Historia moderna
La misteriosa bestia que mató a cerca de 100 niños
La leyenda del animal de Gévaudan, inspiración de la mayoría de historias de terror, de "El lobo feroz" a "Tiburón", sigue sin descifrarse casi 300 años después
El horror nace de la monstruosa deformación de la normalidad. Un lobo puede despertar miedo, pero no horror, ya que su apariencia y comportamiento es fácilmente predecible. Pero qué ocurre si ese lobo es más grande de lo habitual, parece poseer una fuerza y reflejos sobrenaturales, tiene rasgos extraños, y sobre todo encuentra un extraño placer en matar a niños y arrancarles la cabeza. El horror se apodera de los corazones de todo aquel que oye estas historias y entonces nacen las leyendas.
Esto es lo que ocurrió en el condado de Gévaudan, región boscosa al sur de Francia donde los lobos campaban a sus anchas. El 30 de junio de 1764 apareció el cadáver degollada de una jovencita, de apenas 14 años, llamada Jeanne Boulet. Su cuerpo apareció parcialmente devorado, con las ropas por completo rasgadas. Los lobos podían atacar a los vecinos de la zona, pero no con esa virulencia. Aquello parecía algo más y empezaron a nacer todo tipo de especulaciones.
¿Qué había atacado a la pobre niña? Como si del principio de la película “Tiburón” se tratara, la población no quiso alarmarse en un primer momento. Aquel debía ser un incidente aislado, nada de lo que preocuparse. Sin embargo, poco más de un mes después, el 8 de agosto, aparecía otra niña, otra vez degollada y con el cuerpo desnudo y parcialmente devorado. Y el reguero de sangre no quedó allí y a principios de septiembre ya se contabilizaban seis víctimas más, todas niños, todas con el cuello prácticamente saccionado y marcas de importantes mordeduras en el tórax y las extremidades en las inmediaciones de la selva de Mercoire.
En seguida se empezó a hablar de una bestia infernal, de una criatura sobrenatural, que atacaba a los niños al frente de ovejas o ganado. La población estaba alertada de los ataques y empezaron a haber los primeros testimonios de supervivientes de las atroces embestidas. Unos hablaban de mitad lobo, mitad hombre, otros de lobos de increíble tamaño, pero con orejas pequeñas y pelo enrojecido, cuyas fauces parecía desafiar cualquier proporción. El miedo, definitivamente, se había transformado en horror.
La situación se hizo tan insostenible que se vio obligado a intervenir al gobernador de la región, el conde de Montcan. Los cazadores habían fracasado, los familiares de las víctimas, enfurecidos y enajeados, corrían como locos a enfrentarse con la bestia, pero tenían igual suerte. La bestia mató a tres integrantes de la misma familia de este modo, primero a un niño de ocho años, después a su padre, y por último al hermano mayor, de 16. El estado de histeria era tal que los niños se les obligó a confinarse a sus casas y nadie salía al exterior si no era convenientemente preparado y en compañía.
Al final, el conde hizo venir al capitán Duhamel, responsable de la caballería del ejército francés, a que rastreara la zona y acabara de una vez con la bestia. Duhamel tenía fama de altanero, pero de ser eficaz, sin embargo sus hombres no lograron nada, salvo contar nuevas víctimas, como la de un niño del pueblo de Apcher cuya cabeza no se encontró hasta ocho días después. Además, se decía que los hombres del capitán eran unos borrachos y saqueadores, sin pagar nunca su alojamiento y comida por su paso por las posadas.
Cuando el número de víctimas ya subía de los 25 muertos, las autoridades pusieron una recompensa de 2.000 libras. En ese momento, la iglesia ya había bautizado a la bestia como “la plaga de Dios” y el obispo de Mende, monseñor Gabriel-Florent de Choiseul-Beaupré, aseguraba que era un castigo divino por los pecados de los hombres. “Yo armaré contra ellos, los dientes de Bestias Feroces”, recitaba.
La primera vez que Duhamel tiene en frente a la bestia, no puede creer lo que tiene delante de los ojos. Esto es lo que escribe en su diario: “Tiene el pecho de la anchura del de un caballo, el cuerpo como el de un leopardo y el pelaje rojo con una línea negra. Al verlo llegarás como yo a la conclusión de que el monstruo es un híbrido. Su padre es claramente un león. Lo que es su madre aún está por ver”. ¿Podía ser entonces un león joven escapado de alguna feria cercana?
Mientras tanto, la bestia fue acorralada después de intentar atacar a un joven que tuvo que resguardarse de los ataques del animal entre su ganado. Dos cazadores aseguraron que habían alcanzado al animal, incluso que lo vieron caer y después correr cojeando. Incluso siguieron su rastro de sangre, pero pronto las finas gotas escarlata desaparecieron. Al día siguiente, a unos 60 kilómetros al sur, aparecía una nueva víctima, María Solinhac.
