Temporal
Chiclana y los fantasmas del pasado con la DANA
Las intensas lluvias de las últimas jornadas han desempolvado los recuerdos de la riada que en 1965 ahogó a la ciudad gaditana
Hacía muchos años, décadas, que los chiclaneros no miraban al río Iro con tanto temor. Pasados 59 años de aquel fatídico 19 de octubre de 1965, solo quienes ya peinan canas recuerdan lo que sucedió en una jornada que, en apenas unas horas, sumergió bajo las aguas gran parte del centro de Chiclana, poniendo en jaque la vida de centenares de vecinos y causando grandes destrozos.
Uno de quienes aún tienen muy presente aquella riada de mediados de los sesenta es el propio alcalde de Chiclana, José María Román, que vivía junto al Iro y que, como tantos otros niños de la época, no ha podido borrar de su memoria un suceso que, como señaló un ex alcalde chiclanero, José de Mier, «hizo que los chiclaneros le dieran la espalda al río» y, en cierto modo, lo observasen desde entonces como un enemigo.
«Cuando se anuncian lluvias como las de estas jornadas, de especial intensidad y sostenidas durante varias jornadas, no puedo dejar de pensar en lo que ocurrió aquel día». «Desde aquel fatídico octubre del 65», señala, «hemos sufrido varios episodios de inundaciones y mucho me temo que si, en base al estudio realizado contra inundaciones, la Junta no aborda las soluciones que este documento a punta, podríamos revivir un episodio de similares características en cualquier momento», indicó.
Y es que lo que sucedió aquel 19 de octubre guarda muchos paralelismos con lo que ha ocurrido estos días en los pueblos de la comunidad valenciana: un brutal e inesperado golpe de agua que sorprendió a los chiclaneros y que, en cuestión de horas, hizo que la tranquilidad de este entonces núcleo rural se tornara en desgracia.
Una riada que tuvo su origen en la vecina localidad de Medina Sidonia, en la que cayeron copiosas lluvias a lo largo de esa fatídica madrugada. Aguas que alimentaron la zona alta del Iro y que, como si de un gran tobogán se tratase, corrieron con fuerza río abajo, arrasando todo lo que encontraban a su paso.
La riada ya estaba en marcha y fue sobre las once y media de la mañana cuando irrumpió con una fuerza desmedida en Chiclana, haciendo que el río que divide la localidad en dos zonas (La Banda y El Lugar) se desbordara por ambas márgenes.
A partir de ese momento, las imágenes, de tintes dantescos, no dejaron de sucederse, inundando plazas y calles del centro. Tal fue el torrente de agua, que en algunas calles llegó hasta las segundas plantas de los edificios.
Al igual que ha sucedido en tierras valencianas, los chiclaneros no tuvieron apenas tiempo de reacción, refugiándose en las azoteas y techos de los edificios.
Fueron horas de auténtica zozobra, en las que gracias a la actitud de los chiclaneros se pudieron salvar unas vidas, de mayores y pequeños, que parecían condenadas.
Acciones de salvamento a las que se sumaron efectivos de la Guardia Civil, Policía Municipal, Bomberos e, incluso, como está ocurriendo ahora, efectivos de las Fuerzas Armadas. Incluso, desde la vecina Base Naval de Rota se enviaron zódiacs y helicópteros para colaborar en un operativo nunca antes visto y que fue vital para evitar mayores desgracias.
La fuerza de la riada fue tal que dejaron de existir edificios e infraestructuras que eran todo un icono en la Chiclana de mediados del siglo XX. Es el caso de Teatro García Gutiérrez, auténtico orgullo cultural de la localidad, o el conocido como Puente Chico.
Tras este diluvio, Chiclana dio paso a un paisaje desolador que, como está sucediendo estos días, abrió paso a otra ‘riada’, esta de solidaridad de particulares, comerciantes, empresas, etc. para atender las necesidades de quienes, en no pocos casos, lo habían perdido absolutamente todo.
Comedores y albergues adquirieron un notable protagonismo para cubrir las necesidades de cientos de personas que tardaron en volver a una normalidad que les fue robada en cuestión de horas.
En estos días, afortunadamente, pese a algunos bulos expandidos por las redes, el cauce del río Iro, ese por el que navegaron los fenicios hace 3.000 años para asentarse en este territorio, no se ha visto desbordado, pero se antoja urgente que se acometan esas actuaciones (presas) que darían mayor tranquilidad a una población que ha vuelto a sentir el miedo en el cuerpo.