“Ira”: ocurrente desvarío con resonancias bíblicas ★★☆☆☆
Obra: Ira. Autoría: Julián Ortega. Dirección: Dan Jemmett. Intérpretes: Gloria Muñoz y Julián Ortega.
Teatro Español. Desde el 31 de marzo hasta el 18 de abril de 2021.
El día antes de que Salvador, que trabaja como antidisturbios en la policía, sea ascendido, su madre, Dolores, le confiesa que su padre biológico no es en realidad quien él había creído durante toda su vida. La sorpresa inicial de Salvador se convertirá en desconcierto absoluto cuando finalmente su madre le desvele la identidad de su verdadero progenitor: ni más ni menos que Dios.
El actor Julián Ortega firma esta extraña obra en la que convergen, de manera un tanto caótica, la crítica social, el sainete, el drama con moralina y la comedia surrealista. Si bien hay destellos de ingenio aislados en algunos diálogos, falta cohesión y verosimilitud dramatúrgica en una historia que promete más de lo que llega a ofrecer. Ni está bien aquilatado el relato, ni está del todo bien estructurado, ni tampoco bien expuesto. Y eso que Dan Jemmett, en la dirección, aprovecha muy bien el aroma de astracán que exhala la obra para idear algunas ocurrentes y descabelladas escenas –estupenda la del descuartizamiento del cadáver- en un espacio escénico diseñado por Vanessa Actif que, cuando se nos muestra miniaturizado, recuerda con gusto a la película de los Hermanos Marx Una tarde en el circo.
Aunque el disparate urdido genere cierta intriga, y aunque todo se vaya sucediendo con un ritmo muy bien calibrado, al final no termina uno de enterarse de qué es lo que le han querido contar en el fondo, ni de cómo se resuelve, siquiera, la trama como tal. Tampoco es muy fina la construcción del personaje femenino, donde se ha sacrificado cualquier atisbo de coherencia para que, ante todo, resulte gracioso. No tiene mucho sentido que en unas escenas la comicidad emane de su incorrección lingüística (se confunde al emplear términos bastante coloquiales como “promocionar”, “biológico”, “ascenso”…) y que, en otras escenas, el humor resida precisamente en su retórica (“envuelto su cuerpo en un aura resplandeciente”) o incluso en su cursilería (“detener el galopar de mi pecho”).
Dejando de lado su faceta de autor, mucho más atinado está Ortega, como ya ha demostrado en su carrera, en calidad de actor, favoreciendo aquí con generosidad el lucimiento de la veterana y aplaudida Gloria Muñoz –su madre en la vida real-, que con buen oficio provocará la risa de algunos espectadores durante el transcurso de una función que no pasa de ser, en verdad, un mero entretenimiento comercial.
Lo mejor: La originalidad del disparate en el que trata de asentarse la trama.
Lo peor: La impostada moralina de carácter social que planea en el curso de la acción.