Ciencia

¿Cada cuánto te tocas la cara? Por qué lo haces y cómo evitarlo

Nos tocamos la cara con más frecuencia de lo que creemos, llevando a nuestras mucosas todo tipo de microorganismos. En un momento de pandemia como este es especialmente crítico eliminar esta costumbre, pero ¿cómo?

"Caín viene a matar a su hermano Abel" por Henri Vidal, en París
"Caín viene a matar a su hermano Abel" por Henri Vidal, en ParísKarataraCreative Commons

¿Te estás tocando la cara ahora mismo? No te preocupes, es normal. Es algo casi automático, un gesto en el que ni siquiera pensamos, en especial en estas fechas en que las redes sociales nos empujan a apretar la palma de nuestra mano contra el rostro. Pasamos la mano por la frente, nos atusamos la barba, apoyamos la mejilla en el puño o perfilamos la nariz con los dedos. En principio, esto no sería un problema si las manos estuvieran absolutamente inmaculadas, pero a poco que hayamos tocado algo, lo que sea, le estaremos regalando una excursión a millones de bacterias y virus que viajarán del entorno a tu cara, haciendo trasbordo en las manos. Y claro, aquellos microrganismos que hayan tenido la suerte de aterrizar cerca de tus mucosas (ojos, boca, o fosas nasales) encontrarán en ellas una barrera mucho menos preparada para resistir la invasión, y la atravesarán con especial facilidad. Por eso es tan importante no tocarse la cara durante esta epidemia, para evitar que el virus llegue a nuestras zonas vulnerables.

De hecho, debido al coronavirus, estamos empezando a ser conscientes de cuantísimo nos tocamos la cara. Algo en lo que antes no reparábamos ha empezado a ser motivo de preocupación. La mala noticias es que también estamos descubriendo que, incluso siendo conscientes de cuándo nos vamos a tocar la cara, no es tan fácil evitarlo. El cuerpo nos lo pide, necesita aliviar un picor, una tensión o simplemente un pensamiento incómodo que no conseguimos despejar de nuestra mente. Resolverlo no es sencillo y para ello tenemos que entender dos cosas antes: cuánto nos tocamos la cara y por qué lo hacemos.

¿Cuánto te tocas la cara?

Ahora es tu turno: ¿cada cuánto crees que te tocas la cara? ¿Una vez cada cinco minutos? ¿Más? ¿Tal vez menos? Es muy difícil estimarlo, de hecho, la gente suele ser consciente de su incapacidad para calcularlo y por eso tienden a creer casi cualquier cifra que les digamos. Si no lo crees te propongo que hagas la prueba. Incluso las personas que dicen tocarse la cara cada 15 minutos, cuando se les pregunta si podrían estar infravalorándolo, acaban aceptando que tal vez se lo hacen cada treinta segundos. Quizá por eso se ha extendido tanto el dato de que nos tocamos la cara 3000 veces al día, una información que ha salido en medios de comunicación alrededor de todo el mundo. Pero ¿es cierto?

Hagamos una transformación sencilla. Imaginando que estemos despiertos las 24 horas del día, tocarse la cara 3000 veces significaría que nos llevamos la mano al rostro dos veces por minuto, sin descanso. Y claro, este dato sería una media, implicando que habría momentos en que nos tocaríamos la cara mucho menos, pero otros en que lo haríamos muchísimo más. Puede que ese sea tu caso y esto no te parezca extraño, pero piensa que hay muchas personas que apenas se tocan la cara y resulta difícil imagina a alguien que compense esa tendencia, toqueteándose más de una vez cada 5 segundos las 24 horas del día, 7 días a la semana.

Si buscamos las fuentes primarias, estudios serios y bien diseñados, encontraremos que tampoco lo tienen del todo claro. Algunos apuntan a que, mientras estamos despiertos nos tocamos la cara unas 3 veces a la hora y los que parecen más realistas hablan de casi 18 veces. Si esto es cierto y contando que durmamos 8 horas, nos estaríamos tocando la cara unas 288 veces al día. Por supuesto, no siempre palpamos mucosa, pero, aunque parezca mentira, esto acaba ocurriendo en un 44% de las ocasiones (unas 127 veces al día), siendo la mayoría de ellas en la boca, seguida de la nariz y de los ojos (16, 14 y 12%, respectivamente) Sin embargo, todo esto tiene truco, porque parece que, de media, las mujeres se tocan la cara menos veces, posiblemente por el más frecuente uso de maquillajes. Y eso nos hace pensar, porque: si ponerse algo en la cara nos hace más consciente de ella ¿podría una mascarilla reducir el número de veces que nos la tocamos?

