Arte
Cuadro de la semana: Los cazadores en la nieve
Una de las mejores obras de Pieter Brueghel el Viejo representa el invierno más duro que ocurrió en Flandes durante la conocida Pequeña Edad de Hielo
Estos últimos días donde el centro peninsular se ha visto invadido por una nube de blanco esponjoso, parece adecuado comentar un cuadro que encaje con este tipo de climas gélidos, que permita salir del lienzo los olores húmedos, los estampidos sordos que provoca la nieve al desprenderse de los árboles y caer en pequeñas avalanchas sobre el suelo. Un cuadro como este, por qué no, pintado por el artista flamenco Pieter Brueghel el Viejo en 1565, donde pueden palparse las texturas grisáceas que adquiere la nieve después de una nevada sucia, o sentirse los escalofríos del viento helado deslizándose colina abajo, hasta el lago congelado, donde cosquillea nuestra nuca antes de zambullirse espalda abajo. Que actualmente puede encontrarse expuesto en la colección permanente del Museo de Historia del Arte de Viena, Austria.
Los cazadores en la nieve se considera una de las obras más reconocidas y cargadas de sentido de Pieter Brueghel el Viejo, donde permite al espectador imaginar de alguna manera los inviernos fríos que se dieron en Europa durante la Pequeña Edad de Hielo.
El artista
Ni siquiera podemos pronunciar sin temor al error el nombre de Pieter Brueghel. Al contrario que otros artistas de renombre coetáneos a él, que aprovechaban su evidente talento para forjarse fama, riquezas y amistades en las cortes de los monarcas más poderosos, Brueghel prefería disfrazarse de campesino para acudir a las bodas y celebraciones en los pueblos, mezclarse con ellos, beber, bailar, reír con ellos y arrancar de las escenas que disfrutaba bajo su disfraz la inspiración necesaria para insuflar el alma a sus cuadros. Esta falta de interés por sí mismo, por su propia persona, llevó a que la información que nos ha llegado sobre él sea escasa.
Se desconoce con exactitud cuándo nació, dónde y bajo qué nombre. Sabemos que fue real, esto es seguro, y allí están algunas de sus obras como La torre de Babel, El triunfo de la Muerte, La boda campesina o Caída de los ángeles rebeldes para confirmarnos que existió una mano con el talento asombroso de la suya. Pero en lo que atañe a su vida, en especial a sus comienzos, nos topamos con un denso misterio coloreado de negro inescrutable. Por esta razón, unos dirán que su nombre se escribe en realidad como Bruegel o Breugel, si no Brueghel, y que nació en el pueblo de nombre similar de Grote-Brogel o en el pueblo igualmente parecido de Kleine-Brogel, ya fuera en torno a 1525, 1527 o 1530. Únicamente podemos calcular su edad a partir de su muerte en 1569, que se dijo que ocurrió cuando el maestro todavía se encontraba en la flor de la vida (entre los 35 y 40 años).
La misma sombra que embarga los luminosos cuadros del pintor flamenco corrige también los tejemanejes de menor importancia en lo que respecta a su vida. Son los cuadros del Viejo quienes más información pueden aportarnos sobre él. Por ejemplo nos aseguran que fue uno de los primeros pintores, si no el primero, en otorgar a los paisajes de sus obras el papel protagonista sobre el lienzo, en lugar de utilizarlos como mero fondo de la escena principal. El paisaje a ojos de Bruegel no se trataba de un accesorio estético, sino de la propia estética de la obra, la razón por la cual se molestaba en manchar su pincel. Considerado a la misma altura que otros pintores flamencos como Rubens o El Bosco, su estilo se centraba en los paisajes, los escenarios campesinos y las escenas bíblicas cuyos personajes parecen haberse enmarañado como hebras de hilo. Por los testimonios que nos han llegado de su época, debió ser un hombre amistoso, humorístico. Karel van Mander dijo de él que “la naturaleza hizo una elección singularmente feliz el día que escogió, entre los campesinos de una aldea oscura brabanzona, al humorista Pieter Brueghel para hacer de él pintor de los campesinos”.
