Espacio

Este es el as en la manga que la NASA guarda frente a Space X

La NASA y Space X no compiten como la gente imagina y, de hecho, a Space X le sería casi imposible sustituir a la agencia espacial por bien que vayan sus cohetes

Nebulosa NGC 1333
Imagen tomada por el telescopio espacial James Webb, un proyecto que representa alguno de los valores propios de la NASA. telescopio James Webb detecta seis planetas vagabundos viajando por la Vía LácteaJames Webb (ESA)

Nos empeñamos en ver el mundo como una batalla. Las analogías bélicas están presentes en cada aspecto de nuestra sociedad, desde el diagnóstico de un cáncer hasta el último partido de fútbol de tus sobrinos. Incluso Charles Darwin se dejó llevar por estas narrativas cuando formuló su hipótesis de la selección natural y aquello le valió un firme tirón de orejas del mismísimo Carl Marx. En este caso, tendemos a ver a la NASA y a SpaceX como dos colosos enfrentados en una guerra sin cuartel y, desde ese filtro, los éxitos de la empresa de Elon Musk parecen estar destrozando a la icónica y vetusta agencia espacial estadounidense. Sin embargo… nada de esto es cierto. La mercadotécnica es quien está detrás de estas narrativas y funciona bastante bien para conseguir clics y subvenciones, pero no tanto para transmitir la verdad.

En realidad, la NASA y SpaceX trabajan juntas, y no solo en apariencia, sino que han crecido para apoyarse la una en la otra en un modelo de negocio simbiótico, si podemos llamar “negocio” a lo que hace la NASA. Ahora bien… si nos empeñamos en ver una lucha tácita entre los dos titanes de la exploración espacial, de acuerdo, pero incluso si fuera así podríamos decir que la NASA está muy lejos de desaparecer. A pesar de lo que corean en redes sociales los seguidores más ruidosos del multimillonario sudafricano, lo cierto es que la NASA tiene un as en la manga que SpaceX posiblemente nunca pueda superar (ni lo pretende). Y ese as no tiene nada que ver con la reutilización de cohetes o, al menos, no directamente.

Churras y merinas

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, nuestra única forma de estudiar el universo era observándolo a distancia. El espacio era un ente inalcanzable y, por lo tanto, nos centramos en desarrollar telescopios y otras tecnologías que nos permitían mirarlo un poco más de cerca, sin llegar jamás a él. Sin embargo, es bien sabido que tras la Segunda Guerra Mundial las dos mayores potencias del planeta echaron un pulso por ver quién era capaz de diseñar un dispositivo capaz de transportar una bomba nuclear hasta cualquier rincón del país enemigo, digo… un cohete para llegar a la Luna. Así es como el 12 de abril 1961 los soviéticos hicieron historia, poniendo en órbita el primer cohete tripulado, la Vostok. Desde ese momento, los cohetes se convirtieron en los grandes protagonistas de la exploración espacial porque, claro, gracias a ellos habíamos desbloqueado una forma inédita de estudiar el cosmos: viajar hasta él.

Y, de hecho, los cohetes han sido tan protagonistas de la exploración espacial que ya no podemos entenderla sin ellos. Hay quien parecen pensar que son la única forma en que podemos estudiar el espacio. Es más, diría que por las afirmaciones que vierten algunos en redes, hacer despegar un cohete aumenta inmediatamente nuestro conocimiento sobre el universo. En realidad, estamos mezclando churras con merinas y, aunque la relación es evidente, los cohetes son solo uno de los muchos y complejos aspectos que conforman la exploración espacial del presente. Y ese detalle no tan nimio es lo que nos permite comprender quién es quién en esta ficticia contienda.

¿Quién es quién?