No parece haber estudios sólidos todavía, pero lo más probable es que la respuesta sea negativa. De hecho, los estudiantes sanitarios que las llevan por primera vez tienden a toquetearla porque, precisamente por estar constantemente notando su presencia, les resulta incómoda. Así pues, es posible que el uso de mascarillas, sin la suficiente concienciación y experiencia aumente los toqueteos, no solo en la tela que estaríamos contaminando (o contaminándonos a nosotros con ella), sino en el resto de la cara. Recordemos que, precisamente por la holgura de muchas mascarillas, como las quirúrgicas, no sirven para protegernos a nosotros del mundo exterior, sino al mundo exterior de nosotros. Por eso es tan importante tocarlas lo menos posible, lavarnos las manos antes y después de hacerlo, manipularlas por las gomas, cubrir con ellas SIEMPRE la nariz y el mentón, así como ajustar correctamente el alambre metálico que amoldará la mascarilla al puente de nuestra nariz.

Imágenes del tutorial del CDC sobre el correcto uso de las mascarillas.
Imágenes del tutorial del CDC sobre el correcto uso de las mascarillas.CDC

Así que, por desgracia, la respuesta es que nos tocamos la cara más veces de las que deberíamos. Eso es algo que podemos afirmar, incluso desconociendo los números exactos. Sin embargo, nos lleva a una segunda pregunta: ¿por qué?

¿Por qué lo hacemos?

Piénsalo, estoy seguro de que te has tocado la cara desde que empezaste a leer este artículo, pero ¿por qué lo has hecho? Tal vez te picaba la barbilla o necesitabas refregarte los ojos para acostumbrarte al brillo de la pantalla. Los motivos son muy variados y normalmente se deben a lo que sospechamos, pero en no pocas ocasiones son puras excusas. Historias que creamos para justificar por qué lo hemos hecho. El motivo es que, lejos de las causas más evidentes, algunos estudios apuntan a que el tacto de piel con piel podría estimular la liberación de moléculas como la oxitocina, la cual puede ayudar a moderar los niveles de estrés.

Por otro lado, en ocasiones se debe a necesidades más primarias. En cierto modo, podríamos decir que hemos generado una adicción. Si cada vez que estamos estresados, ansiosos o concentrados nos tocamos la cara, acabaremos generando una costumbre. Con el tiempo asociaremos ambas cosas y el hecho de estar concentrados leyendo algo hará que el cuerpo nos pida ese contacto. Algunos estudios apuntan a que estos procesos siguen un recorrido a través de nuestro encéfalo llamado: la vía de la recompensa. Si se culmina el acto, se liberará un neurotransmisor placentero llamado dopamina (aunque sus funciones son mucho más complejas) Por contra, si negamos esa culminación, notaremos una tensión creciente, una necesidad imperiosa de rascarnos, por ejemplo. A grandísimos rasgos podría ser comparado con un tic, una compulsión o una adicción. Contenerlos es una tarea titánica.

Pero entonces ¿cómo podemos dejar de tocarnos la cara? Con esta información las expectativas no son muy esperanzadoras y es posible que no sepas ni por donde empezar, pero no te preocupes, porque sin darte cuenta ya has dado el primer paso.

¿Cómo evitarlo?

Si has llegado hasta aquí es muy posible que tu comportamiento ya esté cambiando. Tras tanta información sobre el peligro de tocarse la cara eres más consciente de su importancia. Saber la cantidad de veces que lo hacemos ayuda a concienciarse y reflexionar sobre a qué se debe tanto toqueteo nos ayuda a ser más conscientes de cuándo tendrá lugar y cómo evitarlo. En resumen, la concienciación es el primer paso. Evidentemente, esto no es suficiente, pero por suerte hay una serie de consejos adicionales que podemos seguir.

Por ejemplo, podemos intentar ser más conscientes de cuándo vamos a tocarnos la cara con el clásico truco de la goma. Siempre que notemos el impulso de hacerlo, no solo podremos evitarlo, sino darnos un pequeño golpecillo estirando y soltando una goma elástica colocada en nuestra muñeca, palmearnos en el brazo, etc. Por supuesto, tras esto es conveniente lavarse las manos, pero en principio podría ayudarnos a tener más presente los gestos involuntarios. De hecho, estas técnicas podrían cumplir incluso una segunda función distractora.

