Crítica de "Presence": yo fui un fantasma angustiado ★★
Director y fotografía: Steven Soderbergh. Guion: David Koepp. Intérpretes: Lucy Liu, Chris Sullivan, Callina Liang, Julia Fox. Estados Unidos, 2024. Duración: 85 minutos. Drama.


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He aquí un ‘high-concept’ que agota sus potencialidades expresivas cuando la historia que cuenta no está a la altura. Expliquémonos: es una gran idea rodar una película de casas encantadas desde el punto de vista del fantasma. La cámara representa, pues, la presencia del título. Eso tiene varias implicaciones. La primera, que, en un quiebro propio de las narrativas videolúdicas o de un programa de realidad virtual, el fantasma somos nosotros, los espectadores. Es un hallazgo interesante, en la medida en que somos espectadores con poder de intervención en el espacio del relato. Estamos y no estamos, condenados a existir en un estado intersticial.
La segunda, que, como afirma la médium que visita la casa a mitad del metraje, los fantasmas son energías que existen simultáneamente en el pasado y el presente, cualidad que abre la narrativa del filme a que juegue a los malabares con la temporalidad de lo que cuenta. La tercera es puramente formal: Soderbergh -que es un tecnófilo de pro, que siempre hace de operador de cámara (bajo el seudónimo de Peter Andrews) y que confía en las infinitas posibilidades del digital (es experto en filmar con Iphones)- tiene en sus manos la oportunidad de materializar ese punto de vista fantasmal en una cámara flotante, que levite, que se descentre, que realmente represente la mirada de una otredad invisible.
El problema más grave de “Presence” es que no consigue ese desplazamiento estético, ese extrañamiento de la perspectiva (más allá de un serpenteante gran angular), porque la cámara reacciona como un personaje, como si tuviera ojos. A ello le acompaña que el relato discurre por cauces de lo más previsibles: se siembran las pistas, algunas de ellas falsas, pero pronto queda claro que el giro de guion le dará un papel al fantasma (ergo a nosotros) que eleve su categoría moral.
“Presence” no es tanto una película de terror como un drama familiar con sorpresa dentro, pero, en ese contexto, el sentido último de su dispositivo pierde fuerza. De inmediato pensamos en “A Ghost Story”, el memorable poema fílmico de David Lowery, en el que un fantasma clásico -es decir, con sábana- observaba el duelo de su esposa -y, luego, la historia del mundo- sin que la simplicidad del relato entorpeciera su dimensión lírica. Soderbergh no ha llegado a tanto: ha hecho un divertimento, pero se ha quedado corto.
Lo mejor:
La idea de hacer una película filmada desde el punto de vista del fantasma es atractiva.
Lo peor:
No aprovecha ni las singularidades estéticas de la idea ni apuesta por una historia que esté a su altura.