José Enrique Morente: «No me preocupa molestar, porque no va a ser siempre que le molesten a uno»
El hijo menor del clan publica su segundo disco, “El cante”, un trabajo en el que combina el cante antiguo y el Autotune
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Hacer música es sentarse en el quicio de la historia. Más todavía si uno pertenece a una dinastía familiar y a un arte antiguo. Pongamos que te apellidas Morente y haces un disco de flamenco. Escribes en el cable del equilibrista de la tradición, mirando hacia adelante, pero pensando en el pasado que sostiene tus pasos. Hay tanto por hacerse, la información es abrumadora y tan infinito el futuro como el pasado. Bien lo sabe José Enrique «Kiki» Morente Carbonell, hijo menor de Enrique Morente, que publica su segundo disco, «El cante», en el que trata de encontrar su camino, «intentando más que avanzar, aprender, aunque sea a golpes», dice Morente. El trabajo, en el que hay Autotune y cante antiguo, «parte de lo profundo y solo busca una cosa, pasarlo bien».
«Con mis inquietudes quiero encontrar mi sonido, mi flamenco. El primer disco fue de estilo clásico, claro, porque si no, me cortan las orejas... Pero en este hay un desarrollo», explica el artista de 31 años, que escucha todavía a su padre. «Sí. Siempre, siempre. Y aun así, meto la pata y le noto que me dice: ‘’no te pases’'. No tengo su consejo físico, pero sí tengo cuatro claves que me dejó. Como, por ejemplo, respetar siempre el arte y a la vez pasarlo bien. Y no preocuparse con molestar a los demás, porque alguna vez no va a ser siempre que vengan a molestarnos a nosotros». Nunca fue el objetivo de Enrique Morente, pero a menudo se veía en ese brete. «A mi padre le decían: ‘’Pero, Enrique, ¿cómo se va a tomar la gente este disco?’’. Y él siempre contestaba. ‘’¿Y cómo lo voy a saber? Que se lo tomen como quieran, con un cafecito o con un vinito’'. Y eso me lo dejó para siempre. Pero él no era partidario de empezar la casa por el tejado. le gustaba hacer las cosas poco a poco. Hacerlas de verdad y aportar el legado, los antiguos, el conocimiento», recuerda el cantaor, que fue al Museo del Prado a buscar inspiración para sus canciones igual que su padre se imbuyó de Picasso. Los títulos de sus nuevos cortes se miran en el espejo de Goya, aunque de forma más bien difusa: «Me encanta cómo representa Goya nuestra verdad, el flamenco y nuestra cultura. Él pintaba desgracias también, igual que el flamenco, las fatigas de la vida».
«El vito» es la canción clave del trabajo, en la que expresa su devoción por el cante antiguo y por el nuevo, el puente que busca tender y en la que canta junto a sus hermanas Estrella y Soleá. En ese corte los tres rinden homenaje a los antiguos maestros y al padre. «El flamenco tira de lo popular siempre, de los cantes que ya son clásicos, pero al mismo tiempo es un arte de la calle. Tiene que estar cerca de la gente. Y yo pienso que quizá con una sonoridad diferente se le pueda acercar a mi generación. Pero no pienso en que esa sea mik tarea. Si sucede, estará muy bien, pero el propósito de este disco era olvidarme de todo eso y divertirme. Eso era lo importante, darle color». Kiki Morente reconoce que no sabía ni utilizar el Autotune cuando se puso a utilizarlo. Por eso se apoyó en el productor del disco, Enrique Heredia, «El Negri» (componente de La Barbería del Sur) y todavía más en Antonio Narváez, responsable del sonido de Dellafuente, uno de los nuevos valores de la música urbana. Finalmente, aportaron su saber al trabajo Jaime Beltrán (Pájaro Jack) y José Romero, también apegado a las nuevas tendencias. Todos, en el delgado cable del equilibrista que separa el pasado del futuro.