Los bajos fondos de la política
Juan Carlos Pérez de la Fuente dirige «Un marido ideal», la comedia que estrenó Oscar Wilde antes de caer en desgracia
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Cuando Eduardo Galán, dramaturgo y productor del montaje de «Un marido ideal», le enseñó la versión que había escrito de la obra de Oscar Wilde a Juan Carlos Pérez de la Fuente con la intención de que fuera él quien la dirigiera, supuso que la trama, ya por sí sola, tan relacionada como está con los indescifrables designios de los políticos, seduciría inevitablemente a quien había tenido, precisamente, un reciente y sonado rifirrafe con la clase política. Eso había ocurrido en 2016, cuando el equipo de Gobierno de Manuela Carmena lo destituyó como director del Teatro Español antes de que acabara su contrato, dejando sin efecto el concurso público que había ganado.
Efectivamente, no se equivocó Eduardo Galán: a Pérez de la Fuente le vino «como anillo al dedo –según reconoce él mismo– una historia que yo mismo he vivido muy de cerca sobre la integridad moral del individuo cuando entra en política». Y esa historia, en el texto de Wilde, es la de e Sir Robert Chiltern –al que da vida a Juanjo Artero–, un hombre aparentemente perfecto con una carrera política brillante que verá amenazada su fantástica vida por una misteriosa mujer –interpretada por Candela Serrat y convertida en periodista en esta adaptación– que conoce detalles turbios de su pasado.
Ironía, humor y cinismo
«Eduardo Galán me dijo que creía que yo era el director más adecuado en este momento para hacer esta obra –desvela Pérez de la Fuente–; y es verdad que quizá sea yo en estos tiempos el que más ha vivido en carne propia las paradojas y contradicciones de la política, como también las vivió el propio Wilde». Pero eso no ha hecho, según el director, que la función se convierta en una especie de revancha personal: «La obra es una comedia dramática, una especie de thriller político con mucha ironía, humor y cinismo; no habla de lo malos que son los políticos, sino de lo malos que somos los seres humanos, y de cómo, al meternos en política, somos capaces de eliminar de nuestro diccionario palabras tan importantes como deberían ser “dignidad”, “ética” o “moral”».
Daniel Muriel, María Besant y Ania Hernández completan el reparto de una propuesta en la que el director, que ya se acercó a Wilde en 1992 poniendo en pie una versión de «El abanico de Lady Windermere» firmada por Ana Diosdado, ha trasladado la acción del original a los años 70, un periodo muy importante, a su juicio, en el que «España miraba a las democracias europeas con verdadera ansiedad». Quizá aquel deseo por parecernos a ellos nos impidió ver venir claramente, explica Pérez de la Fuente, «lo que ya había plasmado Wilde mucho tiempo antes: la corrupción, la falta de integridad moral, el tráfico de influencias, los chantajes, las falsas apariencias…; hoy, por desgracia, todos esos conceptos nos suenan demasiado».