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La oreja de Van Gogh fue víctima de su síndrome de abstinencia, según un estudio

Willem Nolen y su equipo de la Universidad de Groningen (Países Bajos) han analizado 902 cartas del pintor para realizar lo que califican como la evaluación psicológica “más completa” hasta la fecha
larazon
La Razón

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Hay pocas vidas tan turbulentas en la Historia del Arte como la de Vincent van Gogh. Pobre, perturbado por su falta de éxito comercial, rescatado por su hermano y célebre solo después de muerto y de que su cuñada convirtiera hábilmente su arte en la comidilla del viejo continente, cada revelación sobre el responsable de «La noche estrellada» parece una especie de chiste sin gracia que se pierde en su propio eco.
Según un estudio publicado esta semana por la Universidad de Groningen, las ingestas masivas de alcohol a las que se sometía el pintor le pudieron llevar, entre otras cosas, a padecer de delirios crónicos. Basándose en las sensaciones descritas en la correspondencia con su familia o con su colega Paul Gauguin, y en los pocos datos médicos contrastados que se custodian en el museo que le dedica la ciudad de Ámsterdam, los investigadores han concluido que su famosa mutilación del pabellón auricular podría responder a una «reacción nerviosa» por efectos de la bebida en su ya afectada salud mental.
En concreto, las 902 cartas y las entrevistas con hasta una treintena de historiadores, han llevado a los psicólogos holandeses a asegurar que los «episodios de psicosis», cada vez más frecuentes al final de la vida del artista, estaban relacionados con algo muy parecido al síndrome de abstinencia que se define desde la patología hoy en día.
La comorbilidad del holandés, a la que muchos asocian la percepción del espacio que transmite en sus obras, pasaba por ser bipolar y sufrir un trastorno severo de la personalidad. Según los autores del estudio, cabe descartar que sufriera esquizofrenia o porfiria y destierran de una vez por todas una de las teorías más locas que se asocian al pintor, esto es, que su «genio» estuviera asociado a las intoxicaciones con gas que producían las lámparas de la época. Además, el director de la investigación y Doctor de la citada universidad, Willem Nolen, afirma que «nunca se podrá saber con certeza qué pasaba en la cabeza de Van Gogh», pero sí defiende sus resultados como la evaluación psicológica «más completa» hasta la fecha.
La revelación se une así a una larga lista de teorías de lo que ocurrió una fría noche de diciembre de 1888 en Arlés y que todavía nadie ha logrado descifrar del todo.