Animales
Lo que te están contando mal sobre la nueva y mortal moda de fumar sapos
La noticia de Nacho Vidal ha sacado a la luz una moda peligrosa: Fumar sapos. Aunque es una metonimia, pues lo que realmente se fuma son las toxinas que estos excretan, poniendo en riesgo la salud de quien lo consuma.
La noticia de que Nacho Vidal se ha visto involucrado en la muerte de un conocido fotógrafo, José Luis Abad, recorrió los medios como la pólvora. Si estabas al corriente de esto es posible que hayas leído algo así como que la muerte fue causada por el consumo de la molécula de Dios, extraída de las glándulas parótidas de venenoso sapo bufo. Pues bien, no hay absolutamente nada cierto en esa última frase. Y no es una exageración, nada es nada.
Por desgracia, sí es cierto que hubo un fallecido y que el famoso actor porno, Nacho Vidal, está en libertad provisional con cargos por un supuesto delito de homicidio imprudente y otro contra la salud pública al promover y orquestar el consumo de una peligrosa droga. Tratar los aspectos legales no es cometido de esta sección, pero sí lo es aclarar los conceptos científicos que han llevado a sembrar cierta confusión en los medios.
El sapo bufo no existe
Puede que parezca poco relevante, pero no existe tal cosa como el sapo bufo. Posiblemente esto se deba a la mezcla del nombre popular y genérico que le damos a estos anfibios, con el género al que muchos de ellos pertenecen: Bufo. Por ejemplo, el sapo común recibe el nombre científico de Bufo bufo. Y por supuesto, tampoco hablamos de una rana, que no es sinónimo de sapo. Entonces ¿de qué animal se extrajo la droga en cuestión?
El origen parece estar en el sapo sonorense, también conocido como sapo del río Colorado y que recibe el nombre científico de Incilius alvarius. Se trata de un anfibio que habita principalmente (aunque no de forma exclusiva, como algunos han afirmado) en el desierto de Sonora, en Estados Unidos. En cualquier caso, es cierto que este anfibio produce una sustancia con efectos psicotrópicos, la cual es consumida como droga. No obstante, no la produce a través de las glándulas parótidas.
Deformación del lenguaje
Si somos estrictos y aunque el término se ha deformado incluso en la literatura científica, las glándulas parótidas lo que producen es saliva que drena al interior de la boca, nosotros mismos las tenemos. Los bultos que tienen algunos anfibios a ambos lados del cuello son las glándulas parotoides, las cuales sí tienen la función de producir toxinas. Así que, aunque podamos verlo en textos académicos, parece ser un mal uso, igual que cuando en medicina se acentúa incorrectamente “estadio” como “estadío” o en neurociencia se usa “cerebro” para denominar a todo el encéfalo (del cual el cerebro es tan solo una parte).
Otro error extendido es usar “venenoso” para aquello que no es estrictamente venenoso. En inglés parecen tener más clara la distinción entre “venomous” y “poisonous”. Una serpiente es venenosa (venomous), pero un sapo es ponzoñoso (poisonous) Todo depende de la forma en que se administre la toxina. Si ésta es inyectada, como es el caso de las serpientes, las musarañas o el ornitorrinco diremos que es un veneno. Sin embargo, si la toxina se administra de cualquier otro modo que no requiera romper la continuidad de la piel, o de la mucosa, se denomina ponzoña, haciendo ponzoñosos a los sapos, las ranas, y el pájaro pitohui, por ejemplo. No obstante, ya es hora de tratar el problema principal.
La molécula de Dios
No hace falta investigar mucho para sospechar que este nombre no es del todo científico. Parece más una referencia popular que distorsiona el verdadero significado de la sustancia. Algo así como lo que sucedió con el editor que consideró buena idea titular “La partícula de Dios” al libro del investigador Peter Higgs, ¿por qué? Porque vende más, ya que ni existe ninguna analogía divina que lo justifique, ni lo denomina así ningún experto.
