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Obra excepcional

Un libro para conocer a la periodista Mercè Rodoreda

Mercè Ibarz recoge en un volumen los textos de quien entonces era una joven reportera

Una imagen de Mercè Rodoreda La Razón

La editorial Comanegra hace tiempo que nos viene sorprendiendo al publicar una mirada diferente y atractiva sobre la literatura catalana, rescatando esos otros textos fuera de los cánones más convencionales. Tras Aurora Bertrana, Rosa Maria Arquimbau o Anna Murià, por citar unos pocos nombres de una lista formada por una docena de títulos, ahora es el turno de un clásico moderno como es el caso de Mercè Rodoreda. “Avui, que ens són familiars la browning i els gàngsters”, realizado bajo el cuidado de Mercè Ibarz, la gran autoridad en la autora de “La plaça del diamant”, reúne la obra periodística de Rodoreda previa a la Guerra Civil.

Pese a ser periodista durante un puñado de meses que no llegan a sumar un año, fue en la revista “Clarisme” donde empezó a construir su personalidad de reportera, llegando a publicar cada semana incluso dos o tres piezas. Y es que “Clarisme” abrió sus puertas a muchos, ya fueran escritores o dibujantes en formación o ya consolidados. Este momento coincidió con el ingreso de Mercè Rodoreda en la Associació de la Premsa de Barcelona, lo que demuestra la vocación periodística de la futura autora de “Mirall trencat”.

Una de las particularidades de este libro es que podemos conocer a Rodoreda como una de las mejores entrevistadoras de su tiempo. En las páginas del libro aparecen sus diálogos con algunas de las personalidades literarias más importantes de su tiempo, como Miquel Llor, Sebastià Juan Arbó, Carles Soldevila, Agustí Esclasans o Apel·les Mestres. Hablamos de una etapa en la vida creativa de la autora que nos permite saber, como subraya Ibarz, que Rodoreda, antes de marchar al exilio, “había leído mucho y no era en absoluto una escritora sin formación, como en ocasiones aún puedes escuchar y leer”.

En estas conversaciones hay perlas, como es el caso de la escritora Llucieta Canyà, autora en aquellos años de “L'etern femení”, que se convierte, según Rodoreda, en consejero para las mujeres, para las prometidas, para las casadas, para las madres inexpertas con su primer hijo. Canyà resulta alguien de una modernidad tremenda, que reivindica el deporte -tan ligado a la masculinidad- como un medio estético y el feminismo porque una mujer puede ser feminista “conservando toda la feminidad. No soy amiga de las mujeres espantapájaros. (…) Detesto las mujeres masculinizadas”.

Igualmente interesante es su encuentro con Maria Teresa Vernet, una autora a la que convendría reivindicar. El retrato que dibuja Rodoreda es excepcional, subrayando su agudeza como observadora. Las preguntas que formula a Vernet logran respuestas extraordinarias, como cuando le interroga sobre el matrimonio y ella responde que le gusta, “pero, a mi manera de ver, creo que es un error como, todavía hoy, está constituida la familia: con el egoísmo como base (…) Creo que debería existir más libertad, junto con una educación proporcionada de una mayor responsabilidad. Y no hablo por mi, porque mis padres ha sido, y son, suficientemente liberales para mi”.