Cuando nos pica algo nos rascamos porque de ese modo silenciamos el picor, estimulamos el tacto de un modo en que “bloquea” el resto de las sensaciones desagradables. Algo similar a cuando, tras golpearnos la espinilla, la frotamos con la mano, o como cuando nos duele la barriga y nos ponemos una manta eléctrica o un cojín de los que se calientan en el microondas. En parte se debe a que unas neuronas tienen preferencia sobre otras, lo cual será complicado de simular, ya que no podemos tocar ni la zona que nos pica ni sus alrededores. Sin embargo, si estimulamos otra parte del cuerpo, como hemos dicho, nos será más sencillo focalizar la atención en ese punto, dejando al picor fuera de plano. Siguiendo este consejo, podemos frotarnos un brazo, o una mano con la otra, cuando necesitemos reducir las ganas de rascarnos.

Si no es suficiente con esto, otra forma de desviar la atención sería manipulando un objeto, como una pelota antiestrés o un bolígrafo. Otra opción sería ponerse gafas de Sol o maquillaje (solo de la nariz para arriba si llevamos mascarilla, para así no alterar sus propiedades) De esta forma, reduciremos la tentación de llevarnos las manos a la cara.

Es posible que ni siquiera con todos estos consejos consigamos erradicar de nosotros la mala costumbre de tocarnos la cara, pero sin duda reduciremos el número de veces que lo hacemos. Si sumamos esto a una correcta higiene de manos, a un buen uso de las mascarillas y a mantener las normas de distanciamiento, entonces estaremos poniendo todo lo que está en nuestra mano para evitar infectarnos a nosotros o a otros. Gestos sencillos, pero que en momentos como estos son los que salvan vidas.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Llevar mascarilla no es seguro por el simple hecho de llevarla. Un uso incorrecto puede exponernos más al generar en nosotros una falsa sensación de seguridad y hacernos descuidar el resto de las medidas de seguridad.
  • Dejar de tocarse la cara es difícil y no existen trucos mágicos para parar de hacerlo. Lo único que está en nuestras manos es esforzarnos e ir mejorando gracias a la práctica.

REFERENCIAS (MLA):

  • Dimond, Stuart, and Rashida Harries. "Face Touching In Monkeys, Apes And Man: Evolutionary Origins And Cerebral Asymmetry". Neuropsychologia, vol 22, no. 2, 1984, pp. 227-233. Elsevier BV, doi:10.1016/0028-3932(84)90065-4. Accessed 27 Apr 2020.
  • Kwok, Yen Lee Angela et al. "Face Touching: A Frequent Habit That Has Implications For Hand Hygiene". American Journal Of Infection Control, vol 43, no. 2, 2015, pp. 112-114. Elsevier BV, doi:10.1016/j.ajic.2014.10.015. Accessed 27 Apr 2020.
  • Kwok, Yen Lee Angela et al. "Face Touching: A Frequent Habit That Has Implications For Hand Hygiene". American Journal Of Infection Control, vol 43, no. 2, 2015, pp. 112-114. Elsevier BV, doi:10.1016/j.ajic.2014.10.015. Accessed 27 Apr 2020.
  • Mochizuki, Hideki et al. "The Cerebral Representation Of Scratching-Induced Pleasantness". Journal Of Neurophysiology, vol 111, no. 3, 2014, pp. 488-498. American Physiological Society, doi:10.1152/jn.00374.2013. Accessed 27 Apr 2020.
  • Morita, Kentaro et al. "Measurement Of Face-Touching Frequency In A Simulated Train". E3S Web Of Conferences, vol 111, 2019, p. 02027. EDP Sciences, doi:10.1051/e3sconf/201911102027. Accessed 27 Apr 2020.
  • Reissland, Nadja et al. "Laterality Of Foetal Self-Touch In Relation To Maternal Stress". Laterality: Asymmetries Of Body, Brain And Cognition, vol 20, no. 1, 2014, pp. 82-94. Informa UK Limited, doi:10.1080/1357650x.2014.920339. Accessed 27 Apr 2020.
  • Uvnäs-Moberg, Kerstin et al. “Self-Soothing Behaviors With Particular Reference To Oxytocin Release Induced By Non-Noxious Sensory Stimulation”. Frontiers In Psychology, vol 5, 2015. Frontiers Media SA, doi:10.3389/fpsyg.2014.01529. Accessed 27 Apr 2020.