Andrew Haigh, director del fenómeno de cine "queer" del año: “Me niego a que el sexo quede reducido al porno"
Andrew Scott y Paul Mescal protagonizan en "Desconocidos" fenómeno “queer” del año, sobre un artista que vuelve al hogar familiar años después de la muerte de sus padres
Quiere la casualidad que el director Andrew Haigh (Reino Unido, 1970) estrene su flamante “Desconocidos” en la misma semana en la que también llega a las carteleras “Secretos de un escándalo”, del maestro Todd Haynes. Alumno aventajado del responsable de “Velvet Goldmine” y “Carol”, Haigh bien podría considerarse su heredero contemporáneo más digno (también el más tierno), construyendo una sólida filmografía con lo “queer”, lo gay y las sexualidades no hegemónicas en el centro de su objetivo. Y así lo hace, con una brillantez exquisita y una delicadeza aterciopelada, en su nueva película, protagonizada a sexo, lágrimas y lametones por dos hombres de moda: Andrew Scott, el cura lascivo de “Fleabag”, y Paul Mescal, el Hércules irlandés célebre por “Normal People” y “Aftersun”.
“Llegados a este punto, todo es personal, incluso aquello que no lo parece tanto. Siempre que me relaciono con un material ajeno, tiene que ser con algo que entienda, que me importe. Esta película es mucho más personal que cualquier otra. ¿Por qué? Soy un director gay, que ronda los cincuenta años y que creció en los ochenta, tal y como el protagonista”, explica Haigh a LA RAZÓN sobre “Desconocidos”, basada en una novela de Taichi Yamada y que aquí se convierte en un desgarrador relato sobre la soledad. Ese abandono, aquí, tiene la cara de Scott, escritor huérfano desde una edad temprana que pasa por un bloqueo creativo y que, recién mudado a un edificio donde todavía no hay vecinos, descubrirá a uno joven y curioso, un Mescal roto por las adicciones.
“Creo que todo lo que haces en tu vida es una reacción a algo que ha ocurrido con anterioridad. Desde dónde decides vivir, a la ropa que eliges ponerte. El protagonista ha tenido una infancia complicada, y eso tenía que reflejarse también en cómo vive, desde sus relaciones de pareja hasta su casa”, apunta Haigh, sobre un filme que nos sitúa al protagonista regresando a la casa de sus padres (extraordinarios, Claire Foy y Jamie Bell), fallecidos cuando él era un niño, y que le pone a hablar con ellos, en un sentido juego de la suspensión de la incredulidad sin determinar si son fantasmas o solo recuerdos reprimidos. “Quería hacer una película sobre qué se siente estando solo. Cómo se percibe el mundo y cómo te percibes a ti mismo cuando estás solo. Así que trabajamos mucho con puertas, con umbrales y ventanas, esas capas artificiales desde las que los personajes hablan. También lo trabajamos desde el sonido, construyendo escenas donde solo se percibiera el ruido de lo que no hace ruido, eso que invita a que a uno se le caiga la casa encima. La película es eso, una persecución filmada a la sensación de soledad”, añade clínico el director.
"Quería hacer una película sobre qué se siente estando solo. La película es eso, una persecución filmada a la sensación de soledad"Andrew Haigh, director de "Desconocidos"
Esa soledad, reflejo increíblemente realista del hombre contemporáneo aunque a Haigh le haya dado por vaciar la película de móviles o referencias temporales explícitas, se interrumpe de golpe por la relación que se establece entre el protagonista y su vecino y que, en “Desconocidos”, se da a través de escenas de sexo tan románticas como explícitas, tan amorosas como espontáneas, el ejercicio mismo de escapismo léxico perfecto a lo que cabe entre follar y hacer el amor: “Me acerco al sexo, y al sexo gay en concreto, desde la misma perspectiva de siempre. Es el mundo el que ha cambiado, se ha vuelto más abierto y tolerante y, sobre todo, se ha vuelto más oral, más demandante. La gente, por ejemplo, habla abiertamente de las escenas de sexo de esta película, no es un tabú o una cosa oculta por los actores o la promoción. Personalmente, solo pienso en el sexo si tiene sentido para la película, para desarrollar a los personajes”, explica el responsable de “Weekend”, “Lean On Pete” o la excelente serie “Looking”, de HBO.
Y sigue, sobre la evolución del sexo en el cine, esa que pasa por todo un cuarentón como Henry Cavill, el mismísimo Superman, diciendo que es innecesario, o grupos de espectadores muy jóvenes (y no necesariamente conservadores) que se oponen a los genitales en pantalla: “En estos últimos años, ha habido muchas escenas de sexo que se dejaban sentir como una explotación de los cuerpos, de la carnaza y del morbo, no como actos conscientes y relevantes, solo una exposición voyeurista. Muchos jóvenes no se sienten cómodos viendo ese sexo, porque el otro que han visto es el del porno y se parece a ese. No tiene sentido para ellos, es completamente normal. Pero si me preguntas a mí, no puedes hacer películas sin sexo, porque el sexo es parte de la vida vida. Si no muestras el sexo, en tu película sobre relaciones humanas, estás obviando una parte grande de nuestra convivencia, y tienes que ser consciente de ello, aunque luego decidas no mostrarlo. Me niego a que el sexo en el cine quede reducido al porno. No podemos cederle toda esa responsabilidad y ese derecho cinematográfico”, sentencia elocuente.
"No puedes hacer películas sin sexo, porque el sexo es parte de la vida"Andrew Haigh, director de "Desconocidos"
Solo así, Haigh consigue levantar en “Desconocidos” una de las películas más bellas de los últimos tiempos y, solo así, lo puede hacer mostrando una eyaculación en primer plano. Pero, por supuesto, el fluido más importante para que la película funcione desde lo sentimental y lo sentimentaloide, sale de los ojos: “Los momentos más brillantes, más importantes de la película, son sobre la vulnerabilidad. Cuando ves emoción y estás sintiendo, es porque alguien se está dejando ver. Para mí, todo pasa por crear un ambiente para que los actores puedan estar así de cómodos. Es mucho más que leer frases ante un montón de luces. Y todo eso pasa por la confianza, por explicarles bien qué quiero contar y abrirme con ellos antes de llegar a rodar. Tienen que creer en ti y en la película, sentir que no les vas a traicionar”, confiesa, preguntado por las escenas que comparten Scott y sus padres en la ficción, un Foy y una Bell que parecieran haberse pasado por allí solo para destrozarnos y marcharse con los muertos.
“Desconocidos”, que apela a la universalidad por magnificencia y que ha devenido en fenómeno viral de cine "queer" por unos actores que son capaces de levantar pasiones a propios y extraños, es la obra maestra de Haigh, una demostración de sensibilidad detrás de la cámara que, como él mismo explica, solo se puede conseguir a través del desnudo integral del ego: “Al final, no se trata de hacer una película autobiográfica, sino de que esta tenga una conexión con la realidad, una toma a tierra. La premisa es ciertamente extraña, por lo que teníamos que llegar al espectador a través de la honestidad. Eso lo hice poniendo parte de mí en la historia”, se despide.