Carme Portaceli recomienda: «‘‘La casa de los espíritus’’ es una lección de tolerancia»
La directora teatral, que presenta este título en el Español, se define como una «enamorada» de la obra que encumbró a Isabel Allende
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Tenía millones de libros para elegir, pero Carme Portaceli se detuvo en uno que, cuentan desde dentro del Teatro Español, «la tiene fascinada»: «La casa de los espíritus». El mismo título que dirige estos días en el coliseo madrileño de la plaza Santa Ana y que firmó la escritora chilena Isabel Allende en 1982 como su debut literario. Un «boom» con todas las letras que terminó explotando una década después con la versión cinematográfica en la que se unieron Jeremy Irons, Meryl Streep, Glen Close, Winona Ryder y nuestro Antonio Banderas.
Sin embargo, Portaceli pasa de aquella incursión en la gran pantalla para contar las mil y una maravillas del original, donde, bajo el halo del realismo mágico, se narran las peripecias de cuatro generaciones de una familia mientras su país, Chile, va soportando todo tipo de envites, golpe de Estado de Pinochet incluido.
–Me chivan que la novela la tiene pillada.
–Son muchos años desde que pensé en hacer esta obra, pero nunca encontraba el momento oportuno para levantarla porque no es fácil el montaje. Requiere tener un gran apoyo en la producción.
–Dice que de las 71 piezas que ha dirigido esta es la más especial. ¿Por qué?
–Me he enamorado de muchas obras, pero con esta tengo algo especial. Es de una belleza tremenda, aunque supongo que ese flechazo también depende del momento vital.
–¿De qué nos habla?
–De cómo transformar una sociedad a través de la tolerancia y el amor, pero, sobre todo, es eso, una lección de tolerancia. La vida, la muerte y el paso del tiempo son otros de los temas en los que se mete Allende.
–¿Recuerda su primer encuentro con la novela?
–Fue hace mucho. Me gustó, me pareció extraordinaria. Sin embargo, creo que no entendí la esencia que me llega hoy cuando navego en el corazón de la obra. Aunque algo sí intuí en esa familia en la que convive la magia, lo racional, lo irracional, esa capacidad de ser feliz... Todo aquello que nos sirve para comprender que lo que no nos hace felices en la vida no merece la pena.
–¿Podría elegir una sola frase de todo el libro?
–Sí, cuando Alba dice «mi oficio es la vida». Yo misma lo tomo como eslogan.
–¿Qué enseñanzas le deja el libro?
–Como ya he dicho, la tolerancia y la compasión. Pero también la manera que tiene de explicar la influencia entre lo privado y lo público. Cómo esa familia va representando todos los cambios que ocurren fuera. Evidentemente se centra en Chile, pero en la actualidad también se puede comprobar cuando, por ejemplo, Trump llamaba «Kung Fu» a los chinos con desprecio. Inmediatamente esos millones de personas que le han visto por la televisión generan unos resortes contra dicha gente. No somos políticos, pero todo lo que ocurre en ese mundo nos termina influyendo. Y, luego, también destacaría la relación que expone entre los Del Valle y los Trueba.
–¿Qué era aquello que no quería perder del libro en la versión teatral?
–El paso del tiempo. Me parecía lo más difícil de recrear, pero era indispensable que estuviera. La película se cargó esa parte y a mí me parece fundamental. Y otra cosa importante era la confrontación entre las familias y, por tanto, de dos visiones diferentes del mundo.