En este caso, no obstante, hay un problema mayor. El término “molécula de Dios” es confuso porque se ha utilizado para referirse a tóxicos diferentes. Tenemos que entender que ni este sapo, ni nada en la naturaleza, produce drogas o fármacos para nosotros. Lo que suelen secretar es un complejísimo cóctel de distintas sustancias, cada una con sus efectos y normalmente con intenciones nocivas. En el caso del sapo sonorense, esa mixtura mucosa consta de: 5-methoxy-N,N-dimethyltryptamina (más conocida como “5-MeO-DMT”) y 5-hydroxy-N,N-dimethyltryptamina (5-HO-DMT). Por lo general, lo que en la calle se llama DMT y que corresponde normalmente al nombre “molécula de Dios” es el N,N-dimethyltryptamina, obtenido de forma artificial y que no está presente en el sapo. No obstante, el nombre “molécula de Dios” es un concepto tiene un uso mucho más laxo englobando otras sustancias, ya que deriva del concepto "“enteógeno” acuñado por Robert Gordon Wasson. Entonces ¿qué es la molécula de Dios? Pues al ser un nombre popular que no se utiliza en documentos rigurosos y con evidencia de ningún tipo, según dónde lo leas puede referirse al DMT, a la 5-MeO-DMT, la 5-HO-DMT o directamente a la inclicasdfastenina en conjunto.
Para enredar más el asunto, las bufoteninas no son las únicas sustancias tóxicas de los sapos (ni son producidas solo por los anfibios, ya que están presentes incluso en algunas plantas). En general tanto bufoteninas como otros cócteles con efectos cardíacos, como las bufotalinas, son todas bufotoxinas, que tal vez sea la forma más correcta de referirnos a esta droga, ya que muchas veces se consume sin separar sus constituyentes ni aislar aquel con efectos psicotrópicos. En cualquier caso, que esta droga haya saltado ahora a los medios no quiere decir que sea nueva. Llevaba años aumentando su consumo en las principales ciudades de España y el motivo de su popularidad son las falsas promesas de sus profetas.
¿Es realmente peligrosa?
Vídeos virales como el del propio Nacho Vidal compartiendo su experiencia, o el “documental” de la plataforma Vice han contribuido a desinformar sobre los peligros de esta sustancia. En parte, el problema es permitir que cualquiera siente cátedra sobre toxicología hablando de oídas o a través de experiencias personales. Si la pregunta es “¿son peligrosas las bufotoxinas del Incilius alvarius?” la respuesta es: sí, sin duda. Como hemos dicho antes, estos tóxicos son un cóctel de muchas moléculas diferentes cada una con sus propios efectos.
Podríamos limitarnos a comentar la cantidad de mascotas que mueren en estados unidos por mordisquear esta especie o su pariente el sapo de caña (Rhinella marina). Por desgracia, existen ejemplos más graves que estos, ya que se conocen numerosos casos de defunciones por el consumo de estas sustancias, ya fuera voluntaria o accidentalmente. En la medicina tradicional china, la cual no tiene evidencia científica, existe un preparado extraído de sapos comunes, el HuaChanSu, que también ha asociado muertes.
El principal motivo es que algunas de las sustancias presentes en ese tóxico que se seca y fuma, tienen un gran efecto sobre la actividad de nuestro corazón. Podríamos comparar su acción con la de un fármaco llamado digoxina, que está presente en esas campanillas púrpuras tan frecuentes en el campo (Digitalis purpurea). Los efectos de estos compuestos son dos, a grandes rasgos. Por un lado, aumentan la fuerza con la que el corazón se contrae, lo que se denomina inotropismo positivo. Por otro lado, reduce la frecuencia cardíaca, lo que se llama cronotropismo negativo. Un corazón sano tiene más capacidad para soportar el ritmo al que le someten estas drogas, pero no todos tenemos corazones perfectamente sanos o en el mismo estado. En sujetos con arritmias de algún tipo, taquicardias ventriculares, bloqueos de rama y otra serie de patologías del corazón el consumo de esta sustancia pueden llevar a la muerte, como parece que sucedió con José Luis Abad.
