocemos a una pobre mujer que vive en un desván, a un príncipe en un caballo blanco que resulta ser un cobarde, a un monstruo sin rostro pero con un corazón de oro y a una bruja en una tienda de dulces. Un cuento de hadas para adultos. Este es el estilo que hemos elegido usar para contar una historia que sucedió hace mucho, mucho tiempo, pero que aborda un asunto tan cercano a nosotros hoy: los no deseados y lo que vamos a hacer con ellos", asegura Van Horn sobre el germen narrativo de la que es su primera incursión en el cine de época. 
Vertebrada entre la sombra y la asfixia victoriana, Karoline, protagonista a quien da vida una radical Vic Carmen Sonne, lucha por encontrar una vida mejor tras perder a su marido en la guerra (la primera), quedarse embarazada después de mantener un breve romance con otro hombre y ser despedida de la fábrica en la que trabaja pero sin tener nada claro cuál es la forma correcta de hacerlo mientras se guía por una brújula moral ciertamente desnortada. 
Es entonces cuando aparece, en mitad de este balanceo cruento de identidades despojadas, Dagmar, una carismática y particular mujer que dirige una agencia de adopción clandestina y de ayuda a las madres que necesitan encontrar hogares de acogida para sus hijos no deseados. La erotización de la duda, el horror callado, los secretos y el dolor comienzan a espesarse. Esta obra nominada a mejor película internacional en la reciente edición de los Oscar, rescata una historia real, "un trauma nacional que resuena a través del tiempo y que aún hoy puede recordarnos lo que significa hacer la vista gorda ante los horrores de la sociedad", tal y como matiza el director. "Siempre quise hacer una película de género. Quería contar mi historia en el contexto del terror. Pero cuanto más intentaba desarrollar una película de terror, más drama surgía. Queríamos alejarnos un poco del realismo e intentar construir un mundo estéticamente interesante", añade con la ligera sospecha de haberlo conseguido.

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