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Prevención en salud

La exposición prenatal a sustancias químicas ambientales se asociada a la obesidad y las enfermedades cardiovasculares

Según un estudio liderado por ISGlobal, la exposición durante el embarazo a productos químicos presentes en nuestro día a día está relacionada con un aumento acelerado del Índice de Masa Corporal desde el nacimiento hasta los 9 años

El control de los niveles de exposición a sustancias químicas ambientales podría prevenir la obesidad infantil larazon

A nivel de salud pública, existe una verdadera preocupación por lo elevados niveles de obesidad infantil y el incremento de la incidencia de las enfermedades cardiovasculares. En este contexto, un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona, (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, arroja nuevos datos que pueden ser significativos a la hora de diseñar políticas de prevención en el ámbito de la salud.

Y es que si desde hace tiempo nos inquietan los altos niveles de sustancias químicas a los que estamos expuestos diariamente, este trabajo, publicado en Enviromentl Health Perspectives, demuestra que los disruptores endocrinos pueden alterar el crecimiento de los niños y las niñas durante sus primeros años de vida.

“Estamos expuestos a químicos ambientales por todos lados: en la comida, en la ropa, en los lugares en los que nos sentamos...”, constata Parisa Montazeri, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio, quien señala que “paralelamente se está investigando mucho acerca de cómo la obesidad y el crecimiento en la etapa infantil pueden tener un efecto a lo largo de la vida de las personas”. “Nosotros, en este estudio, hemos demostrado que la exposición prenatal a sustancias químicas ambientales y sus mezclas está relacionada con un aumento acelerado del Índice de Masa Corporal (IMC), una medida que combina la altura y el peso y se usa para evaluar el estado en relación a la obesidad y el sobrepeso, desde el nacimiento hasta los nueve años”

Para llevar a cabo este estudio, los investigadores midieron las concentraciones de estas sustancias químicas en muestras de orina y sangre de 1.911 madres de la cohorte de nacimiento del Proyecto INMA en España durante el embarazo y esos datos se contrastaron con los de las mediciones del IMC de sus bebés a lo largo del tiempo.

De esta manera, mediante un cálculo de las trayectorias de crecimiento, se comprobó esa asociación entre la exposición a sustancias químicas y “un aceleramiento más rápido de lo normal del aumento del Índice de Masa Corporal, sobre todo en el primera año de vida y entre aquellos niños que habían nacido más pequeños en relación a la media”, explica Montazeri para a continuación indicar que “ese crecimiento acelerado se relaciona con diferentes problemas de salud a lo largo de la vida, como la obesidad o las enfermedades cardiovasculares, muy comunes y preocupantes hoy en día”.

Una novedad más realista

Además, este estudio presenta una novedad importante respecto a otras investigaciones sobre la relación entre la exposición a sustancias químicas ambientales y la salud y es que en este caso no solo se ha analizado la asociación entre 23 químicos diferentes y su impacto en la trayectoria de crecimiento del IMC, sino que también se ha valorado cómo podría afectar la combinación de todos estos químicos ambientales juntos a esa trayectoria, lo cual, en palabras de la investigadora, “es mucho más representativo de lo que pasa en la realidad, de cómo estamos expuestos a diario a esas sustancias”

Y la conclusión es que la mezcla de diferentes disruptores endocrinos se relaciona con un mayor riesgo de la población infantil a pertenecer a una trayectoria de aumento acelerado del IMC, especialmente cuando estos químicos ambientales son más persistentes, es decir que aguantan más tiempo en nuestro organismo.

Ante tales evidencias, Prisa Montazeri señala que “la investigación aporta datos a los responsables de salud pública para trabajar en la línea de la prevención de la obesidad infantil, puesto que les indica hacia dónde enfocar”. Y en este sentido apunta a la necesidad de “políticas dirigidas a reducir los niveles de productos químicos ambientales a los que estamos expuestos”, insiste la investigadora, quien al respecto advierte que “la vía con la que más expuestos estamos a estos químicos es la de la dieta”.