Pedro del Corral
La infancia de Julio Iglesias estuvo ligada a la de Peñíscola. Este pequeño rincón de la costa valenciana acogió al compositor de Soy un truhán, soy un señor cuando era tan solo un niño. Hasta allí llegó con su padre, el doctor Iglesias Puga, que siguió visitándola hasta el final de sus días. El cantante, en cambio, se fue a vivir a Miami y perdió todo el contacto. Sin embargo, en su recuerdo siempre estará la imagen de aquel joven jugando al deporte rey en la arena de la playa. Allí conoció al que sería uno de sus compañeros de verano: Adolfo Suárez que, entonces, estudiaba un curso de formación de mandos políticos en la ciudad del Papa Luna.
“Conocí a Adolfo en Peñíscola, cuando yo tenía 16 años. Posteriormente, he sido muy amigo de toda la familia, que ha sufrido mucho. Siento muy hondo lo que le ha pasado. Adolfo ha sido importante en nuestra conciencia colectiva. Ha sido un hombre generoso. Amó la política como pocos y yo le quería muchísimo. Sé que el común de la gente tiene la imagen de él en el 23-F, sentado en el escaño”. Estas son las palabras que el cantante escribió en su perfil de Facebook, a raíz del fallecimiento del primer presidente de la democracia en España. La última vez que paseó por sus calles, al menos de manera pública, fue a principios del 2000, gracias a una de sus multitudinarias giras. Desde entonces, se vale del recuerdo para revivir sus experiencias.
De telón de fondo siempre estuvo el Castillo de la ciudad. Se trata del monumento más emblemático, un lugar cargado de historia y leyendas que fue construido por la orden de los Templarios en el siglo XIV, sobre una antigua alcazaba árabe. Está situado en la parte más alta del peñón en el que se encuentra el casco histórico, dando lugar a una de las estampas más fotografiadas de la provincia de Castellón. En él se realizan un gran número de actividades, entre las que destaca el festival de Teatro Clásico. Además, es muy recomendable conocerlo a través de las visitas guiadas teatralizadas que se realizan, tanto diurnas como nocturnas. Justo a sus pies se encuentra el faro de la ciudad. Lleva guiando a navegantes desde 1899. Merece la pena subir hasta él y deleitarse con las grandes vistas que ofrece del Mediterráneo. Es un lugar perfecto para disfrutar de un atardecer y vivir el momento mágico en el que su linterna se enciende y comienza a emitir destellos.
Museo del Mar
Para completar esta experiencia marinera se alza el Museo del Mar. Cuenta con un gran número de piezas expuestas, además de una extensa información, todo relacionado con el mundo marinero y con la tradición popular de la villa. Aunque, sin duda, su gran atractivo es su costa. La más conocida y frecuentada es la de la playa Norte. Cuenta con todo los servicios necesarios y está adaptada para personas con movilidad reducida. Además, en ella pueden practicarse algunos deportes acuáticos como la vela, canoas o motos de agua. También pueden encontrarse otros arenales en los que disfrutar de un perfecto día de playa. La playa Sur, Torrenova, Basseta, de la Petxina, del Pebret e Irta son algunas de las más destacadas.
En definitiva, Peñíscola es uno de esos lugares donde la infancia pasa volando, por sus distintas atracciones y por sus enormes posibilidades de entretenimiento. Eso sí, en todos los que han disfrutado de la ciudad en sus años mozos ha dejado una profunda huella en la memoria al que acudir cuando uno necesite ese recuerdo agradable y cálido que le reconforte. Julio Iglesias ha sido un afortunado por muchas cosas, pero sobre todo, por estar tan vinculado a Peñíscola.