España, el Álamo y la independencia de Texas
Son muchos los vínculos que unen a la revolución texana de 1835 y la defensa de la antigua misión de El Álamo, en San Antonio, con España y su presencia en Texas, entonces en los inhóspitos confines del Imperio
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La historia de la misión de El Álamo y su defensa por parte de los rebeldes texanos al mando de William Travis, James Bowie y Davy Crockett en marzo de 1836 frente al ejército mexicano del general Santa Anna está ligada por múltiples resortes a la prolongada presencia española en Texas. Ubicada en los confines septentrionales de la América hispánica, esta región vasta, inhóspita y escasamente poblada no despertó interés en las autoridades de Nueva España hasta los albores del siglo XVIII, cuando el temor a que los colonos franceses de Luisiana se asentasen en ella llevó al virrey Fernando de Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares, a autorizar el establecimiento de colonos españoles en la región. En 1716, encomendó a Martín de Alarcón, gobernador de Coahuila, que penetrase en Texas y fundara un asentamiento en colaboración con el franciscano Antonio de Olivares, un octogenario aunque incombustible misionero que había visitado la región en 1709 y conocía el lugar idóneo para el nuevo núcleo, un paraje conocido por los indios payaya como Yanaguana, «aguas refrescantes», junto al río San Antonio. Así nacieron, a mediados de 1718, la villa de San Antonio de Béxar, el presidio militar del mismo nombre y la misión de San Antonio de Valero, que con el paso de los años pasaría a ser conocida popularmente con el nombre de El Álamo.
No fue fácil encontrar pobladores para el asentamiento. Estos llegaron, en su mayoría, procedentes de las islas Canarias, azotadas por hambrunas que hacían precaria la subsistencia en el archipiélago. Felipe V autorizó en 1729 un plan presentado por el marqués de San Miguel de Aguayo y ordenó a los cabildos isleños que hiciesen público el ofrecimiento a los vecinos para embarcarse con rumbo a las Indias. Los primeros en presentarse fueron siete familias de Lanzarote, una de La Palma, otra de Tenerife y una familia y un soltero de Gran Canaria, que zarparon para América el 27 de marzo de 1730. Tras una escala en La Habana, desembarcaron en Veracruz a mediados de julio y emprendieron por tierra un arduo recorrido de ocho meses hasta San Antonio, donde llegaron el 9 de marzo de 1731. La villa continuó creciendo en los años siguientes con la llegada de nuevos emigrantes y se convirtió en el mayor asentamiento y la capital de la provincia.
Varios descendientes de los colonos canarios, como Juan Seguín y José Antonio Navarro, desempeñaron un papel prominente en la lucha por la independencia de Texas. Seguín fue alcalde de San Antonio, sirvió como capitán en la defensa de El Álamo, a la que sobrevivió porque Travis lo envió como mensajero fuera del recinto, y combatió en la decisiva batalla de San Jacinto, en la que el ejército de Santa Anna fue derrotado y el general mexicano, hecho prisionero. Navarro integró la convención que proclamó la independencia de Texas y fue congresista en el parlamento de la república. Una de sus sobrinas se había casado con otro de los célebres defensores de El Álamo, James Bowie, y varios de sus parientes se encontraban en la misión en el momento del asalto, aunque sus vidas fueron respetadas por las tropas mexicanas al tratarse de no combatientes.
Las alianzas entre hispanos y anglosajones eran frecuentes durante los veinte años que transcurrieron entre la lucha entre realistas e independentistas y la Revolución texana, y otro tanto se puede decir de los cambios de bando. En 1813, cerca de San Antonio, se produjo, en el curso de la guerra de independencia de México, la batalla más sangrienta de la historia de Texas. Las fuerzas españolas, entre cuyas filas se encontraba un joven teniente llamado Antonio López de Santa Anna, derrotaron junto al río Medina a una fuerza insurgente integrada por hispanos –entre ellos, el mencionado José Antonio Navarro– y filibusteros estadounidenses al mando de José Álvarez de Toledo y Dubois, antiguo oficial de la Armada española y diputado en las Cortes de Cádiz que, tras encabezar a los rebeldes mexicanos en Texas, acabaría pasándose a las filas realistas y sería recompensado por Fernando VII.
Un papel clave
Su caso recuerda al de un prócer de la independencia texana, Lorenzo de Zavala, que representó a Yucatán en las Cortes españolas durante el Trienio Liberal (1820-1823) antes de regresar a México, donde tuvo un papel clave en la redacción de la Constitución de 1824. Aliado de Santa Anna durante los inicios de la presidencia de este, en 1835 rompió con él, desencantado con su centralismo, y abanderó la lucha por la independencia de Texas, de la que fue primer vicepresidente. Trayectorias en apariencia tan discordantes no fueron extrañas en un periodo en el que los cambios de régimen y de nacionalidad fueron constantes. México alcanzó su independencia en 1821, si bien San Juan de Ulúa seguiría en manos españolas hasta 1825 y el último intento español de recuperar la colonia se produciría en 1829. Apenas seis años más tarde Texas proclamaba su independencia, y en 1845, era anexionada por Estados Unidos.
Para saber más
Desperta Ferro Historia moderna
nº 57
68 páginas,
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