Legado desconocido
El tesoro oculto del banquero de Picasso
Una subasta descubre la colección privada de Max Pellequer, el asesor financiero del pintor malagueño
A veces ocurre en el mundo del arte que se abre un tesoro, que ve la luz un legado oculto que se convierte en una agradable sorpresa tanto para los especialistas como para los aficionados. Si hablamos de un creador como Pablo Picasso parece sorprendente que podamos toparnos con obra inédita y que esta sea de gran calidad, además de poder aportarnos nueva luz tanto sobre su vida como su trabajo creativo.
El próximo día 15 tendrá lugar en París, en la casa Piasa, una importantísimas subasta que nos abre una puerta desconocida al ponerse a la venta muy diversos testimonios de la amistad entre Picasso y Max Pellequer, un banquero y coleccionista que reunió un fondo artístico imponente con creaciones de las décadas de los 20 y los 30.
Entre los lotes de esta venta destaca un testimonio de primera mano de la relación entre Picasso y Barcelona, uno de los epicentros de su cartografía vital. Es una carta que un jovencísimo Pablo Ruiz Picasso envía a uno de sus más destacados y primeros amigos en París: el poeta Max Jacob. Fue escrita desde Barcelona el 1 de mayo de 1903 en el momento álgido de la denominada época azul. Picasso en ese tiempo todavía no dominaba el francés, por lo que usaba este idioma a la par que el catalán en el redactado de esta misiva. Además de las letras para Jacob, la carta va acompañada de dibujos en los que podemos ver algunos de los temas que posteriormente trasladará al óleo, apuntes del natural de lo que veía en las calles y en los cafés de la capital catalana. «Si puedo trabajar aquí, me quedaré aquí, pero si veo que no puedo hacer nada, me iré a París», anota el artista de entonces 22 años. Los bocetos que forman parte de las páginas de la carta son una manera de indicarle a Jacob lo que le tiene ocupado en Barcelona. «Este dibujo que te envío es el primero de una serie de cuadros que he hecho», le indica fusionando francés y catalán. En la nota, el pintor acaba despidiéndose como «tu hermano Picasso». El precio de salida de este documento es de unos descomunales medio millón de euros.
Pero la carta no es el primer lote de la subasta en Piasa. La venta se inicia con un dibujo que también nos puede remitir a Barcelona, concretamente al arlequín que puede verse en el museo que lleva el nombre del malagueño en la capital catalana. Es un dibujo de un arlequín que probablemente podría tener como base al también pintor Jacinto Salvadó. Picasso le regaló este original a Pellequer tomando como soporte un talón de cheque en blanco con el encabezado del Banco Nacional de Crédito.
Hacia 1950, Picasso realizó dos luminosos dibujos con ceras que estaban destinados a convertirse en tapices. En Piasa están precisamente estos originales, pero también una pareja de sillones Luis XIII probablemente bordados por la esposa del banquero y que toman como base los citados diseños de Picasso.
Picasso y Pellequer mantuvieron una extensa correspondencia que afortunadamente parece conservada en su integridad, aunque
quedará diseminada para siempre. En la subasta existen varios lotes dedicados a este epistolario. En ellas se hace evidente la confianza que el pintor tenía hacia el banquero, como lo demuestra que en muchas de esas cartas añadiera detalles de su día a día no solo con palabras sino también con dibujos. De esta manera podemos encontrarnos desde una escena de una corrida de toros a una mesa servida con un vaso y una botella de vino o al paso navideño de los Reyes Magos. También vemos diversas escenas de playa, desde un día de lluvía hasta otro en el que solamente pasea por la orilla un ciclista.Pero la serie más importante de estas cartas son las que tienen como protagonista una de las residencias del autor de «Las señoritas de Aviñón». Son aquellas en las que informa a su amigo de la adquisición del castillo de Vauvenargues, en 1958. Picasso la dibuja con pocos y luminosos trazos con ceras.
Dentro de esta serie de cartas destaca un lote formado por un total de 74 sobres en los que Picasso dibuja el nombre de Max Pellequer de las más diversas maneras, construyendo una caligrafía particular y diferente para cada uno de los envíos.
Otras muestra de la amistad son las más variadas dedicatorias que Picasso estampó en algunos de los libro de bibliófilo que conservó Pellequer, aquel a quien el pintor consideraba como su asesor financiero. De hecho, hubo semanas en las que Picasso escribía una carta diaria a su banquero de referencia.
Además de todo aquello relacionado con las cuentas corrientes de su amigo y cliente, Max Pellequer también se preocupó de asuntos artísticos. De esta manera logró, por ejemplo, que Picasso le permitiera poder realizar una edición limitada de algunas esculturas o cerámicas que se encuentran también en esta subasta en Piasa.
Todo ello es, en definitiva, un archivo único, un legado importante y que, de alguna manera, debería conservarse en alguna institución pública.
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