“El desorden que dejas”: la proverbial atracción sexual entre alumno y profesora
Carlos Montero, creador de “Élite”, se traslada al enclave gallego de Celanova para adaptar su propia novela en donde la pulsión entre Bárbara Lennie y Arón Piper eclosiona en forma de deseo y poder
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Cualquiera que bucee unos instantes por el recorrido profesional de Carlos Montero podrá advertir que la adolescencia como refugio generacional, pero también como estado vital perentorio ha sido y sigue siendo su fuente de creación predilecta. Del aprovechamiento de esta etapa transitorialmente compleja en donde la experimentación, el rechazo sistemático a todo lo que huela a órden y la toma impulsiva de decisiones colonizan la mayor parte de las emociones, nacieron series tan referenciales como “Al salir de Clase” o “Física o Química”.
De más reciente cuño es la testosterónica “Élite”, ese relato colegial atestado de lúbricas escenas en donde más de un adulto –entendiendo por ello alguien que rebase los 30– puede llegar a sentirse nostálgico o incluso acomplejado por la planitud de su actividad sexual si la compara mínimamente con la que practican los alumnos de Las Encinas. Sin embargo, este regusto de pupitre picante generalista y facilón con el que tienden a sazonarse sus proyectos no presenta tanta intensidad en su último trabajo, “El desorden que dejas”, basada en su propia novela homónima mediante la cual consiguió alzarse en 2016 con el XX Premio Primavera.
Muy por el contrario, el oriundo de Celanova (Galicia) hilvana a través de esta nueva serie –que sigue postulándose entre las filas de lo más visto en Netflix– una trama especialmente adictiva, escarbada, muy bien armada y por momentos desasosegante que subraya con acierto el talento magnético de Bárbara Lennie e Inma Cuesta y consigue acentuar la honestidad interpretativa de un Arón Piper que presenta aristas mucho más atormentadas y oscuras que las mostradas en anteriores ocasiones y que vuelve a explotar estratégicamente, eso sí, las posibilidades que su físico y su ademán naturalmente díscolo le facilitan.
Desde los primeros minutos, justo después de que la voz de Xoel López envuelva el ánimo del espectador con su melódica introducción a través de la bella “La espina de la flor en tu costado”, la historia ya avanza con extrañeza, caminando entre brumas. Desconfías de lo que ves, de lo que escuchas e incluso de lo que imaginas mientras una sensación densa y predictiva te advierte de que nada va a salir bien.
Un vicio incontrolable
Raquel (Cuesta) se establece con su marido en Novariz, un pequeño pueblo gallego inventado, pero fuertemente inspirado en Celanova, en el que la lluvia se ha instalado en sus calles y en el interior laberíntico de sus habitantes, para sustituir a Viruca, una profesora de literatura que acaba de ser encontrada muerta en las proximidades de la costa. Durante el transcurso de los ocho capítulos excitantes que componen esta serie, Montero intercala con mirada aguda las investigaciones obsesivas que empieza a llevar a cabo Raquel sobre la muerte de su predecesora con unos reveladores viajes al pasado que permiten entender la autodestructiva personalidad de Viruca (Lennie), una mujer enigmática y atrayente entregada al abanico de posibilidades del placer que desarrolla una peligrosa pulsión sexual por su alumno Iago, a quien da vida Arón Piper. La atracción entre ambos ilustra de manera sumamente interesante los diferentes canales que utiliza el poder para manifestarse, porque en el sexo también hay jerarquías, intereses, silencios impuestos y sobornos. En “El desorden que dejas” todos mienten, todos saben, todos desean, encubren y se corrompen, pero solo uno es el verdadero culpable.