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«1984»: el mito de George Orwell que se cumplió en el siglo XXI

Dorian Lynskey analiza génesis de esta obra en un mundo donde las Fake News, la «narrativa» y los «hechos alternativos» están vigentes
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La prueba quizá más evidente fue el triunfo del Brexit o la victoria de Donal Trump. Cuando en enero de 2017, el polémico norteamericano prestó juramento como presidente número 45 de los Estados Unidos, su secretario de prensa describió a la multitud más pequeña de lo esperado como «la audiencia más grande que jamás haya presenciado una toma de posesión». Cuando se le pidió que justificara esta evidente falsedad, la asesora del presidente, Kellyanne Conway, se refirió a ella como «hechos alternativos». Durante los siguientes cuatro días, las ventas de «1984» de George Orwell se dispararon, pese a haberse publicado originalmente casi 70 años antes. ¿Por qué tanta necesidad por releer esta obra maestra distópica?

Un gran libro

Este fue el punto de partida con el que Dorian Lynskey comenzó su investigación. Y las conclusiones se recogen ahora en el «Ministerio de la Verdad», donde se traza la vida de uno de los libros más influyentes del Siglo XX, una obra que es cada vez más relevante en esta tumultuosa era de «noticias falsas» y «hechos alternativos». El periodista británico investiga las influencias que confluyeron en la escritura de «1984», desde las experiencias de Orwell en la guerra civil española, el Londres de la Segunda Guerra Mundial, hasta su fascinación por la ficción utópica y distópica. Lynskey explora el fenómeno en que se convirtió la novela cuando se publicó por primera vez y las formas cambiantes en que se ha leído desde entonces, revelando cómo la historia puede orientar a la ficción y cómo la ficción a su vez puede influir en la historia.
«1984» se publicó el 8 de junio de 1949, con aclamación y alarma instantáneas. Su autor murió menos de ocho meses después a la edad de 46 años. Para Orwell, el libro era nada menos que una «obsesión», aseguró Lynskey a la prensa británica en la presentación de libro. «No se habría esforzado tanto para terminarlo si hubiera sido meramente ficción. Desde el principio, fue su forma de dar sentido a los regímenes totalitarios que atormentaban a Europa: la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin», matiza.