Los 57 hombres de Duhamel habían demostrado su incompetencia, los cazadores de la zona eran burlados una y otra vez, y la idea de que aquello era algo demoníaco crecía. Aquí hizo aparición la prensa, poder incipiente que buscaba una noticia de alcance que atrajese lectores después del desastre francés en la guerra de los siete años, la considerada primera guerra mundial de la historia. Testimonios trastornados, la creación de héroes locales, como la historia de una niña de doce años que resistió los ataques de la bestia con una lanza, la bestia de Gevaudan ya era una gran película de terror vendida a toda Francia.
La historia había traspasado fronteras e incluso se sabía de la burla de los ingleses, que se reían de que un perro aterrorizase a todo un pueblo. La incapacidad de hacerle caza también era burlado en partes de España y Alemania. Entonces, el consejero del rey Luis XV, Clement Charles Francois L’Averdy, decidió apartar a Duhamel y contratar al mejor cazador de Francia, en cuya reputación constaba la muerte de 1.200 lobos. Sí él no podía con aquella bestia inmunda, estaba claro que era el mismísimo diablo.
Su nombre era Martin Denneval y llegó a la región acompañado por su hijo. Su nombre dio esperanza a la población. El 23 de enero, siete niños se enfrentaron a la bestia. Cogió a uno por el brazo y se apresuró a llevárselo, pero los demás le rodearon con palos y le obligaron a soltarlo. Sus gritos llamaron la atención de los hombres cercanos y el animal no tuvo más remedio que huir. El propio Luis XV premió el valor de esos jóvenes, de ocho a doce años. Por un momento, la idea que el final de la bestia estaba cerca animó a los vecinos de la zona.
Sin embargo, Dennevan no tuvo más suerte que Duhamel, y el Rey tuvo que enviar a su arcabucero real, François Antoine, a que se hiciera cargo de la cacería mayor. Con él viajan seis hombres de la Guardia Real, y pronto reciben el aviso de que la bestia ha sido vista cerca de la abadía de Chazes. Acude con 40 hombres y por fin consiguen abatir al monstruo. La celebración es inmensa. Aquel lobo no parece tan excepcional, pero sí es grande, pesa cerca de 60 kilos, y su hocico es enorme, como en las descripciones de la víctimas que sobrevivieron a sus ataques.
,Antoine se despide de todos, pero como ocurre en todas las películas de terror, empezando por “Tiburón”, pronto se confirmará que aquella no era la bestia real. Un mes después de la muerte de aquel lobo, vuelven los asesinatos, esta vez de una niña de doce años. El rey ya no presta atención ya que para él la bestia ha muerto Antoine la trajo disecada a Versalles, aunque su grado descomposición era tal que no podían determinar qué tipo de monstruo era.
Lo cierto es que en los siguientes 18 años se contabilizan 30 nuevas muertes. En total, según los últimos estudios de periódicos y documentos de la zona se establece que la víctimas totales de aquel animal, fuese quien fuese, llegaron a los 215 personas, de ellas 113 aparecieron muertas, 13 sufrieron algún tipo de amputación y 98 fueron heridas de distinta consideración.
En junio de 1767 un renombrado cazador de la zona, Jean Chastel, asegura que ha abatido definitivamente a la bestia. Es un lobo grande, tan grande como el relacionado con Antoine, pero sigue sin cumplir todos los requisitos para que sea la bestia. Vuelve a enviarse otra vez al animal a Versalles, de nuevo con la misma y desagradable suerte. La región, que ya no cree en finales felices, esperan y esperan a que la bestia vuelva a actuar, pero no lo hace.
La fiesta es máxima, pero hay que tener en cuenta que durante aquellos 3 años se mataron en la región hasta 120 lobos. ¿Cuál era la diferencia de éste con otros lobos abatidos? Simplemente, que a partir de quí no vulven a haber otros ataques. ¿Es posible que fuera el animal que Chastel mató? Nadie lo cree, pero lo cierto es que no vuelve a atacar. ¿Se buscaría otras víctimas más al norte? No se sabe. Algunos afirman que el culpable es un hombre disfrazado como un animal para que no le reconozcan, otros que es un hombre con una traje de rinoceronte, otros una bestia mitológica, la causa de igual, pero lo cierto es que en esos tres años se documentaron cerca de 300 ataques. Algunos vecinos siempre esperaron el día en que volvería. Así se murieron, perseguidos por el horror.
✕
Accede a tu cuenta para comentar