Ceaucescu, vivir como un millonario y con un millón de muertos
Mientras su pueblo padecía hambre, el dictador rumano disfrutaba la «dolce vita», en palacio, con todos los lujos
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Cuentan que Fidel Castro se quedó helado cuando supo que Ceaucescu había sido ejecutado como colofón a la revolución anticomunista rumana. El dictador caribeño se alegró de haberse negado a iniciar una perestroika cubana, como sugirió Gorbachov. Su solución fue apretar la represión para aguantar hasta morir en la cama. Ceaucescu no tuvo esa suerte. Estuvo en el poder 24 años. Había asumido el Gobierno en 1965 tras la muerte de Gheorghiu-Dej. Nueve años después se hizo con la presidencia de la República, convirtiéndose en el Conducator, el guía del pueblo rumano. La fórmula era un nacional-comunismo, dos ideologías en una que permitían concentrar todo el poder en su persona. Los intelectuales orgánicos le definieron como «príncipe encantador», «estrella de la mañana» o «visionario».
Vivió como un millonario, lo que es un clásico en los dictadores comunistas. Al tiempo que el pueblo rumano moría de hambre por la desastrosa política económica, Ceaucescu disfrutaba de la dolce vita. Para pasmo general, en mitad de una crisis de nutrición de los rumanos modificó Bucarest para construir su Palacio de la Primavera con todos los lujos: catorce mil metros cuadrados que incluían un cine, un búnker, una piscina cubierta, invernadero, lámparas de cristal de Murano, mármol natural, grifos de oro y todo tipo de detalles propios de un dictador hortera.
El régimen se mantenía gracias a la represión a cargo de la Securitate, la policía política fundada en 1948 por asesores de la rusa NKVD. Aquel cuerpo represor contó con 20.000 agentes y un millón de soplones y espías por el país. Ceaucescu copió el modelo soviético también con una red de 24 prisiones. El resultado no podía ser otro que medio millón de asesinados desde 1946, y muchos más los represaliados. Viajó a la China comunista y quedó fascinado con la Revolución Cultural: una limpieza social, una ideología convertida en religión, y el culto al líder como a una deidad. Volvió a Rumanía y escribió el «Libro Rosa» a imitación del «Libro Rojo» de Mao. Depuró el partido, el ejército, la administración y la intelectualidad. Admirador también de Corea del Norte pensó en su hijo Nicu como sucesor.
¿Cómo no levantarse contra tal infamia? Las protestas por las condiciones de vida estallaron en los años 80 en Iasi y Brasov. A cada protesta seguía una represión mayor, con desapariciones, asesinatos y encarcelamientos. El asunto se les fue de las manos en Timisoara, a mediados de diciembre de 1989, cuando la policía, la Securitate y el Ejército reprimieron unos disturbios contra la dictadura. Se estima que un centenar de personas fueron asesinadas. Ceaucescu intentó entonces enfrentar a los rumanos entre sí, lanzar a los trabajadores de Oltenia contra los paisanos de Timisoara el 21 de diciembre, pero fracasó porque se unieron. Al ver la situación Elena, esposa del dictador, soltó: «Matadlos y a una fosa común, que no quede ni uno de esos obreros». Ceaucescu los llamó «gamberros antisociales» y «fascistas» y ordenó a los militares que disparasen contra la población. En otra muestra de desprecio, el dictador prohibió que se enterrara a sus víctimas.
Los sucesos de Timisoara fueron silenciados por la prensa oficial, pero los rumanos los fueron conociendo gracias al boca a boca y a emisoras extranjeras. El 21 de diciembre el dictador quiso darse en Bucarest un baño de masas para demostrar que tenía el apoyo de los rumanos. Convocó a la gente frente al Comité Central, pero en lugar de aplaudir, protestó. Mandó a la policía y al ejército que disparasen a la multitud. A la mañana siguiente, una imponente manifestación tomó la ciudad.
Los Ceaucescu huyeron en helicóptero mientras Bucarest era un lugar en guerra. Mientras, Gorbachov respaldó al nuevo Gobierno presidido por Ion Iliescu. Nicolae y Elena fueron detenidos y juzgados el 25 de diciembre. Ante las preguntas, la esposa del dictador decía a su marido: «Nicolae, ¿cómo permites que te hablen así?». Fueron declarados culpables de genocidio, corrupción, evasión de capitales, y de destrucción de la economía. La sentencia fue la muerte. Fueron fusilados mediante ráfagas de AK-47. Parece ser que Ceaucescu murió gritando: «¡Viva la Rumanía socialista, libre e independiente! ¡Muerte a los traidores! ¡La historia me vengará!». Uno de los soldados que fusilaron al matrimonio, confesó años después que el dictador «se levantó un metro del suelo al recibir los disparos». Sin embargo, dijo, Elena tardó en morir. «Hacía unos movimientos macabros», y tuvo que rematarla de un disparo. Fidel Castro oyó esta historia con atención y dio un vuelta de tuerca a su dictadura.