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Don Quijote, la locura del caballero

El hidalgo español es un cruce entre la literatura clásica y la imaginación de Cervantes, así como una reflexión sobre el idealismo y la realidad, el bien y el mal, el arte y la vida
larazon
La Razón

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«Yo sé quién soy –respondió don Quijote–, y sé que puedo ser, no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías». Así clama el caballero loco de Cervantes en el paroxismo de la búsqueda de su identidad. Aquí parece responder, como héroe de la mitología sapiencial, al imperativo y a las preguntas délficas sobre el conocimiento de lo que realmente se es y la manera de atreverse a serlo. El vuelco de la personalidad, entre locura y lectura, lo cambia todo.
En el principio fue la locura de un caballero rural, obsesionado por los libros de caballerías, que sale en busca de aventuras por los paisajes de La Mancha. Varias veces abandona su aldea y regresa por lo general molido o desencantado, habiendo fracasado en sus imaginarias aventuras, hasta que finalmente vuelve enfermo, recobra el juicio y muere. Dentro de este argumento lineal de un viaje externo e interno, el relato marco, se entrelazan numerosas tramas secundarias, novelas dentro de la novela, y niveles narrativos. Cervantes usa todos los recursos clásicos (pienso en Apuleyo), desde la narración enlazada al manuscrito descubierto o la autoría intrincada, en un complejo juego de espejos que se va complicando y adquiriendo vida propia.
En todo caso, a partir de la locura del hidalgo nada será igual en la historia de la literatura. El enfrentamiento quintaesencial del caballero contra la realidad, la muerte y el mal, en una partida de ajedrez perdida de antemano, causó una cascada imparable. Se prefirió, en lo moderno, buscar la interpretación romántica, idealista o simbolista del mito y del personaje en un caso único de desdoblamiento e independencia de un mito literario que absorbe a su inventor. Casi se podría discutir qué fue antes, si creador o criatura, pero el viaje del héroe enloquecido es claramente arquetípico. Sublime era la locura para los antiguos, como la manía en Platón, con sus cuatro divinidades inspiradoras –o la melancolía aristotélica de los genios–, y existen para Don Quijote ilustres precedentes de héroes enloquecidos. Personajes desmesurados de la tragedia y el mito griego, como los locos Heracles, Áyax o Penteo, cegados por la oscura «manía», o el Orestes fustigado por las furias, rozan la sublimidad del arte y el abismo de hazañas que se tornan crímenes. Por no hablar de «Orlando furioso» y de tantos y tantos héroes de la materia de Bretaña, en pos de aventuras místicas o amorosas, del Grial o de la Dama, que cantan su locura en las soledades. Pero la locura del Quijote lo cataliza todo, es radicalmente transformadora para el arte y la vida, como indago en un libro reciente («Las máscaras del hidalgo», Madrid 2022).
Parodia contemporánea o precedente a la del «Quijote» puede ser el «Entremés de los romances», en el que un labrador enloquece por la lectura de estos poemas épicos. Pero las cuestiones filosóficas que plantea Cervantes, entre lo platónico y lo real, la tragedia y la comedia, convierten su obra en algo mucho más grande que una parodia de las ficciones anteriores de la andante caballería: es el mayor de los mitos hispánicos. Si la novela fue leída al principio como sátira o parodia didáctica, pronto pasó a representar una búsqueda arquetípica del sentido en las muy diversas lecturas que remontan al prerromanticismo anglosajón y centroeuropeo. Se diría que el «Quijote» fue una aventura sorprendente para su propio autor, que emprende un viaje paralelo al de su hidalgo.

Vericuetos misteriosos y fascinantes

Y es que seguramente Cervantes no era consciente de los vericuetos misteriosos y fascinantes por los que iba a transitar cuando emprendió su primera salida en 1605. El «Quijote» se ha metamorfoseado de forma infinita, no solamente desde sus fuentes, sino incluso por mediación de todos los que han leído esta obra y la han teñido de subjetividad filosófica, cómica, romántica, política o postmoderna. Las hazañas de su hidalgo han triunfado finalmente a la muerte en una recreación continua e incesante, celebrada a lo largo de la historia en las muchas versiones literarias, musicales o fílmicas, en todo el orbe, desde el mundo inglés, francés y alemán, donde se reciben mito y arquetipo con entusiasmo ya desde el propio siglo XVII, hasta la cultura rusa, china o japonesa. Es, sin ningún tipo de duda, la figura arquetípica española más universal, el mito hispánico por excelencia, la más grande aportación de nuestra cultura a la humanidad.