Granada

«Caníbal»: Hambre de amor

Director: Manuel Martín Cuenca. Guión: M. M. Cuenca, Alejandro Hernández. Intérpretes: Antonio de la Torre, Olimpia Melinte, María Alfonsa Rosso, Joaquín Núñez. España. 2013. Duración: 116 minutos. Drama.

«Caníbal»: Hambre de amor
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Nos preguntamos qué extraño y perverso mecanismo provoca que un ser humano tenga hambre de otros. Algunos caníbales son endemoniadamente listos, refinados (según Thomas Harris, se llamaba Hannibal Lecter), los hay que confundieron el placer de la mesa y el sexo extremo (el asesino de Rotemburgo) y hay unos pocos que nadie sabe por qué comen carne de mujer todas las noches, enormes filetes sonrosados con especias que acompañan de vino tinto. Quizá en la desequilibrada cabeza de Carlos (un contenido y notable Antonio de la Torre), el mejor sastre de Granada, algo relacionado con la religión le ha fundido la cordura (y el excelente plano final de la película ratifica la teoría), de ahí que asesine a desconocidas para luego paladearlas solo en semiliturgia, sentado en un piso destartalado y lleno de muebles vetustos. Parece que fuera la casa de una madre muerta. Hasta que se cruza en su vida una ingenua rumana y el apetito mengua. Pero la suerte está echada y, en ocasiones, el amor también puede disolvernos hasta el instinto de supervivencia porque el objeto de nuestro deseo no quiere mordernos. Así somos. El filme resulta perturbador aunque calle más que diga, y algo exuda relacionado con aquel asfixiante cine español de provincias realizado en los 50, pero, tras un arranque violento, de los que provocan la náusea al espectador, la cinta trastabillea un tanto en su metraje intermedio (demasiado dilatada la historia de la masajista rubia) para, durante el último tramo de la misma, levantar la cabeza y resoplar con apetito. No hay juicios ni recuerdos pretéritos, por qué, desde cuándo Carlos guarda trozos sangrientos en la nevera. Probablemente, aguarda ese largo y fatal invierno que ha comenzado ya, y, con él, también algo parecido a su redención.