El «Marat-Sade» también es cosa de traperos
Luis Luque dirige en las Naves del Español el mítico texto de Peter Weiss
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Luis Luque ha sido uno de tantos. El viernes era «feliz», explica, con la nevada. El equipo acababa de terminar el ensayo de «Marat-Sade» y qué mejor que abandonar la sala y encontrarse con un Madrid blanco y perfecto para fardar y posturear en las redes. Unas risas, a casa... y hasta hoy. Con el teatro cerrado, cuenta el director que solo ha salido para limpiar su calle en una de esas patrullas vecinales y que no quiere nada más que estrenar (la cita iba a ser mañana y, finalmente, se ha retrasado al viernes por culpa de Filomena): «Estoy deseando que llegue la tranquilidad. Poder hacer las cosas con calma porque, entre unas cosas y otras..., ¡madre mía!».
Pero el director no se viene abajo por un par de días. «Siempre me he crecido en la adversidad y soy de los que opinan que, si sucede, conviene, así que vamos a aceptar lo que nos ha tocado con esta nevada y a tirar para adelante, que, al final, estamos en una situación privilegiada».
Aun así, no puede esconder esa ansia de liberar tensiones con la puesta de largo y, así, dar por concluido un parto que dejará celebrar al elenco el último día de función: «Hasta que no acabemos no quiero que nadie del equipo se tome una copa. Ni fiestas ni nada. Ya hemos tenido que parar por la Covid durante los ensayos y ya sabemos de qué va, no necesitamos más, pero, bueno, vamos con la poesía...», apremia.
Esa poesía es la que Peter Weiss puso allá por 1964 en un texto al que llamó «La persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representada por el grupo teatral de la casa de salud mental de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade» y que, acertadamente, se resumió en «Marat-Sade». Un mundo que para Luis Luque está tan lleno de «contradicciones» como el que él mismo habita a sus 47 años: «Estoy en una continua contradicción vital».
–¿Por qué?
–Porque, como en la obra, no sé si debo buscar la transformación de una manera individual o pasar a la acción a través del trabajo colectivo.
Es ese el viaje que plantean Sade y Marat –que, por cierto, nunca coincidieron en la realidad– sobre el escenario y en el que el también director adjunto del Teatro Español se reconoce «mucho más en el Marqués»: «El revolucionario es demasiado sanguinario. Justificaba la revuelta sangrienta y el uso de la guillotina, y a mí no me interesa la transformación a través de la muerte. Prefiero la vida, el arte, la poesía... Y, aunque reconozco que el alma violenta forma parte de nosotros, tenemos que dar más espacio a la parte luminosa que habla de la paz y el encuentro aun cuando el de enfrente no piensa igual», añade.
Reconoce Luque asimismo que una empresa como «Marat-Sade» le «pone en peligro», aunque le hace avanzar «para entender la vida, porque los clásicos te enseñan esa línea de reflexión que nos va acompañando durante los tiempos y que da luz a los lugares de sombra. En esta época de contradicciones, el texto de Weiss es perfecto porque ahora tenemos ese mismo mundo en tensión. Y no solamente por la polarización del pensamiento, sino también por la crisis social, económica, sanitaria... Estamos en una etapa de revolución y no como la francesa de finales del siglo XVIII, sino que hoy todo es más sutil, la violencia tiene un envoltorio mucho más bonito».
Así presenta Luque una pieza que llega a las Naves del Español en Matadero (Sala Fernando Arrabal) el 15 de enero y que se apoya en la traducción de Miguel Sáenz que ya utilizó su maestro, Miguel Narros, en 1994 para el Centro Dramático Nacional. Asegura que es la versión que «llega más fácil al corazón», pero que, a su vez, ha levantado un montaje que busca «conectar con las nuevas generaciones» a través del estímulo visual –entre otras, ha sumado la colaboración del coreógrafo Sharon Fridman–. También ha querido contar con los «rapsodas y juglares» de ahora para que el discurso e ideas de la función penetren con más fuerza. Unos referentes que ha encontrado en el hip hop y el trap: «Clases populares que cantan y que no tienen complejos de decir las cosas para bombardear y provocar a los movimientos sociales».