A esto pueden sumarse, mareos, vómitos, parálisis y una larga lista de efectos que pueden verse empeorados en aquellos sujetos cuya capacidad para eliminar el tóxico se haya visto comprometida, bien sea por una mala función de los riñones o del hígado.
La serotonina
En cuanto a sus efectos psicotrópicos que sus consumidores suelen buscar, se deben a que la 5-MeO-DMT tiene una estructura bastante parecida a una molécula capaz de regular la actividad de nuestro sistema nervioso: la serotonina. Esta se une a receptores situados en nuestras neuronas, como una llave a una cerradura. La clave está en que la parte que se une del 5-MeO-DMT sea lo suficientemente parecida a la serotonina como para acoplarse y producir la activación de nuestro sistema nervioso.
Normalmente se dice que la serotonina es la molécula de la felicidad, explicando las sensaciones placenteras que relatan los consumidores de estas bufotoxinas. Sin embargo, la neuroquímica es muchísimo más complicada y depende en gran medida del contexto y del tipo concreto de receptor de la serotonina sobre el que la 5-MeO-DMT actúe, pudiendo desencadenar pánico y alucinaciones que explican desde los viajes extracorpóreos (despersonalización) hasta la sensación de estar muriendo, como relata el mismo Nacho Vidal en un vídeo.
Algunos “gurús” de la toxina del sapo sonorense afirman que, como la serotonina está presente de forma natural en nuestro cuerpo, no puede existir tal cosa como sobredosis o efectos tóxicos, no obstante, esto es meridianamente falso. Demasiada agua puede ser letal, al igual que demasiado oxígeno, y dime ¿crees seguro tomarte un bote de antidepresivos de una sentada? Pues los antidepresivos más populares, los ISRS, reciben su nombre por ser inhibidores de la recaptación de serotonina, esto es: aumentan la concentración de serotonina en el espacio entre neuronas, haciendo que unas activen a otras con más facilidad, en lugar de que la molécula sea reabsorbida rápidamente por la neurona que la ha liberado. Que esté en nuestro cuerpo no avala su seguridad y decir lo contrario es una irresponsabilidad.
Recomendaciones por ciencia infusa
Así pues, recomendar su uso es peligroso y organizar reuniones en las que utilizar esta droga es poner en peligro la salud e incluso la vida de terceros. Así pues, no importa que los nativos de Sonora lleven tiempo usando esta droga, del mismo modo que no importa que los medios del siglo XIX recomendaran consumir cocaína para aliviar las migrañas. La tradición ha sido artífice de verdaderas carnicerías sanitarias hasta que empezamos a lavarnos las manos y dejamos de aplicar sanguijuelas, de desangrar a la gente o de agujerearles el cráneo.
Al igual que buscamos garantías cuando compramos un electrodoméstico y esperamos que este haya pasado por un control de calidad, tenemos que pedir lo mismo de aquello que queramos consumir, en especial cuando hablamos de fármacos. En este caso, los controles de calidad son los ensayos clínicos hechos para valorar su toxicidad y sus efectos y hasta donde sabemos, las bufotoxinas del sapo sonorense, per se, no son remedio contra nada.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Antes llamábamos al sapo espinoso (Bufo spinosus) sapo común, creyéndole una subespecie de este (Bufo bufo spinosus), pero ahora sabemos que son dos especies diferentes que no debemos confundir.
- Si eres víctima de una adicción, no consumas drogas por prescripción de personas no cualificadas, sean actores, coahes, líderes espirituales, cantantes o juristas. Acude a psicólogos, profesionales de la psicoterapia, para tratar conductas adictivas.
- A veces se habla de este tipo de drogas como “escamas de sapo”, pero esto no se deba a que procedan de escamas. De hecho, los anfibios no tienen escamas. El motivo del nombre es que su procesado puede implicar la cristalización de la sustancia, la cual tiende a formar escamas.
REFERENCIAS (MLA):
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