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“El acontecimiento”: retrato del infierno del aborto clandestino en la Francia de los años 60

Después de alzarse como justa ganadora del León de Oro en Venecia, aterriza en salas “El acontecimiento”, adaptación de la novela de Annie Ernaux dirigida por la cineasta Audrey Diwan
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Annie Ernaux tenía 23 años cuando rompió el certificado de embarazo que recibió pocos días después de acudir a una consulta médica por una molestia prolongada en el estómago y a sabiendas del retraso que experimentaba desde hacía semanas. Era 1963 y en Francia el aborto estaba prohibido y penado con cárcel también para quienes tuvieran la osadía de participar del proceso en forma alguna. El derecho de las mujeres a la hora de decidir sobre su propio cuerpo o sobre la íntima gestión de su vida sexual constituía un elemento que directamente no se contemplaba, por lo que no resulta del todo difícil imaginar la pesadillesca travesía clandestina a la que se vio abocada la escritora, quien desde el primer momento tuvo claro que terminar sus estudios de literatura en la Universidad de Ruan (Normandía) y vincular su destino profesional al de las palabras era su máxima prioridad.
“Una especie de aura rodea los meses siguientes. Me veo a mí misma caminando sin parar por las calles. Cada vez que pienso en ese periodo de mi vida, me vienen a la cabeza expresiones literarias como “la travesía de las apariencias”, “más allá del bien y del mal” o, también, “el viaje al final de la noche”. Siempre me ha parecido que todas estas expresiones reflejaban muy bien lo que viví y experimenté entonces, algo indecible y de cierta belleza. Llevo años dándole vueltas a ese acontecimiento de mi vida. Cuando leo en una novela el relato de un aborto, me embarga una emoción sin imágenes ni pensamientos, como si las palabras se transformaran instantáneamente en una sensación violenta”, detalla la autora en uno de los pasajes de la obra que escribió para relatar la complejidad y el trauma que conllevó el proceso.
Con el firme propósito de convertir la barrera de lo imaginado en el terreno de lo visto -y por extensión de lo constatado- y después de haberse convertido en la sexta mujer en la historia del certamen galardonada con el León de Oro en la pasada Muestra de Venecia, la cineasta y periodista de origen libanés Audrey Diwan estrena ahora en salas españolas su película “El acontecimiento”, adaptación de la novela homónima en la que Ernaux relata su particular y agónico descenso al horror punitivo y desesperado del aborto repleto de soledad. Durante su reciente estancia en Madrid con motivo del estreno, la directora confesaba en entrevista con este periódico los temores iniciales que cualquier adaptación conlleva: “cuando me asusté por haber tomado la decisión de adaptar una novela de Annie Ernaux era demasiado tarde. Lo que a mí me interesaba esencialmente era adaptar una de las dos partes que componen la obra, la más íntima basada en el diario de ella. Traer esa historia al presente. Me parece además que es una historia, que a pesar de lo que muchos crean, sigue siendo muy actual aunque transcurra en los años 60, También me interesaba el tema del transfuguismo social del personaje, esa búsqueda de libertad de la protagonista”, señaló.
Diwan quiso subrayar también, sin renunciar a cierto grado de indignación en el gesto, la triste contemporaneidad que inunda hoy en día una cuestión como el aborto: “La realidad es que esta cuestión todavía no está resuelta en muchos países del mundo, incluso en países europeos. Y hay una cosa que me gusta especialmente de la cinta relacionada con la capacidad de decisión de Annie y es el comienzo, por eso decidí que la película también empezaría en ese mismo punto: cuando la ya ha tomado la decisión, lo tiene muy claro. En ningún momento duda del aborto. No le importa la mirada con que la sociedad la mire, ya lo tiene decidido”.
