Crítica de "Misericordia": el deseo y la muerte ★★★★ 1/2
Dirección y guion: Alain Guiraudie. Intérpretes: Félix Kysil, Catherine Frot, Jean-Baptiste Durand, Jacques Develay. Francia, 2024. Duración: 103 minutos. Thriller.


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“Es la fuerza del deseo. No hay que subestimarla”. En una película como “Misericordia”, tan alejada de los mensajes al uso, esas palabras, pronunciadas por unos policías locales más avispados de lo que parecen, serían algo así como una hipótesis de trabajo, una tesis que el cine de Alain Guiraudie lleva defendiendo desde títulos como la magnífica “El desconocido del lago” o este impecable “Misericordia”. Suerte de cruce imposible entre el “Teorema” pasoliniano y los thrillers criminales de provincias de Claude Chabrol, es este un filme sobre el deseo y la muerte, en el que el regreso de un joven al funeral de su antiguo jefe, en el pequeño pueblo de Saint-Martial, despierta la líbido de todos aquellos con los que se cruza.
Jerémie existe en relación a sus pulsiones, y el relato, que obedece a los cánones del procedimental clásico, se somete a ellas, por muy irracionales que estas sean. No parece que Guiraudie esté haciendo gran cosa con las formas de la narración, pero ese es uno más de los trampantojos de una película que, como su protagonista, oculta sus complejidades en una vaga apariencia de normalidad. Hay un crimen, y una coartada que va cambiando a cada confesión, confirmando la identidad del culpable que nadie quiere admitir. De ahí surge el sutil humor del filme, que emerge de una trama de ecos y repeticiones que encierran a su protagonista en la cárcel del deseo, propio y ajeno, y consolida el exacerbado nihilismo de “Misericordia”.
Otro personaje decisivo, un sacerdote que ronda a Jerémie en una extraña danza de seducción que le convierte en omnipresente, orbitando desde un confesionario en el que se obstina en ser pecador hasta un bosque cubierto de setas y cadáveres, nos avisa de que, si el apocalipsis está cerca, necesita de muertes accidentales, imprevistas, para sentirse vivo. El mundo es un infierno, y ese es nuestro acto de misericordia ante el prójimo: morir, tal vez desear.
Lo mejor:
El humor, la atmósfera malsana, la facilidad con que retrata la circulación del deseo.
Lo peor:
No siempre resulta fácil entrar en los códigos de una película que puede desconcertarnos.