Para entender el ecosistema aeroespacial tenemos que presentar bien a nuestros protagonistas. En un lado tenemos a SpaceX, la recién llegada que en 2020 se convirtió en la primera empresa privada en poner humanos en órbita, que pretende dar cobertura a cada rincón del planeta con su superconstelación de satélites e incluso llevarnos a Marte con sus descomunales cohetes reutilizables. Al otro lado tenemos a la NASA, fundada en 1958 y que lleva décadas siendo una de las principales instituciones de investigación científica del planeta. No pretende construir una segunda civilización en Marte, vender internet o lucrarse poniendo a multimillonarios en órbita. De hecho, no pretende lucrarse en absoluto porque es una entidad financiada por los contribuyentes y orientada a descubrimientos científicos sin objetivos financieros inmediatos. Y ese es su as en la manga, así de fácil.

La NASA está constituida de tal modo que no depende demasiado de los beneficios que genere. Puede destinar financiación a proyectos que no supongan un retorno económico si con ello aumenta nuestro conocimiento sobre el espacio. Gracias a ello hemos podido poner robots en otros mundos, desplegar descomunales telescopios espaciales y explorar las lunas heladas de Júpiter y Saturno. Hemos enviado sondas más allá de los confines de nuestro sistema solar y, aunque en cualquier administración hay que justificar los presupuestos, su esencia es diametralmente opuesta a la que da vida a la compañía privada SpaceX. Simplemente no juegan en la misma liga, son dos superpredadores cuyas presas no coinciden, y lejos de competir han descubierto que pueden beneficiarse de una estrategia conjunta (y volvemos a las analogías violentas).

La mano que te da de comer

Y, aunque podríamos dejarlo aquí, hay un último detalle: recordemos que fue la NASA la primera interesada en que prosperaran empresas como SpaceX. O, para ser más precisos: la primera interesada en que prosperara SpaceX, concretamente. En 2008 la empresa de Elon Musk firmó un contrato millonario con la NASA a cambio de que se encargaran de transportar carga a la Estación Espacial Internacional. Su apoyo continuado ha sido determinante para el éxito de SpaceX (y otras agencias similares). No en vano, el presupuesto de la NASA alcanza el par de decenas de miles de millones de dólares anuales y no van a quebrar porque la empresa que han nutrido para subcontratar una pequeña parte de sus actividades consiga, exactamente, lo que la NASA pretendía.

Igual de aventurado es pensar que Space X quiera hundir a uno de sus principales clientes. Así que, en realidad, estamos ante una situación bastante clásica en el mundo tecnológico, solo que vestida con la pompa y el boato del espacio. Los primeros ordenadores tenían un propósito científico, los diseñaban las mismas instituciones que los utilizaban para investigar. Con el tiempo, convino externalizar su producción y ahora grandes empresas como IBM son punteras en las tecnologías de computación más avanzadas. Nada de aquello acabó con las universidades y otras instituciones interesadas en la investigación básica. Porque, sea ingeniería aeroespacial o farmacología, el capital privado nunca podrá alimentar a la investigación fundamental, aquella que no busca beneficios inmediatos, pero, sin la cual, dentro de 10 años no tendríamos nuevo conocimiento sobre el que diseñar esos mismos suculentos proyectos por los que los inversores tanto se interesan.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Ahora mismo la NASA y SpaceX dependen la una de la otra, pero solo una de las dos ha sobrevivido decenas de años por su cuenta.

REFERENCIAS (MLA):

  • Mann, Adam. "SpaceX Now Dominates Rocket Flight, Bringing Big Benefits—and Risks—to NASA." Science, 17 Feb. 2023, www.science.org/content/article/spacex-now-dominates-rocket-flight-bringing-big-benefits-and-risks-nasa.
  • Chang, Kenneth. "NASA Picks Elon Musk’s SpaceX to Land Astronauts on the Moon." The New York Times, 16 Apr. 2021, www.nytimes.com/2021/04/16/science/spacex-moon-nasa.html.
  • Bergin, Chris. "SpaceX and Orbital Win Huge CRS Contract from NASA." NASASpaceFlight.com, 23 Dec. 2008, www.nasaspaceflight.com/2008/12/spacex-and-orbital-win-huge-crs-contract-from-nasa/.