Mar de Azahar
Escritores, políticos y exposiciones
No conozco mejor herramienta que la literatura para desafiar lo establecido y, al mismo tiempo, poder soñar en este lodazal que hemos creado entre todos
Hace unos días hablábamos en esta sección de la historia de sororidad entre las mujeres escritoras a través de los siglos, así como de su constante frustración por no encontrar la autoría que tanto anhelaban. Frustración que las desordenaba convenciéndolas, día tras día, de que su esfuerzo carecía de valor, que su obra adolecía de calidad, por lo que sus voces jamás se convertirían en autorizadas.
Hoy nos toca hablar de hombres, hombres que también escribieron y a los que, sin llegar a sufrir el vacío de sus compañeras, la sociedad cuestionó negándoles reconocimientos que hubieran sido justos. Ellos alcanzaron cierto renombre, aunque vivieron con modestia, en muchas ocasiones, no sin ciertas dificultades.
El tiempo es como una espada afilada, un fantasma penitente que se mueve entre las sombras y que tiende a reparar lo que no hizo cuando tocaba. Es por ello por lo que los amantes de la literatura estamos de suerte. Si ustedes disponen de algunos días de vacaciones durante estas próximas Navidades, les propongo que no se pierdan estas exposiciones, sus protagonistas se lo agradecerán desde sus torres vigías, como la de Ana María Matute.
La primera es la que alberga el Museo Reina Sofía bajo el membrete Esperpento. Arte popular y revolución estética. Una magnífica muestra sobre el esperpento formulado por Ramón María del Valle-Inclán que no podemos dejar constreñido ni abandonado en los escondites de la tradición literaria, como se pretendió en la época de la dictadura. El esperpento es la mejor herramienta para la crítica que se ha inventado jamás, nos lo enseñó Goya en su obra y lo encumbró Valle-Inclán en la suya.
El esperpento nos permite mirar desde arriba a esta España nuestra tan desoladora y beligerante, tan cruel y partidista, tan absurda como excepcional. No quiero ni pensar qué haría don Ramón si alguien lo devolviera a esta dimensión para representar la mediocridad de nuestros dirigentes ¿Ustedes lo imaginan? Solo les diré una cosa. La exposición se abre con un espejo en donde aparecen pintadas las cabezas de dos burros con una leyenda que reza así: «Ya somos tres». Pues eso. Por desgracia, somos muchos millones.
Otro gallego, Gonzalo Torrente Ballester, es objeto de reflexión en la Sala de Guillotinas de la Biblioteca Nacional de España. La muestra, con la divisa Gonzalo Torrente Ballester, la travesía de un creador, hace un interesante recorrido por las diversas facetas en las que el autor desplegó su quehacer intelectual. Los que vamos cumpliendo años no podemos olvidar su magnífica obra Los Gozos y las sombras, una honda trilogía realista que no fue puesta en valor ni conocimiento entre la mayoría de los lectores hasta que TVE emitió una serie con el mismo nombre…Cosas que pasan.
Esta exposición rinde homenaje a una de nuestras mejores plumas del siglo XX en el veinticinco aniversario de su muerte, el 27 de enero de 1999. En ella veremos cómo su lugar de nacimiento —Serantes, Ferrol— se convierte en el eje de su vida y también de su obra. «Yo soy el hombre del que todos se olvidan», dijo en una de sus últimas entrevistas.
Conoceremos interesantes matices de una personalidad poliédrica a través de objetos que formaron parte de su biografía, algunos de los cuales se han quedado como un vago recuerdo en las imágenes de nuestra retina, por ejemplo, sus particulares gafas. También seremos partícipes de su exacerbada pasión por el ritual del té, una colección de barquitos en botellas y ciertos ejemplares de su propia biblioteca dedicados personalmente por Delibes, Alberti, Cela, Martín Gaite, Saramago o Miguel Mihura, entre otros. Les aseguro que es una buena ocasión para conocer a este «olvidado» premio Cervantes, al que le costó triunfar a pesar de que le sobraban facultades para ello.
Si van a Madrid tampoco deberían perderse la exposición Unamuno y la política: De la pluma a la palabra, podrán disfrutarla sin salir de La Biblioteca Nacional, en su sala Hipóstila.
Se pretende hacer un recorrido por los vínculos que unen a don Miguel con la Historia de España a lo largo de cincuenta años. Nos muestra la faceta más política de Unamuno, un intelectual contrario a dogmas y reglas que buscó a Dios desesperadamente a lo largo de su vida. Rector de la Universidad de Salamanca, valiente, comprometido con el bien, con la libertad, con el pensamiento y la búsqueda incansable de lo que no entendía ni podía explicar. Poeta, ensayista, novelista… como dato curioso, experto en papiroflexia. Diputado de la joven República de la que acabó tan defraudado que apoyó, en sus inicios, el golpe militar de 1936. Supongo que muchos recordarán su «Vencer no es convencer», pronunciado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. Nadie consiguió jamás acallar la pluma ni la conciencia de este existencialista que sabía pedir perdón, tal como hizo tras la muerte de Rubén Darío al darse cuenta de sus desprecios hacia el poeta que tanto le admiró, pero al que no supo poner en valor mas que después de muerto: «Hay que ser justo y bueno, Rubén».
Unamuno no era un político, por eso alzaba su voz cuando quería. Miguel de Unamuno era un existencialista vehemente que supo agitar conciencias en pro de todo lo que consideraba bueno para el hombre y la sociedad en la que vivía. Pagó su libertad con el castigo del destierro, pero también fue aclamado, respetado y, por supuesto, envidiado por las mentes más obtusas de su tiempo. Su voz es otra que, como la de Valle-Inclán, me gustaría oír ahora.
La última que les recomiendo es la fascinante exposición en torno a los hermanos Machado en la Fábrica de Artillería de Sevilla. Los Machado. Retrato de familia es la mayor muestra en torno a su familia expuesta jamás. Recoge 200 piezas originales de la infancia, la juventud, acontecimientos que se produjeron en la II República y la Guerra Civil española. El visitante viajará por las distintas etapas de sus vidas, éxodos, hogares, pensamientos, recuerdos, por el temperamento y la maestría de todos ellos. Desde el abuelo materno al hermano pintor; el coraje de su abuela, de su madre… así como la magnífica relación entre los hermanos que algunos malintencionados se han esforzado en inventar. Quién iba a decirnos que unos de los versos más universales de Antonio Machado iban a estar esta semana en boca de Santiago Posteguillo. Un video de su intervención en el Senado que se ha hecho viral a raíz de la Dana que azotó la provincia de Valencia así lo atestigua, poniendo de manifiesto una vez más, la marrullería de la clase política actual. Recuerden que el idealista del poeta escribía y Serrat nos cantaba:
«Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón».
Pero Santiago le dijo algo así: «No, don Antonio, no, una de las dos no… las dos». Sí, Machado se quedó corto. También me gustaría escucharlo ahora.
Por estas y otras razones, no conozco mejor herramienta que la literatura para desafiar lo establecido y, al mismo tiempo, poder soñar en este lodazal que hemos creado entre todos.
Hasta dentro de unos días. Y no se olviden de una cosa: el mar les espera.