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Los monumentos más imponentes del mundo que se deben visitar al menos una vez en la vida: la Sagrada Familia
Son lugares a los que ir es un ritual de todo viajero que se precie, la Sagrada Familia es uno de ellos
«No se puede entender la Sagrada Familia sin entender la fe de Gaudí», estas son las palabras que podrían encerrar el secreto de la fascinación que despierta contemplar la Sagrada Familia, obra magna de Antoni Gaudí, el «arquitecto de dios», fascinación que va más allá de la razón. Convertida en símbolo indiscutible de Barcelona y de Cataluña en general, es visitada, ya sea por motivos religiosos o por motivaciones culturales o artísticas, por más de cuatro millones de turistas al año. Como indicamos en el título de este artículo, es, sin duda, uno de los monumentos que se deben visitar al menos una vez en la vida.
Esta obra, culmen del modernismo, surge de una fusión entre técnica, arte y fe para responder a una de las grandes necesidades del ser humano: la búsqueda de la belleza, expresada en esta ocasión por el maestro Gaudí en una majestuosa construcción que invita a contemplarla, a detenerse en cada detalle y a descubrir su historia.
Su arquitectura está llena de simbolismo
La construcción de este templo, concebido para tocar el cielo, comenzó en 1882 con un estilo neogótico a manos de Francisco de Paula del Villar y Lozano, pero un año después Gaudí asumió el proyecto y lo dotó de un diseño innovador que la convertiría en uno de los emblemas más importantes del modernismo. Aunque el maestro catalán solo pudo ver construida una de las dieciocho torres que él proyectó —doce torres campanario y seis cimborrios—, puesto que falleció en 1926, su sueño va poco a poco haciéndose realidad gracias a las visitas y las donaciones, ya que es un templo expiatorio. Una de las curiosidades más significativas de este monumento es que cada una de las torres mencionadas está dedicada a personajes de la Biblia y su altura depende de su jerarquía: las 12 torres serían para los apóstoles, 4 cimborrios para los evangelistas, uno dedicado a la Virgen María y el más alto de todos a Jesucristo, que estará rematado por una cruz. Cuando finalice su construcción, será la iglesia más alta del mundo y el edificio más alto de Barcelona.
Merece la pena detenernos en las torres, pues impacta ver cómo se elevan, tanto que parece que se mezclan con las nubes en lo alto del cielo, dejando en el espectador un recuerdo imborrable. Las ocho completadas, cuatro en la Fachada de la Natividad —la Fachada de la Natividad, así como la cripta del Templo Expiatorio fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad en 2005— y cuatro en la Fachada de la Pasión, corresponden a las dedicadas a los apóstoles, y dos de ellas, con el nombre de las torres de la Natividad y de la Pasión, pueden visitarse. La Torre de la Natividad, que celebra el nacimiento de Cristo, fue la única que se construyó bajo la supervisión del propio Antoni Gaudí, por lo que al subir por ella estarás paseando por la obra original del arquitecto; a ella y a la de la Pasión, que representa la Pasión, la Muerte y Resurrección de Cristo, se puede subir en ascensor, aunque para bajar tendrás que hacerlo por unas sinuosas escaleras en forma de caracol. Subir hasta ellas es algo imprescindible en una visita a la Sagrada Familia no solo por la experiencia que es en sí misma, sino también para admirar las imponentes vistas de Barcelona con la que deleita a los visitantes.
Mención especial merecen sus fachadas. Cuenta con tres y representan las fases de la vida de Jesús: Nacimiento, Pasión y Gloria, esta última aún en proceso de construcción. La primera de ellas, la única construida en vida de Gaudí, se encuentra frente a la Plaza de Gaudí y se divide en tres puertas; de ella destaca un conjunto escultórico dedicado a las virtudes teologales: esperanza, fe y caridad. Estos pórticos se separan por dos grandes columnas, consagradas a José y María, cuyas bases están sustentadas por los caparazones de dos tortugas, una de tierra y otra de mar, simbolizando lo inalterable del tiempo. En cuanto a la Fachada de la Pasión, situada en frente de la Plaza de la Sagrada Familia, cabe destacar que tiene un estilo más moderno, y en ella sobresale la escultura de Jesús y el cuadro mágico, cuya constante mágica es 33, la edad de muerte de Jesucristo. Dada la complejidad simbólica y todos los detalles con los que cuentan estos elementos arquitectónicos es aconsejable visitarlo con guías especializados en la arquitectura de Gaudí, como los de My Top Tour, quienes explican con todo detalle lo más importante y destacado de este monumento, el cual merece la pena conocer en profundidad.
El interior, un espectáculo visual que encoge el corazón
Si el exterior deja sin palabras al espectador con su majestuosidad y la belleza de sus fachadas, con el interior ocurre exactamente lo mismo. Con el objetivo de imitar la naturaleza, Gaudí proyecta un templo de cinco naves sin ni una sola línea recta y con columnas que se elevan como si fueran árboles en medio de un gran bosque; las más largas y gruesas que sostienen las cinco torres centrales están hechas de pórfido rojo, una roca volcánica muy dura, y las más pequeñas y oscuras son de basalto, mientras que las que soportan las columnas exteriores de la basílica son de granito y dejan entrar la luz. Gaudí dota a estos elementos de un simbolismo especial: los cuatro pilares del crucero están dedicados a los evangelistas, mientras que las columnas corresponden a los doce apóstoles, a los cuatro obispados catalanes y a las quince ciudades españolas con archidiócesis y a los cinco continentes. En estas impresionantes columnas, Gaudí vuelve a dar muestra de su genio, ya que sintetiza los tres modelos clásicos —la lisa, la griega y la salomónica— en lo que se conocería como columnas de doble giro, que, con una base en forma de estrella y un ascenso helicoidal, simbolizan la relación entre el cielo y la tierra.
Una de las cosas que más conmueve, más allá de la complejidad arquitectónica de esta obra monumental, es cómo la luz del sol entra a través de las vidrieras y pinta el interior del templo con una maravillosa sinfonía de colores que crean un increíble espectáculo visual, llegando a emocionar a todos aquellos que lo contemplan.
Llegados a este punto, reiteramos que la Sagrada Familia es uno de esos monumentos de visita obligada, pues es símbolo de la modernidad, un icono de la arquitectura y un espacio lleno de espiritualidad que conmueve se sea o no creyente. Por todo ello, es decir, por la complejidad que sus muros guardan y lo cautivador de su iconografía —algo de lo que en un artículo solo es posible dar unas pinceladas, tal es la grandeza de este templo— es aconsejable como ya hemos indicado, si se quiere descubrir todos los secretos y recovecos de esta joya de valor incalculable, conocerla en una visita guiada por guías especializados en esta majestuosa obra, como por ejemplo los ya mencionados de My Top Tour, quienes gracias a su conocimiento y experiencia consiguen mostrar lo más esencial de la Sagrada Familia: su alma.
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