Obituario

Las cuerdas silenciadas de Manolo Sanlúcar: fallece una leyenda de la guitarra

Tenía 78 años y estaba ingresado en Jerez de la Frontera. Habrá tres días de luto en la localidad que le brindó su apellido artístico: Sanlúcar de Barrameda

Manolo Sanlúcar nació y creció en un ambiente flamenco, en parte fomentado por su padre
Manolo Sanlúcar nació y creció en un ambiente flamenco, en parte fomentado por su padreAYUNTAMIENTO DE SANLÚCAR DE BARRAMEDAAYUNTAMIENTO DE SANLÚCAR DE BARR

La música española está de luto. Manolo Sanlúcar, figura indiscutible de la guitarra y uno de los más grandes artistas que ha dado la historia de ese instrumento, ha fallecido hoy con 78 años en Jerez de la Frontera. Allí murió, como confirmó poco después el alcalde de Sanlúcar de Barrameda, la localidad natal del genio, que a partir de hoy guardará tes días de luto en homenaje a su ilustre vecino. También habrá capilla ardiente, desde las 9 de esta mañana en el auditorio que tomó su nombre como él tomó su apellido artístico del lugar donde nació. Su nombre real era Manuel Muñoz Alcón.

Sanlúcar dedicó 70 de sus 78 años al flamenco, donde será siempre un referente tras marcar toda una época junto a otros artistas innovadores como Paco de Lucía, Serranito o Tomatito. Nació el 21 de noviembre de 1943, aprendió a tocar la guitarra a los siete años junto a su padre y Javier Molina y desde los trece acompañó a cantaores de todos los estilos. La Niña de los Peines fue su madrina artística, pero también gustó a grandes figuras del flamenco como Pepe Pinto y Pepe Marchena. En la compañía de Manolo el Malagueño conoció a La Paquera de Jerez, su pareja artística durante unos años.

En 1968 grabó «Recital Flamenco» y en 1972 debutó en el Ateneo de Madrid. A esas alturas ya había grabado también la trilogía «Mundo y Forma de la Guitarra Flamenca». En los años 70 fundó el Partido Socialista de Sanlúcar, que más tarde se unió al PSOE, pero abandonó la política y se dedicó de nuevo de lleno a la música. Entre su más de una veintena de discos, en 1988 firmó «Tauromagia», ejemplo de la unión flamenco-fiesta nacional. Con Rocío Jurado y Juan Peña El Lebrijano grabó la primera ópera andaluza, «Evangelio gitano», que él mismo compuso, interpretó y dirigió en 1981. Actuó en el Carnegie Hall de Nueva York en 1990 y triunfó en Japón con la obra sinfónica «Aljibe» (1992).

Manolo Sanlúcar junto a Miguel Molina en Buenos Aires
Manolo Sanlúcar junto a Miguel Molina en Buenos AiresCedida por José LugoCedida por José Lugo

Considerado uno de los artífices del nuevo arte flamenco, entre sus principales composiciones sobresalen «Medea», producida para el Ballet Nacional y que adaptó para guitarra años más tarde, o «Locura de briso y trino» (1998), en honor a Lorca. Un caso excepcional es «Música para ocho monumentos», obra sinfónica encargada por la Junta de Andalucía en 1991 y que el guitarrista terminó tras dieciocho años de trabajo.

Su enorme trayectoria y su ingente aportación al arte flamenco le valió el Premio Nacional de Música en 2010; el Premio de Honor Extraordinario de la Asociación Española de Críticos de Arte Flamenco en 1998, el Premio Pastora Pavón «Niña de los peines», que reconoció su carrera en 2011; la Medalla de Oro a Mérito en las Bellas Artes en 2015; o ser Hijo Predilecto de la provincia de Cádiz en 2016. En 1990 recibió la Medalla de Andalucía. En julio de 2013 anunció de forma sorpresiva su retirada de los escenarios para crear una enciclopedia audiovisual sobre el flamenco que vio la luz en 2021: «La Guitarra Flamenca, Manolo Sanlúcar». «Se nos va un genio que deja un inmenso legado», dijo ayer el presidente de la Junta, Juanma Moreno. «Triste noticia para todos los andaluces y amantes del flamenco. Acaba de fallecer uno de nuestros genios universales», escribió el socialista Juan Espadas.

Adiós, caballo negro

Por José Lugo
Se murió Manolo Sanlúcar cuando el ciclo del verano agonizaba, buscando atardeceres eternos lejos de las arenas de Malandar, cuando la molicie de la rutina llega al corazón de los veraneantes. Saltó la noticia de su muerte a media tarde, como un cuchillo que entra en la mantequilla para dividir nuestra realidad, y la suya, la del muerto, dos mitades eternas sobre las que ya no habrá mucho más que hablar. Recuerdo una mañana gris en Sevilla cuando por primera vez lo vi acercarse. Era un acto de la Bienal y el sol caía a plomo sobre los adoquines mientras aquel hombre «normal» daba sus pasos, torpes, con el aura de no ser nadie. Y también recuerdo cuando alzó la voz la voz por la ausencia de algunos flamencos que se quedaron en las afueras de este «festival» lleno de inseguridades y ausencias.
Habló el maestro, silencio absoluto en la sala y un adiós de las autoridades mezcla de vergüenza e ignorancia. Desde entonces, por muchas razones, silencio y magisterio de un guitarrista que le dio la vuelta al flamenco manteniendo el respeto a la tradición y aportando notas de los movimientos musicales que compartieron calendario con lo mejor de su producción. Quizás, sin quererlo, su principal enemigo se llamó Paco de Lucía, aunque la música de Sanlúcar estaba en una esfera diferente, quizás más pura, si es que eso existe, que la del genial guitarrista de Algeciras. Sí, cualquier comparación es ridícula e incluso vergonzante, pero a la sombra de Jerez nacieron Paco y Manolo, una constelación improbable, una collera bajo la que disfrutar de dos guitarras únicas. Con nombre propio e inigualable, junto a su sensibilidad, a Sanlúcar le debemos su magisterio durante décadas como decano de la guitarra flamenca. Manolo, buda sereno a los pies de la Argónida, mago de silencios, de pinares y mareas altas, genio universal de la guitarra, hombre sencillo sobre el coto. Adiós, Caballo Negro.