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El arpa más flamenco es el de Ana Crismán

La jerezana lo dejó todo por una intuición: hacer que este instrumento sonara a bulerías, guajiras y rondeñas. Un reto que logró con creces y del que ahora presume en “Arpa jonda”
La Razón

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Si hacemos caso a aquello de que de los cobardes no se acuerda nadie, podemos meter a Ana Crismán en la categoría de heroínas. Porque la historia está diseñada para los valientes. Para los que no se conforman con un puesto de funcionario “para toda la vida”. Para los que apuestan por sus sueños, o, si me apuras, ni eso: para los que, simplemente, se dejan llevar por una intuición, por una llamada casi del más allá. Cuando esta jerezana de 1983 dijo a los suyos que lo dejaba todo para cambiar de vida por completo, lo más suave que le dijeron fue “chalada”: “El ecosistema de tu gente te da la espalda”, asegura. Y es que atrás se quedaba todo eso que el capitalismo nos ha enseñado que es lo idóneo para ser una persona de “éxito”: la seguridad de un trabajo fijo, una ciudad importante como Granada, la pareja, los estudios de doctorado, su casa... Todo eso pasaba a formar parte del pasado de la vida de Ana Crismán porque, agárrense, había visto a un hombre tocar el arpa en Irlanda.
Ni más ni menos. Esa fue la epifanía que vivió la protagonista de esta historia durante un viaje en el extranjero. Pero es que ya saben que contra los deseos e impulsos del corazón no se puede luchar, y Crismán se “enamoro”, dice, de aquel instrumento. “Las cosas pasan cuando tienen que pasar y tenía la certeza de que si no apostaba por eso me iba a arrepentir”.
La por entonces funcionaria jamás había tocado un arpa, pero en Irlanda sintió que este era el más flamenco de los instrumentos. Y eso le encantaba. No había conocido a nadie que maridase un solo palo con sus cuerdas, pero en la cabeza de esta mujer el plan sonaba a seguiriyas y bulerías, entre otros. Ahora explica que no tuvo un momento de duda y lo apostó todo a esa intuición: “Empecé a tocar de forma autodidacta”. Era 2018 y solo un año después ya estaría subida a un escenario de Nueva York.
La carrera del arpa va muy deprisa. La gente lo quiere allá por donde va”. Pero no es el arpa en sí lo que hipnotiza al público, sino hacer que suene tan flamenco como la más flamenca de las guitarras. “Y no es que lo diga yo”, defiende Crismán: “Yo puedo tener un punto de vista subjetivo porque soy la que está dentro de esto, pero cuando lo dicen Tomasa la Macanita o Rancapino ya es otra cosa. Eso da garantía de que lo que haces es flamenco y no un sucedáneo porque son artistas de la parte más ortodoxa”. También enamoró a José Mercé, que fue verla y arrancarse a cantar, según comentó el propio artista. Flamenco puro “con la peculiaridad del arpa”, presenta la jerezana sobre “Arpa jondo”, el montaje con el que Ana Crismán llega este domingo a Madrid (Real Monasterio de Santa María de El Paular) dos años después de conquistar la Gran Manzana.
−¿Y eso de triunfar antes fuera que aquí?
−No importa el lugar. Todo llega a su tiempo. Lo que sucede es que, a veces, los extranjeros están más abiertos a acoger la vanguardia. No tienen ese margen de prudencia. Asumen más riesgos. Pero quiero entender como una casualidad que haya estrenado antes en Nueva York que en Madrid.
Crismán no le da vueltas al destino. Deja que fluya. Cuenta que el “si tenías la vida resuelta” se ha convertido en el estribillo de su vida, pero ella lo aplaca con las cuerdas del arpa, “un instrumento con una sonoridad y un eco propio en el que el flamenco encuentra su sitio”, define una mujer que desde su niñez vivió el duende en ese territorio flamenco por excelencia, Jerez. La música de La Plazuela y el barrio San Miguel, donde nació Lola Flores, la acompañaron durante toda su infancia y ahora rompe en este espectáculo que la tiene con la agenda completa. “No me puedo quejar”, apunta de un recital en el que hace “un recorrido por los estilos más comunes del flamenco”.
  • Dónde: Real Monasterio de Santa María de El Paular, Madrid. Cuándo: domingo 24 de octubre. Cuánto: entrada libre.