El contexto
Se denomina Pequeña Edad de Hielo (PEH) al periodo de clima frío que sucedió entre principios del siglo XIV hasta mediados del siglo XIX, y que terminó con un aumento de las temperaturas a la vez que comenzó la Revolución Industrial. No se trató de una Edad de Hielo como la que ocurrió hace 110.000 años y que muchos hemos visto inmortalizada en la película de animación de 20th Century Fox, donde se dieron grandes glaciaciones que obligaron a extinguirse a numerosas especies debido al enfriamiento del planeta. Esta PEH se caracterizó por un descenso ligero en las temperaturas y la aparición de inviernos más fríos de lo habitual, intercalados con años donde el clima fue más cálido y otros más fresco. Entre las épocas en que se registraron las mínimas se encuentra el periodo que abarca desde 1560 y 1600.
Precisamente cuando Breugel pintó el cuadro del que hoy hablamos. Ocurrió que las medias anuales calculadas estaban 0.5 grados por debajo de las registradas entre 1901 y 1960, y la precipitaciones tuvieron un exceso de un 7,6% en relación con estos mismos años. Esta unión de temperaturas bajas y aumento de precipitaciones (nevadas incluidas) llevaron a inviernos sumamente fríos y duros para las poblaciones rurales de Europa, acompañadas por el crecimiento de los glaciares en las zonas montañosas. Hasta el punto de que estos ríos helados llegaron a devorar localidades enteras, especialmente en la zona de los Alpes. Las temperaturas bajas, el exceso de precipitaciones, las dificultades en general a la hora de sobrevivir, provocaron a su vez un aumento de enfermedades, entre las que destaca, fría como siempre, la temida peste negra. Por ejemplo en Francia, mientras mantenía tres ciudades infectadas con esta enfermedad tenebrosa en 1558, tuvo que soportarse que 36 ciudades fueran conquistadas por la peste negra llegados a 1564.
Los periodos de escasez llevan inevitablemente a tiempos de violencia. Un vistazo rápido a los libros de Historia nos permitirá descubrir que durante este periodo de 40 años en que la PEH repuntó, se dieron guerras civiles de religión en Francia, comenzó la conocida Guerra de los Ochenta Años en Flandes y ocurrieron múltiples rebeliones en Tarnovo, las Alpujarras, Lemosín y Suecia, entre otros. Especialmente frío fue, según los registros, el gran invierno de 1564-1565, que afectó con dureza a Francia, Inglaterra y los Países Bajos, un invierno que se prolongó más de lo debido y provocó una penosa escasez de cosechas para alimentar adecuadamente a la población de estos países. El precio del trigo comenzó a subir y no bajó hasta 1575, las guerras de religión se extendieron por el continente....
La obra
Entonces debemos considerar que Brueghel recogió los aspectos habituales de la vida campesina en Flandes para incorporarlos al durísimo invierno que acababa de acontecer en su tierra. El viento, que no puede escucharse soplar en el lienzo pero cuya mano sí podría descubrirse a través de los detalles, sopla tempestuoso con la llegada de los cazadores. Estos caminan encorvados, con la vista clavada en el suelo, derrotados y con las manos vacías de presas. Junto a ellos, en el extremo izquierdo del cuadro, una familia campesina procura controlar una hoguera que el mismo viento empuja hasta que prácticamente lame las paredes del hogar.
Mientras el valle parece ser un escenario de disfrute, donde pueden vislumbrarse pequeñas figuritas jugando sobre los lagos helados, la escena de los cazadores es desoladora y refleja sin dejar lugar a dudas la dureza del invierno, su escasez. Incluso los perros caminan cabizbajos, porque ellos tampoco consiguieron hacerse con una presa.
El cielo plomizo se desenvuelve siguiendo la línea diagonal que marcan los árboles sin hojas, y es esta misma diagonal el eje dominante de la pintura, que baja hacia los lagos helados en el valle y continúa hasta tocar las montañas blancas del horizonte. Y por supuesto que, al igual que ocurre con un amplio número de obras de Bruegel, el personaje principal en este cuadro es el paisaje, cargado de una profundidad exquisita, impregnado por la nieve, el hielo y el viento, que no se ve ni se toca, mientras manosea él en su lugar las hogueras y las ropas oscuras y caladas de los cazadores. Así quiso representar el maestro flamenco los meses del invierno, incluyendo esta obra en una serie de cinco cuadros donde representó los meses del año en función de las estaciones:Día triste (febrero-marzo), Los cosechadores (agosto-septiembre), El regreso de la manada (octubre y noviembre) y La siega del heno (junio-julio). Que por cierto fue en estas épocas de frío cuando se popularizó la frase “año de heno, año de nada”, en una clara concordancia con los difíciles años de frío que Brueghel quiso transmitir en esta exquisita serie.
✕
Accede a tu cuenta para comentar