La explicitud con la que se muestran las escenas del aborto clandestino -incluyendo el que ella misma intenta practicarse ante la desesperación del momento- han catapultado la cinta de Diwan a la categoría de “crudo relato” o “narración abrumadora” y provoca que las mujeres que nos sentamos frente a la pantalla para introducirnos de forma inmersiva en esa Francia de los sesenta, en la cabeza de esa heroína involuntaria, en esa residencia femenina de estudiantes en donde las chicas viven su sexualidad de una manera natural pero sumamente discreta, recatada, casta, no podamos evitar retorcer nuestras piernas, apretar nuestras manos, encoger la capa más sólida de nuestras articulaciones, cuando las imágenes se convierten en un absoluto espejo del horror. Lo peor en cambio, tal y como indica la directora, no es el cuerpo, sino el miedo. “El patriarcado es quien impone la ley y esa ley genera miedo. No creo que aquí haya buenos y malos, excepto ese médico odioso, simplemente hay gente que tiene mucho miedo de sufrir las consecuencias de ayudar a alguien a abortar. Esa vertiente de thriller, de suspense intimista con dimensiones políticas me atraía mucho pero también hay sensaciones, emociones físicas. Hay una frase en el libro, que da escalofríos, que viene a decir “el tiempo cesó de ser esa sucesión de segundos, horas y días para convertirse en algo uniforme creciendo dentro de mí” y expresa exactamente esa sensación del cuerpo extraño”, comenta.
En el caso de Anamaria Vartolomei, la contenida y punzante actriz que da vida a Annie, cuya fisicalidad traspasa la pantalla, la realización de esta película ha supuesto, tal y como ella indica, un aumento de la implicación personal en la legalización del aborto ya que «me ha abierto los ojos sobre lo que es un aborto clandestino. Si me lancé a hacer este papel fue también porque me parecía una oportunidad para iluminar, para poner el foco sobre una cuestión que realmente está muy dentro de mi corazón como lo es la legalización del aborto en muchos países donde sigue sin serlo». El consciente y reivindicativo retrato de la sexualidad femenina en la década de los sesenta es otro de los pilares narrativos de la cinta y uno de los más esenciales subterfugios por los que logran escaparse elementos como el deseo, la fuerza, la libertad o la esperanza. “Es una dimensión que me parece muy reivindicable porque a mí siempre me ha interesado la sexualidad femenina. Sin embargo, me parece poco representada en general el cine, en las imágenes que vemos. Lo que hemos hecho en la película es apostar porque la sexualidad aparezca progresivamente, no de golpe. Si te das cuenta, aparece cuando el personaje está preparado. Pero es algo, como digo, que no ha explorado mucho yo creo y me interesaba también ofrecer esta visión en una época, principio de los años 60, donde la sexualidad femenina no existía porque no se tenía para nada en cuenta. Por eso me parecía necesario e interesante hacerlo justamente en ese ambiente”, señala.
Asegura Diwan que si algo tenía claro cuando empezó a pensar en la génesis de la película era que tenía que llegar hasta el final. “Era muy consciente de que tenía que tener absoluta libertad para hacerla. Era mi segunda película y desde el principio hablé con el productor y le dije mira, tengo que llegar hasta el final porque si no lo hago y esta película no gusta, no tiene éxito, no voy a hacer una tercera. Se acaba aquí. De hecho, si se observan con un poco de detalle las estadísticas es increíble la cantidad de mujeres que hacen una primera película, después una segunda y con suerte una tercera, pero a partir de esa cifra todo baja considerablemente, se desinflan. Hay muy pocas que pueden continuar labrándose una carrera como directoras”. ¿Hay recompensas? “En realidad la industria está perdiendo el miedo a que las mujeres hagan proyectos. Si te fijas, solo una cuarta parte de los realizadores en Europa son mujeres, pero poco a poco la industria cinematográfica está aceptando que las mujeres presentes proyectos diferentes, fuera de lo normal. Y desde luego espero que este año de mujeres anime a que esto siga así, por este camino, y se sigan presentando propuestas distintas hechas por mujeres y lo más importante, que se conviertan en realidad”. “El acontecimiento”, por fortuna, ya lo es.