Entrevista
Elvira Mínguez: «No se puede sustentar una vida en el odio»
La actriz y escritora cuenta en «La sombra de la tierra» la historia de dos mujeres por el poder, una que lo va perdiendo y otra que lo desea
«La sombra de la tierra» es la historia de dos mujeres por el poder. Una que lo está perdiendo y otra que va a degüello por conseguirlo. Manipuladoras, celosas, egoístas, chungas. La ópera prima de la actriz Elvira Mínguez.
Acostumbrada a interpretar papeles, ahora usted es guionista de su primera novela…
Ha sido un movimiento bastante natural. Cuando interpreto, el guión es un punto de partida. Trabajo muchos los personajes, a los que les doy forma animada en mi cabeza. Con la escritura me pasa lo mismo. Vivo vidas que transcribo en papel.
¿A quién interpretaría de su «opera prima»?
A las malísimas Atilana o Garibalda. Las actrices no nos matamos por hacer un papel de malvada. Como si la maldad no formara parte de la condición humana en una mujer.. Necesitamos que a las mujeres nos legitimen con personajes de malas.
Ha elegido para su primera novela una tragedia «lorquiana»…
El referente de «Bernarda Alba» está ahí, aunque Lorca no estaba en mi cabeza. Pero de alguna manera lo tenemos incorporado, sale sin querer. Mi espejo estaba más en «El bueno, el feo y el malo» de Sergio Leone, el spaghetti western. O la novela americana de los años 30.
Aún así, son dos referencias de la «España profunda» que pisa terrenos agrestes como el adulterio, la violencia sexual, el aborto…
Son temas de siempre, que desgraciadamente no los supera el tiempo. Igual te valen para 1896 que para 2023. Es una manera de poner cara, voz, legitimar a las víctimas. A los niños no queridos por sus padres, a las víctimas de los abusos. Nos hechiza la luz de los atardeceres pero no nos fijamos en las sombras de la tierra.
Atilana y Garibalda encarnan al general protagonista del «Otoño del patriarca». El poder no son los perros sino el mismo collar, «la sombra de la tierra»…
Absolutamente. No se puede sustentar una vida en el odio. Si este es el pilar de la existencia, cuando desaparece el objeto odiado solo aparece el vacío. El ejercicio de ese poder y su forma dictatorial de ejercerlo arrasa con todo.
Una tiranía que se sitúa en un pueblo llamado «Miedo» que lideraba terrateniente, iglesia y quien era capaz de dominar los cuchicheos...
Para esto último hay una expresión muy elocuente, y que me encanta: «se conoce qué». Aquello que sabías pero no se podía decir, una forma impersonal para dominar mediante el poder de la información partiendo sobre la base de lo oculto.
Chismes que se hacían virales en las abacerías, mesas de camilla, bares, casinos… Las redes sociales de la época…
Los llamados «coros», como si de una tragedia griega se tratara. Comadres y compadres se encargaban de decir lo que estaba pasando y lo que iba ocurrir. Como hoy día con las fake news, la posverdad y los rumores.
Hoy Internet sería como una especie de Gran Cortijo de extensiones terraglobales, ¿no?
Vivimos en un mundo donde todo está al lado, cerca. Que conocemos todo lo de todos, o al menos podemos tener muchas más posibilidades de acceso. Tenemos la sensación de que hemos inventado mucho pero a la hora de la verdad poca cosa.