La neolengua

El libro tiene dos partes: la primera sobre la concepción de «1984» y la segunda sobre sus consecuencias. La primera parte repite material de los voluminosos comentarios sobre Orwell ya impresos. Pero hay un capítulo sobresaliente sobre la vida y muerte de Yevgeny Zamyatin, el autor de la anti utopía «Nosotros», de la que Orwell ha sido acusado a menudo – «justamente», piensa Lynskey– de plagio. Para el autor, «1984» fue «la primera novela distópica escrita con pleno conocimiento de que la distopía era real». «Las frases que inventó Orwell eran brillantes e inolvidablemente nuevas: Gran Hermano, doble pensamiento, Neolengua, la Policía del Pensamiento, pero todas eran exageraciones satíricas del totalitarismo existente», matiza.
Los lectores detrás del Muro de Berlín, donde el libro fue prohibido y la posesión de una copia de contrabando podría conducir a una sentencia de prisión, ciertamente no lo clasificaron como ficción. Descubrieron que los conceptos de Orwell eran demasiado relevantes para sus propias vidas restringidas. En este sentido, Lynskey argumenta que toda gran distopía existe en ese «desconcertante territorio entre la realidad y la ficción».
Cuando los críticos describieron la novela de Margaret Atwood, de 1985, «El cuento de la criada» como ciencia ficción, la autora respondió que todo lo que ocurrió en su teocracia del futuro cercano de Gilead –protagonista ahora de la exitosa serie de televisión– ya había sucedido en el pasado de Estados Unidos, o todavía estaba sucediendo en el presente de otra persona. Todo lo que hizo fue transportar estos horrores a un escenario cercano a la década de 1980 para incomodar a sus lectores.
Es por eso que Orwell ambienta «1984» en Londres, la capital de un país que ha sido rebautizado como «Airstrip One», en lugar de en una tierra ficticia. Se basó en sus propias experiencias, trabajando para la BBC durante la guerra y viviendo en el Londres de posguerra destartalado por los bombardeos, para crear una versión del totalitarismo que era demasiado cercana para su comodidad. Cuando se publicó originariamente hace más de 70 años, se comparó con un terremoto, un paquete de dinamita y la etiqueta de una botella de veneno. Hoy en día, todavía puede generar una sacudida aterradora, especialmente cuando recuerdas que gran parte se extrajo de la vida real y no de la imaginación de Orwell. «Cualquiera que lea “1984″ hoy no debería verlo como una profecía ni simplemente como una obra de ficción, sino como una advertencia «, matiza Lynskey. El propio Orwell dijo que la moraleja que se puede extraer de «esta peligrosa situación de pesadilla» era muy simple: «No dejes que suceda. Depende de ti».
EL ESCRITOR POLITIZADO
Se publica un libro que examina la concepción y el contenido de un libro hoy plenamente vigente de George Orwell, «1984», todo un mito literario.
Por Toni MONTESINOS
Para George Orwell (1903-1950), la literatura fue política, la política fue literatura, y como todo polemista o denunciador de asuntos relevantes para la historia contemporánea, cosechó tantos detractores como admiradores, muy especialmente en torno a esta delicada relación entre lo político y lo artístico, sus fronteras y retroalimentaciones. Multitud de críticos y escritores cuestionaron sus ideas vehementes y cambios de perspectivas políticas, pero lo cierto es que su obra, la narrativa, perdura gracias a la novela donde apareció en su apogeo el concepto de Gran Hermano, tan actual, «1984». Orwell fue un intelectual molesto para los políticos de toda ideología, y él mismo se describió como un nido de «incoherencias y contradicciones», marcado de manera clara por su espíritu antiimperialista, antifascista y antiestalinista; un hombre «de izquierdas por convicción, de derechas por temperamento».
Intersección cultural
Pero, en todo caso, con su antiutopía futurista, publicada en 1949, consiguió vaticinar la sociedad censora, el Estado controlador y la neolengua de los medios y los gobernantes. Un mérito que ha estudiado de forma notable, en «El Ministerio de la Verdad» (traducción de Gema Facal Lozano), Dorian Lynskey (Norwich, 1974), periodista musical y escritor especializado en la intersección entre cultura popular y política.
Analizando su decisión de ir a luchar en la Guerra Civil Española, y antes biografiando su vida y exponiendo las influencias que fueron vitales para la escritura de «1984», como la obra de H. G. Wells, Lynskey va explicando cómo el desencanto de Orwell frente al hecho de que la hipocresía política podía derivar en inmoralidad colectiva. De ahí que en la segunda parte del ensayo, que parte desde la muerte del narrador, exponga aspectos significativos de nuestra vida política y cultural hasta un presente en el que se usan conceptos orwellianos como «policía del pensamiento», «doblepensamiento» o «nuevalengua».
Tal vez una obra como esta, con la sempiterna alusión a que vivimos ya el mundo del Ministerio de la Verdad ficticio de Orwell –una estructura piramidal de cemento donde se leen con claridad las consignas que hacen referencia al único Partido–, avive la lectura de «1984», que como todo gran clásico se ha convertido en una referencia culta, y también popular, pero que pocos leen de verdad en profundidad. Dice Lynskey que fue en la contienda armada donde Orwell vio ese mundo de pesadilla consistente en despreciar la realidad objetiva y en reescribir el pasado. Es hora de penetrar, más allá de sus tópicos sociológicos, en el texto en sí, escrito desde 1945 a 1948 con bastantes dudas a tenor de sus borradores y proceso lento.
«El Ministerio de la Verdad», de Dorian Lynskey. Editorial Capitán Swing. 416 páginas. 25 euros
▲ Lo mejor
Cómo el autor explica la influencia que ha tenido la novela
▼ Lo peor
Tal vez Lynskey podría haber abordado más las voces que criticaron sin ambages a Orwell